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Escurriendo el bulto

Para las FARC es evidente que el procurador Ordóñez, en representación del estado opresor, sí está obligado a explicar sus silencios pero que la guerrilla no está obligada a explicar nada: ni siquiera sus abusos contra la población ni lo que ellos llaman “errores”.

María Jimena Duzán, María Jimena Duzán
13 de junio de 2015

Si las FARC no asumen la responsabilidad que les cabe en este conflicto y les dan la cara a las víctimas como lo prometieron hace un año en una declaración que ya nadie recuerda, este proceso de paz seguirá languideciendo hasta morirse.
 
Aclaro: nunca he creído que este conflicto se pueda simplificar tan fácil como lo impone el dogma uribista según el cual las FARC son las únicas responsables de esta guerra. Yo, que he sido víctima del narcotráfico y de sus alianzas con la política, y de la que se fraguó entre el paramilitarismo, militares y dueños de tierras a finales de los ochenta, sé cuán grande es la responsabilidad que les cabe en esta guerra al Establecimiento y a las elites políticas, militares y económicas de este país. Y créanme: no pasa un día sin que sienta el peso de un Establecimiento autista que se niega a asumir su cuota de responsabilidad.

Dicho lo anterior, es lamentable que las FARC, luego de tres años de negociaciones, sigan sin asumir su responsabilidad en esta guerra e insistan a través de sus declaraciones y discursos en no darle la cara a las víctimas con el argumento de que ellos son víctimas y no victimarios. Ese discurso deshumanizador, tan simplista como el del uribismo, queda claro en la carta que Iván Márquez le envió en días pasados al procurador Alejandro Ordóñez, en respuesta a otra que el jefe del Ministerio Público le envió a las FARC advirtiéndoles que la Comisión de la Verdad no puede ser un camino para la impunidad.

Márquez no solo se abalanzó en ristre contra el procurador en esa carta, sino que lo emplaza como representante de ese Estado opresor a que vaya a la Comisión de la Verdad a explicar sus silencios. “Allá queremos oírlo a fin de que le cuente al país por qué sus silencios en momentos en que debió pronunciarse, por qué permitió el escalamiento de la confrontación armada como solución al conflicto interno y por qué no le tendió la mano al pobre, a la víctima del otro lado, al desprotegido defensor de los derechos humanos”, dice la carta firmada por el jefe negociador de las FARC en La Habana.

Para las FARC es evidente que el procurador Ordóñez, en representación del Estado opresor, sí está obligado a explicar sus silencios pero que la guerrilla no está obligada a explicar nada: ni siquiera sus abusos contra la población ni lo que ellos llaman “errores”. En la carta solo hay espacio para hacerle señalamientos al procurador pero no hay ni una frase en la que se diga que ellos también estarían dispuestos a ir a la Comisión de la Verdad a explicar “sus silencios” y sus actos terroristas como el secuestro y posterior masacre de los diputados del Valle que las FARC todavía califican de “error”, cuando en realidad fue uno de los horrores más dantescos de esta guerra.

El procurador Ordóñez nunca ha sido santo de mi devoción. He criticado con vehemencia su decisión de imponer la Biblia sobre las normas y su menosprecio por los derechos de las mujeres y los gais. No comparto el presupuesto sobre el cual ha edificado su oposición al proceso de paz, según el cual es indigno para el Estado legítimo ponerse al mismo nivel de una guerrilla como las FARC y no me veo representada en su investidura cuando justifica su activismo en contra del proceso de paz con el argumento de que lo hace pensando en las víctimas. Sin embargo, no tengo la menor duda de que en materia de verdad nos deben más las FARC que Ordóñez.

Esa guerrilla nos debe la verdad de muchos horrores y sus víctimas siguen a la espera de que les den la cara. Pero si las FARC nos siguen hablando desde ese odioso pedestal moral en el que escriben sus comunicados y sus cartas, este proceso estará condenado al fracaso.

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