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“Matando” con papelitos: el caso Petro

Cuando leyeron el papelito desde la Procuraduría muchos pensamos que la política opositora en Colombia era inútil.

Yezid Arteta, Yezid Arteta
12 de diciembre de 2013

Por lo general ha sido con una bala. Así sucedió con Gaitán Pardo Leal, Luis Carlos Galán, Bernardo Jaramillo, Carlos Pizarro y un largo etcétera.

Otras veces es la cárcel. Un montaje efectuado con testigos pagos o mediante computadores adulterados. Una lideresa política, un dirigente campesino, un representante estudiantil…en fin…tener a los opositores entre rejas.

Una carta en el buzón de correo. Tienes 48 horas para irte o te vas bien muerto para el cementerio. Un defensor de Derechos Humanos, una pacifista...los que huyen del país a toda prisa y acaban su vida en tierras extrañas cubiertos por el hielo y el olvido.

Hasta que idearon un artilugio sencillo e higienicamente elaborado. Sin sangre, sin cárcel, sin amenazas: un mero folio emborronado con tres numerales traídos de los cabellos. Químicamente limpio como la metanfetamina que produce Walter White, el personaje de Breaking Bad.

Pero no se trata de un funcionario díscolo que anda quemando libros y “matando políticamente” a los opositores por obra y gracia de un mandato divino. Detrás de él hay gente escondida. Gente de carne y hueso que aparecen como sombras chinescas, ocultos por el velo de una cortina.
 
Con un papelito “matan políticamente” a Petro y enseguida se barajan candidatos para reemplazarlo. Los grandes medios corean nombres y pocos o ninguno de los editores se pregunta para qué coño sirven los mandatos populares. 

Se sabe el nombre de quienes dispararon contra Gaitán y Kennedy. Pero medio siglo después no se conocen los nombres de los que manejaron los hilos de las marionetas asesinas. ¿Quiénes maquinaron el papelito contra Petro? 

Poner al público a opinar sobre posibles candidaturas a la alcaldía de Bogotá para neutralizar el pestilente olor que desprende el papelito de la Procuraduría es un maltrato contra el olfato de la ciudadanía. Una grosera trampa mediática. 

Anoche, ante millares de personas reunidas en la Plaza de Bolívar que coreaban consignas republicanas, escuché la mejor versión de Petro. Un alegato coherente en el que expuso, sin rodeos, que no hay oposición entre el acero ideológico y las formas democráticas y pacíficas. 

Sin caer en la treta urdida por sus detractores, el ex militante del M-19, convocó a la resistencia pacífica e invitó a los negociadores del Gobierno y las FARC a proseguir la ruta de la vida y esquivar los laberintos de la muerte.

Ayer cuando leyeron el papelito desde la Procuraduría muchos pensamos que la política opositora en Colombia era inútil.  Por unas horas creímos que no valía la pena desvelarse y luchar honestamente, porque basta el plumazo de un funcionario elegido mediante argucias politiqueras, para desbaratar toda la fe de los excluidos.  

La vida no ha sido fácil para los luchadores populares colombianos. Algunos pasajes de nuestra singladura nos hacen ver como una especie de Sísifo enfrentando un destino alterado por las manos de los poderosos. Empujando con los hombros una pesada piedra que nos lacera y saca sangre.   

El discurso de Petro y la fuerza moral de Aida Avella son poderosos motivos para resistir pacíficamente y conseguir la paz y la reconciliación entre todos los colombianos. Hablar de candidaturas a la Alcaldía Mayor de Bogotá sobre el “cadáver político” e insepulto de Petro es una farsa. Hay muchas maneras de definir esta clase de comedia pero ninguna corresponderá a la noción de democracia.