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Nada es fácil

Yo podía estar muy incómoda teniendo que sostenerle la mirada a un victimario, pero estoy casi segura de que él pasó un rato más amargo teniendo que explicar lo inexplicable.

María Jimena Duzán, María Jimena Duzán
8 de agosto de 2015

El miércoles de la semana pasada entrevisté para el programa Semana en Vivo, al exjefe paramilitar Fredy Rendón, conocido como el Alemán, uno de los comandantes más sanguinarios de las AUC, y debo confesar que fue una entrevista muy difícil de realizar.

Como periodista quería saber si los exjefes paramilitares que están saliendo a la calle luego de haber cumplido su condena en justicia y paz están de verdad dispuestos a trabajar por la reconciliación como lo han anunciado. Pero, sobre todo, me parecía importante saber si la carta que varios de ellos –el Alemán era uno de los firmantes– le enviaron hace un tiempo a la Mesa de La Habana, publicada por SEMANA, en la que ofrecían cesar su venganza contra las guerrillas, ayudar a desmontar las bacrim y trabajar en la reconciliación desde las regiones, era una promesa vana o si estaban dispuestos a cumplirla. Sin embargo, también es cierto que como víctima del paramilitarismo no podía esconder el desprecio infinito que les guardaba y la poca credibilidad que me merecían sus anuncios de reconciliación.

No obstante, aunque me costó aceptarlo, tuve que reconocer que hasta un sanguinario como él, sin mayor condición humana, tiene campo para la reconciliación. Me dejó la impresión de que llegó a ella porque simplemente no pudo resistir seguir siendo ese monstruo en que lo convirtió una guerra que casi lo deshumaniza. Vi cómo se le frunció el ceño cuando le recordé que él era recordado por haber jugado fútbol con la cabeza de un campesino. Él negó esa atrocidad y me di cuenta que se sentía aún más desajustado y avergonzado aclarando que ese campesino había sido degollado de un machetazo, pero que no se había jugado fútbol con su cabeza.

Yo podía estar muy incómoda teniendo que sostenerle la mirada a un victimario en la entrevista, pero estoy casi segura de que él pasó un rato aún más amargo teniendo que explicar lo inexplicable. Y esa incomodidad que le sentí, me recordó algo que las víctimas de este conflicto olvidamos: que detrás de estas historias dantescas hay personajes humanos que pueden llegar a arrepentirse de lo que le hicieron a la humanidad.

El Alemán no fue solo un comandante que llenó de terror la región del Urabá, sino un soldado que decidió armarse para enfrentar a la guerrilla de la mano de la Policía y del Ejército y que actuó al lado de la Brigada 17, comandada en ese momento por el general Rito Alejo del Río, hoy condenado y preso en una cárcel de cinco estrellas dentro de una brigada de Bogotá.

Su poder político le permitió financiar varias campañas sin que ninguno de esos políticos que hoy niega conocerlo se hubiese negado a recibir el dinero cuando el Alemán se los ofreció. Y todavía creo que no entiende cuándo fue que dejó de ser un aliado de la contrasubversión y un poderoso en la región para convertirse en el único malo de la película. Pagó su condena, resarció a las víctimas y dijo un pedazo de verdad sobre el paramilitarismo y sus tentáculos con el Estado que aún la justicia no ha podido investigar del todo, pero no tiene muchas opciones de que esta sociedad lo acepte de nuevo.

Por la ley colombiana, no puede hacer política y aunque él no quiere ir al Congreso, si quisiera volver a Necoclí a saldar su cuenta con las víctimas y trabajar por la reconciliación. Sin embargo, en Necoclí a pesar de que muchos esperan su llegada con los brazos abiertos, sus víctimas temen que el terror venga detrás de él.

No soy nadie para decir si su arrepentimiento es sincero como él asegura. Lo que sí tengo claro es que si esta sociedad quiere realmente reconciliarse tiene que no solo empezar a creerles, sino darles la oportunidad para que nos demuestren que en realidad están dispuestos a trabajar por la reconciliación de este país. Excluirlos de la reconciliación sería el peor error que podríamos cometer. Al fin y al cabo es con los exjefes paramilitares y con las FARC que la sociedad tiene que reconciliarse.

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