La diferencia radica en que Churchill se refería a héroes indiscutidos en la batalla de Inglaterra. Aquí y ahora, nos referimos a unos pocos colombianos, de los cuales muchos no son necesariamente héroes, sino todo lo contrario.
Frente a los riesgos ya materializados para la democracia que representa Petro, riesgos que, dicho sea de paso, habíamos advertido desde la campaña presidencial y no hemos cejado en denunciar día a día desde el 20 de junio de 2022, no se alza, activa y movilizada, una gran mayoría.
Los descontentos que reflejan las encuestas frente al desastre petrista, no constituyen un grupo de ciudadanos que pueda o quiera tomar acciones concretas para frenarlo. Es escéptico y cínico frente a la movilización popular. Incluso los que más pierden con Petro, en poco o nada ayudan a las marchas que rompieron el mito del monopolio de la calle de Petro. No se vinculan a partidos políticos, ni hacen realmente campaña política en las regionales. Algunos, que se movilizaron engañados por el espejismo populista de Rodolfo Hernández, vieron su fuego democrático apagado por el desengaño y la mediocridad del santandereano.
Están las llamadas, grandilocuentemente, “instituciones”, reflejadas en la división de los poderes públicos y los entes de control. El Congreso deriva lentamente, retrecheramente, hacia su predecible final que es la entrega mayoritaria al Petro corruptor. El poder judicial, incluyendo la Fiscalía, trasiega encartado las violaciones constantes de la ley y el estado de derecho por parte de Petro y sus funcionarios, ahogado en su ineficiencia e ineficacia de siempre, indiferente a los tiempos, entregado a las formas y, en algunos casos, como en antes, arrastrando los pies para ver que saca del río revuelto, en aplicación de su vocación clientelista que en mala hora cultivó la constitución de 1991. Los órganos de control hace rato no controlan. En lo territorial, incluso, sus enormes burocracias, cohonestan seguidamente las peores corruptelas y no tienen ni la autoridad moral ni la capacidad inquisitiva para “controlar” a las bandolas que se han apropiado del estado en lo nacional y territorial.
La prensa sí ha puesto su cuota de héroes, pero desgraciadamente no son mayoría. Envueltos en prejuicios sectarios, formalismos y ecuanimidades rituales, celos profesionales o claramente amarrados por las agendas de los oligopolios propietarios, los medios de prensa han resultado tímidos y adosados a una fingida imparcialidad frente a las groseras violaciones de la ley y la libertad de prensa y de opinión de Petro, que en anteriores administraciones si les merecían desgañitadas y coordinadas indignaciones. Lentamente, en la atrición de la publicidad estatal y la crisis económica que afecta a sus clientes, la prensa se desliza hacia el debilitamiento, perdiendo la capacidad de desmontar las ficciones digitales y “oficiales” del régimen petrista.
Oposición sí hay. Sea esta la oportunidad para rendir homenaje a congresistas, políticos y opinadores que con diferentes matices y enfoques denuncian constantemente las arbitrariedades, locuras, inconsistencias y violaciones de la ley del gobierno. Enfrentamos, además, diariamente, las cohortes de matones digitales multiplicados por ejércitos de “bots” oscuramente financiados. Vergüenza a quienes no destinan ni un milímetro de su tiempo o sus recursos a la práctica política de oposición y desde barreras de acomodo se regodean en la autosatisfacción en vez de sumarse materialmente a la lucha: ninguno de los que se joden en la oposición les alcanza, ligeros en la crítica, caprichosos en el enfoque, sectarios en la inacción.
Hemos criticado desde estas páginas la ostensible falta de carácter del alto mando militar y policial que prefiere las comodidades del grado y se ampara en el miserablismo de la expectativa pensional para permitirle a Petro desviar a la fuerza su misión constitucional esencial de defender la vida, honra y bienes de los ciudadanos.
Quedan solo entonces los mega gamonales porque de la iglesia católica y la intelectualidad colombiana no hay nada que esperar hace décadas en cuanto a la defensa de la moral y la ética pública, encerrados en su decadencia no compromisaria, imparciales de ocasión, moderados de la entrega y traidores a los principios que los crearon.
Los Dilian, los Gneco, los Villalba, los Char, los Villamizar, los Barreto, el Rey, los García, los Blel, los Cáceres, los Merheg, los Trujillo, los Gaviria, el Quintero, el Amaya, la Alcaldesa y su señora y varios más. Se les enuncia como clanes o bandolas y actúan cada vez más como mafiosos secuestrando el poder territorial, controlando parlamentarios o siendo controlados por parlamentarios, usando descaradamente la compra de votos y apoyos con base en las nóminas paralelas y contratos. Insaciables siempre, omnipresentes, cooptan los juzgados, las fiscalías, las procuradurías y las contralorías. Anteponen el culto de su poder al interés de sus gobernados y a las instituciones democráticas.
Por ironías de la vida, abusando de las larguezas del Consejo Nacional Electoral, empoderados con partidos de bolsillo, barrerán en las elecciones de octubre 29, a pesar de que la población los repudió masivamente en las pasadas presidenciales.
El acuerdo nacional que agita Petro es con ellos. Un acuerdo para llenarles los bolsillos a sus elegidos en lo territorial a partir de enero de 2024. El acuerdo nacional no es con la oligarquía o la rancia tecnocracia del partido liberal que anda, ilusa y ridícula, pidiendo pista, desde sus columnas periodísticas, queriendo ahora controlar a la bestia que ellos, junto con muchos mega gamonales, ayudaron a montar en el poder.
El futuro de todos en manos de estos pocos. ¿Harán lo correcto? ¿Frenarán sus apetitos y detendrán al tirano? No lo creo.