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Miedo al Radicalismo

Unas instituciones débiles, desgastadas y aquejadas por la corrupción, una sociedad con miedo al radicalismo, a las revanchas, a las persecuciones, a que se vivan experiencias como las de Cuba, Venezuela o Nicaragua.

30 de junio de 2022

Como tantas veces se ha dicho, la campaña para la pasada elección presidencial fue un conjunto de agravios, descalificaciones personales, acusaciones recíprocas, propuestas demagógicas y populistas, en fin, un ejercicio del más elemental mercadeo político, para incentivar las emociones primarias y movilizar unos grupos contra otros. ¡Qué espectáculo mediático más deplorable!

Conviene preguntar cuánto conviene a la democracia que se hagan sondeos de opinión y de imagen para después instruir a los candidatos en proponer lo que supuestamente el pueblo quiere oír, dividir con odios, la forma más fácil de lograr adeptos, todo con el propósito escueto de alcanzar el poder y el presupuesto del Estado para después ejecutarlos de manera diferente. ¡Qué trampa más engañosa tendieron a los electores!

Los partidos políticos del establecimiento (Centro Democrático, Liberal, Conservador, Cambio Radical y la U) obtuvieron representaciones significativas en el Congreso, sin embargo, mostraron su incapacidad de postular candidatos con trayectoria y decidido liderazgo para la Presidencia de la República, que lograran llegar a segunda vuelta. Qué pena, se convirtieron en parásitos del presupuesto y la burocracia.

El Pacto Histórico y la Coalición Alianza Verde y Centro Esperanza no fueron muy distintos, el primero realizó una consulta interpartidista innecesaria que generó ingresos provenientes del Estado, su estrategia fue la confrontación y la descalificación moral; el segundo, realizó una lánguida consulta y la emprendió contra el gobierno. Pintaron un país fracasado e inepto. Qué necios cuando desconocen los inmensos avances en salud, educación, infraestructura y demás que ponen a Colombia como la cuarta economía de Latinoamérica con una de las democracias más sólidas.

En cuanto al triunfo de Gustavo Petro, su nuevo caudal electoral en distintos de departamentos de más de un millón de votos, precedido por las denuncias de irregularidades en las elecciones para Congreso, donde apareció una cifra similar, posteriormente complementado por la decepcionante renuncia del candidato vencido a recontar votos y hacer oposición, sorprende ingratamente y nos lleva insistir en que se realice la auditoria internacional a la Registraduría. Qué tristeza, Rodolfo Hernández no estuvo a la altura de los más de 10,5 millones de votos que obtuvo.

Los hechos recientes sorprenden aún más, los partidos políticos vencidos anuncian su respaldo al nuevo presidente, sin tener clara las propuestas de gobierno que cambian al ritmo de los acontecimientos en su afán por mantener tranquilos los mercados y la tasa de cambio dentro de razonables proporciones. Los partidos confirman su desgaste y el gobierno sus inconsistencias frente a las propuestas de campaña. Que vergüenza, ganó la mal llamada mermelada, lo que antes denominaban ‘lentejos’, y perdieron las ideas.

Acuerdo nacional, por supuesto, sobre el respeto a las libertades, a la democracia con su alternancia y a la Constitución, que identifique propuestas comunes, ojalá el crecimiento económico y un mejor reparto social.

El diagnóstico, unas instituciones débiles, desgastadas y aquejadas por la corrupción, una sociedad con miedo al radicalismo, a las revanchas, a las persecuciones, a que se vivan experiencias como las de Cuba, Venezuela o Nicaragua, a que la geopolítica del grupo de Sao Paulo nos condene a políticas fallidas que causan pobreza y enriquecen a autócratas permanentes, todo lo anterior obliga a olvidar los agravios de campaña y a creer ingenuamente que la política tradicional detendrá las propuestas del exguerrillero. Así las cosas, estamos entre el cambio y el gradualismo.

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