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McDonald's y Google

Ya no es necesario consultar a sabihondos ambulantes para que nos digan en qué obras de Shakespeare aparece Falstaff

Semana
4 de abril de 2004

Ahora que los expertos estudian y discuten los términos para firmar un tratado de libre comercio, se me ocurren algunas reflexiones sobre la globalización. Lo primero que hay que decir es que en estos tratados nunca se incluye el mayor producto de los países del Tercer Mundo: seres humanos. Cuando los países del Primer Mundo tuvieron excedentes de

población pobre, los mandaron a invadir el resto del planeta: América, Suráfrica, Oceanía, incluso con la orden de exterminar a los nativos si oponían resistencia. Pero si el inventario de gente desocupada es nuestro, como ocurre hoy, no hay a dónde mandarlo. Hay un producto que nunca se incluye en estos tratados: la fuerza de trabajo. Se liberan las mercancías, los capitales, la tecnología, la agricultura, pero no sé por qué no se negocia una cifra de trabajadores con libertad de movimiento. Me dirán que con esta comparación estoy rebajando a los seres humanos al nivel de mercancías; es al revés: los estoy elevando siquiera a ese nivel, porque hasta ahora nos tratan peor que a mercancías.

Como la anterior reflexión, aunque esté probada y sea verdad, solamente da risa, paso a analizar otro punto. Simplificando bastante, creo que hay dos tipos de globalización: una casi buena y una casi mala. A la mala voy a llamarla la McDonald's, que es una invasión perniciosa del mal gusto culinario. A la buena le diré Globalización Google, que es el primer atisbo de lo que será la realización del sueño borgesiano de la Biblioteca de Babel, una biblioteca que, si no es infinita, por lo menos sí es interminable.

Google me gusta por una magnífica profecía literaria. Borges no vivió para ver Internet, pero sí tuvo la genialidad de definirla con las palabras de un bibliotecario de Babel: "La Biblioteca es total y sus anaqueles registran (.) todo lo que es dable expresar en todos los idiomas. Todo: la historia minuciosa del porvenir, las autobiografías de los arcángeles, el catálogo fiel de la Biblioteca, miles y miles de catálogos falsos, la demostración de la falacia de estos catálogos, la demostración de la falacia del catálogo verdadero...". Borges llegó más lejos en la definición profética de la red. Quién no ha sentido, al buscar algo en Google, esa nueva enciclopedia casi total, que "por una línea razonable o una recta noticia hay leguas de insensatas cacofonías, de fárragos verbales y de incoherencias".

Paso a explicar por qué la globalización Google es conveniente y por qué la McDonald's es perniciosa. Me parece maligna aquella que invade para destruir lo distinto y banalizar lo profundo. No tengo nada en contra de las hamburguesas; estoy en contra de ellas si ocupan todos los nichos de la alimentación fuera de casa. Para decirlo más claramente, estoy en contra de la hamburguesa solamente si a su paso barato, rápido y fácil, acaba con los comederos de ajiaco, bandeja paisa y sancocho. Me molesta que los jóvenes tengan la ingenuidad de creer que es mejor, mejor en términos absolutos, una hamburguesa con papitas fritas y Coca-cola que una carne encebollada, arroz blanco y jugo de curuba.

Hay un grupo cultural hoy globalizado, Slow Food, que trata de defender las tradiciones locales de comida lenta, contra el avance pestífero del fast food, de la comida rápida. Me parece magnífico que haya antros de McDonald's aquí y en Burdeos. Lo que me aterraría, la peor pesadilla que a veces tengo, es que la invasión arrasara con todo lo demás, y al cabo de unos años de dumping alimentario hubiera solamente Big Mac's para comer. Claro que después de cierto terror inicial, creo que eso no va a pasar. La gente es menos tonta de lo que parece y tiene más papilas gustativas de lo que creen los creadores del fast food.

Google, en cambio, es benéfica, ante todo porque es gratuita, y además porque es igualitaria. Todo aquel que pueda disponer de un computador público o privado puede tener acceso a un cúmulo de información que nadie (salvo Borges) habría imaginado jamás. Gracias a Google asistimos al ocaso de los eruditos. Ya no es necesario consultar a sabihondos ambulantes para que nos digan en qué obras de Shakespeare aparece Falstaff. Google nos lo dice. Sin cobrarnos ni levantar las cejas. Y en Google encontramos todas las diatribas que quieran en contra de McDonald's, y también todos los panegíricos a su favor. Por eso es realmente un portal abierto y democrático.

Por último, y con esto vuelvo al principio, gracias a Internet no importa dónde vivamos para poder trabajar en el país global de la red, del cual somos ciudadanos con iguales derechos (todavía). Este artículo yo lo podría estar enviando desde Yarumal o desde Kuala Lumpur. Internet no discrimina por nacionalidad, no pone visas ni barreras fronterizas. Es cierto, en McDonald's de Estados Unidos trabajan sobre todo negros y latinos. Pero no los importan legalmente, como debieran, sino que los emplean a ellos porque (probablemente por falta de papeles) son los que menos cuestan.

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