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El coco de la cárcel

Marta Lucía Ramírez ha planteado la idea de las colonias agrícolas como cárcel para quienes terminen condenados.

María Jimena Duzán, María Jimena Duzán
28 de febrero de 2015

¿Deben ir los máximos responsables de este conflicto a la cárcel?...Yo creo que ese es un escenario inevitable, así el pragmatismo del expresidente Gaviria insista en plantear la tesis contraria. Para el exmandatario, el reconocimiento de que la  responsabilidad en este conflicto es compartida y de que el Estado y las elites políticas que nos gobernaron también tienen una cuota grande de responsabilidad, debe seguirle un perdón entre todos los señores de la guerra. Según Gaviria,  esta especie de pacto político que se crearía entre los máximos responsables de este conflicto debería ser cobijado por los beneficios de la justicia transicional con el propósito de que ninguno de ellos vaya a la cárcel.

Yo creo lo contario. Si hay consenso entre tirios y troyanos de que la responsabilidad del conflicto es compartida, este avance no puede utilizarse para buscar un perdón entre las cúpulas al amparo de la justicia transicional sino para que por primera vez los máximos responsables de todas las orillas asuman sus responsabilidades frente a sus víctimas y frente a la sociedad.

En ese escenario, sí sería lógico que fueran a la cárcel algunos de los máximos responsables de este conflicto y que lo hicieran no solo guerrilleros de las Farc, sino militares y empresarios que financiaron a los grupos paramilitares, amén de otros sectores que fueron nombrados por el propio Gaviria en su escrito.

¿Que las penas pueden ser alternativas dependiendo de la cantidad de verdad que les ofrecen a las víctimas y de su intención de resarcir a la sociedad? Eso es bastante factible, y de hecho ya hay propuestas como la de Marta Lucía Ramirez quien ha planteado la idea de las colonias agrícolas como cárcel para quienes terminen siendo condenados.

Por muchas razones no creo en una paz pactada entre las cúpulas. Ni en una en la que los grandes responsables no sean castigados, ni asuman su responsabilidad, ni se les exija enfrentar cara a cara a sus víctimas. De esas amnistías está plagada nuestra historia y no han servido sino para atizar el fuego de la guerra. El pacto político que dio pie al Frente Nacional sirvió para frenar la violencia partidista pero no acabó el conflicto.

Treinta años después, el país, tenía más guerrillas que partidos políticos y la guerra se había exacerbado con la irrupción del narcotráfico. En medio de bombas, de asesinatos a periodistas, a magistrados y a candidatos presidenciales, y mientras surgía el monstruo del paramilitarismo, se aprobó en 1991 la Constitución más garantista de nuestra historia, luego de otro pacto político impulsado por el entonces presidente César Gaviria –como bien lo recordó hace poco La Silla Vacía–, pero la paz tampoco llegó.

A pesar de que se amnistió al M-19, al PRT y al EPL, la intensidad de la guerra no bajó sino que se dispararon los asesinatos, las masacres, los desplazados, a límites inimaginables.

Hasta hoy la Constitución sigue sin ser aplicada en su integridad, y la clase política, que nunca le gustó esa carta, la ha ido reformando con el objetivo de someterla a sus intereses hasta el punto de que ya perdió su esencia. La reelección que le permitió a Uribe reelegirse desde el poder fue la estocada final.

Ahora, el expresidente Gaviria vuelve con otra propuesta que busca un nuevo acuerdo político para que la guerrilla de las Farc y el establecimiento se hagan pasito. Su interés por la verdad, la justicia y la reparación a las víctimas es marginal porque lo que en realidad propone es una amnistía total.

Aunque las Farc han saludado la propuesta porque coincide con su aspiración de no ir ni un dia a la cárcel, se equivocan. En esta guerra esa guerrilla también ha cometido monstruosidades: desde masacres como la de Bojayá, por la cual las Farc acaban de pedir perdón a las víctimas, pasando por el asesinato de los indigenistas americanos, hasta actos terroristas que todavía niegan como el del Nogal, para no hablar del secuestro, que es como una muerte en vida. En mis viajes a La Habana he visto cómo las Farc han ido moviéndose de su tesis inicial según la cual ellos no son victimarios sino víctimas del conflicto, y han venido aceptando sus responsabilidades. Ojalá lo hagan también en el tema de los máximos responsables. Si hay consenso en que la responsabilidad de este conflicto es compartida, a las Farc también les toca asumir la suya, así eso signifique que algunos de sus comandantes vayan a la cárcel.

Si queremos una paz duradera, esta es la vía. Si queremos un apaciguamiento sin que nada cambie, el camino “sin alma” y pragmático que nos propone Gaviria es el indicado. Escojan.

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