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Las subastas de uno

Las subastas de uno pueden ser legales, como afirma el gobierno, pero son impresentables porque suscitan toda suerte de suspicacias que el gobierno está en el deber de acallar.

María Jimena Duzán, María Jimena Duzán
16 de enero de 2016

La venta de Isagén al consorcio canadiense Brookfield Asset Management ha dejado demasiados cabos sueltos que el gobierno no ha sabido explicar. El primero de ellos tiene que ver con la forma en que se vendió esta generadora de energía, la segunda del país. El gobierno había dicho que sería una subasta con varios proponentes, pero terminó siendo en realidad una subasta de uno. Es decir, la joya de la Corona del sector energético colombiano se vendió sin que se diera una puja con la cual se habría incrementado el  precio de la venta, dándole al proceso una transparencia que hoy infortunadamente no la tiene. Guardadas proporciones, eso es tan insólito como si Christie’s hubiera vendido los girasoles de Van Gogh a una sola persona, en una subasta sin puja. Hasta yo, que sé poco de las entretelas del mundo financiero, estoy familiarizada con la premisa de que no es buen negocio vender un activo tan preciado como Isagén, a un solo postor.  

La explicación del gobierno para que Isagén hubiera terminado vendida a un solo proponente tampoco es muy convincente: los más escrupulosos afirman que sí hubo subasta pero que al  final de la carrera solo quedó el consorcio canadiense debido a que era el único que tenía el músculo financiero necesario para comprarla. Los más pragmáticos afirman que la subasta de uno puede que no sea políticamente correcta pero se apega a las normas previstas para este tipo de negocios bursátiles. De inmediato le sacan a uno el Decreto 1082 de mayo de 2015 en el que se unificaron las normas administrativas de Planeación Nacional. En un artículo, en que se habla de la enajenación directa a través de subasta pública, se abre la posibilidad -para fortuna del consorcio canadiense- de las subastas de uno para este tipo de operaciones.   

Tampoco son convincentes los argumentos que se esgrimen a la hora de explicarle al país el retiro sorpresivo de Colbún, la empresa chilena que también estaba interesada en comprar a Isagén. El 23 de diciembre cuando el gobierno sacó el decreto que fija la subasta de Isagén había tres proponentes. Sin embargo, faltando cuatro días para la subasta y luego de que ya se habían salido los franceses, el 8 de enero de este año Colbún informa al gobierno de su retiro argumentando que el nuevo precio era muy alto. Pregunta: ¿suscribió o no Colbún la póliza de cumplimiento? ¿El presidente de la bolsa tuvo conocimiento de esa póliza? Aunque es posible alegar que las pólizas de cumplimiento se pueden hacer el mismo día de la subasta una operación de estas dimensiones ha debido dejar  alguna huella.   Si nadie supo de esa póliza eso sí le daría fuerza a las denuncias por presunta colusión que está haciendo el senador Robledo del Polo.

Esta subasta de uno deja otra evidencia: que si Brookfield pagó 2 billones de pesos más por Isagén es prueba de que la estábamos regalando hace dos años, cuando por primera vez este gobierno la puso en venta.  

Las subastas de uno pueden ser legales, como afirma el gobierno, pero son impresentables porque suscitan toda suerte de suspicacias que el gobierno está en el deber de acallar, porque de lo contrario estas dudas se le pueden devolver como un búmeran. Hoy el expresidente Álvaro Uribe se duele de la venta de Isagén y se une a las voces que critican el hecho de que hubiera sido vendida en una subasta de uno. Pero se les olvida que en su gobierno, Uribe también propuso venderla y recurrió a las subastas de uno que hoy tanto critica al abrir la licitación del tercer canal con solo un proponente, proceso que afortunadamente fue reversado por la corte.

En ambos casos,  la sensación de que no hubo transparencia y de que hay gato encerrado se reafirma. Y no ayuda la propuesta del ministro de Hacienda de crear una comisión integrada por exministros de la rama para que vigilen la manera como se va a manejar el dinero obtenido en la venta, previsto para la construcción de las 4G.

Esa propuesta tiene cierto tufillo porque da la impresión de que es traer a amigos del gobierno afines a la venta. Los medios debemos estar vigilantes para velar porque esos dineros del negocio de Isagén lleguen a las carreteras 4G y no se queden en los bolsillos de los especuladores.