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El 'reality'

Los colombianos no podemos permitir que la política se convierta en un reality, ni en una competencia por ver cuál de los partidos que se oponen a la implementación de los acuerdos los hacen primero trizas.

María Jimena Duzán, María Jimena Duzán
21 de octubre de 2017

HAy colombianos que se frotan las manos cada vez que en el Congreso se empantanan las reformas que se derivaron del acuerdo de paz con las Farc. Que le celebran al representante de Cambio Radical Rodrigo Lara su papel de sepulturero de los acuerdos y que se sientan desde sus cómodos apartamentos a ver cómo se pelean el Centro Democrático de Uribe y Cambio Radical de Germán Vargas, por ver cuál de los dos logra quedarse con el premio de ser el primero en hacer trizas los acuerdos.

En ese reality al que nos quieren condenar quienes necesitan llenarnos de odio y de miedo para llegar al poder, por ahora va punteando Cambio Radical, el partido de Germán Vargas Lleras en la penumbra.

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El presidente de la Cámara de representantes Rodrigo Lara, alfil de Vargas, prácticamente hundió el miércoles pasado la reforma política. Hábilmente fue retrasando su debate y solo le dio paso cuando ya tuvo la certeza de que no había quorum. Como no se aprobó ni siquiera en primer debate en la Cámara, ya queda muy corto tiempo para que logre hacer todo el trámite en el Congreso antes del 11 de noviembre, fecha en que entra en vigencia la Ley de Garantías Electorales y la implementación de los acuerdos queda prácticamente suspendida.

A la ley que reglamenta las Circunscripciones Especiales de Paz le falta solo un debate, pero si sale como fue aprobada en la Cámara, con las modificaciones introducidas por un representante también de Cambio Radical, habrá nacido un orangután: ese partido propuso en Cámara excluir de las circunscripciones a las cabeceras municipales con la tesis de que existía el peligro de que las Farc terminaran imponiendo a sus candidatos, así en el acuerdo hubiera quedado explícito que estas curules no podían ser para nadie vinculado con las Farc.

El resultado de esta modificación aprobada en la Cámara es que poblaciones como Bojayá en el Chocó o como Corinto, Cauca, que han sido víctimas del conflicto, no van a poder tener representación en el Congreso.

Yo sí quisiera saber cómo es que Rodrigo Lara le va a explicar a Leiner Palacios, una víctima que sobrevivió a la masacre de Bojayá causada por la explosión de un cilindro de gas de las Farc, que Cambio Radical decidió a última hora quitarle la posibilidad de tener participación en el Congreso con el argumento estigmatizador de que todas las comunidades que vivieron bajo el control de las Farc son peligrosas. Argumentos como los anteriores terminan tristemente justificando los asesinatos de los líderes sociales, la mayoría de los cuales han caído en zonas donde están planteadas las circunscripciones de paz. (Asesinatos que no les producen mayor indignación).

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Lo más probable es que Rodrigo Lara, como presidente de la Cámara. haga todo lo que esté a su alcance para conseguir que la ley estatutaria de la JEP se hunda en la Cámara. Y si lo logra, puede que Cambio Radical le haya ganado la partida al Centro Democrático, pero el país entero habrá perdido. Las Farc quedarían en un limbo jurídico, las disidencias de inmediato se incrementarían y los jefes del nuevo partido de las Farc ante la posibilidad de que puedan ser capturados por la Fiscalía podrían retomar las armas. Desde luego, las reformas sociales quedarían de nuevo en el congelador y el peligro del comunismo sería nuevamente conjurado.

Los colombianos no podemos permitir que la política se convierta en un reality, ni en una competencia por ver cuál de los partidos que se oponen a la implementación de los acuerdos los hacen primero trizas. La política no tiene por qué ser siempre ruin, ni apelar al odio, ni a la amargura, ni al miedo. El coco del comunismo no existe y no se va a apoderar del corazón del país ni el mundo se va a acabar porque unas comunidades sufridas puedan tener representación en el Congreso, ni porque se vaya a actualizar el catastro rural, después de 30 años de no hacerlo.

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La política hay que rescatarla de las garras de los oportunistas, de timoratos y de la estupidez en que ha caído. Y que no nos vengan a decir que eso también es castrochavismo.