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MinDefensa debe irse

Calificar el informe de The New York Times de "tergiversado" no tiene sentido. Más aún después de que el Ejército retiró la directiva.

Revista Semana, Revista Semana
26 de mayo de 2019

El Ministro de Defensa debe irse. Ya. Ha perdido la confianza de la opinión pública. De la tropa. De la cooperación de los países amigos. Cada día que pasa en el cargo, le resta prestigio. Es una herida que sangra permanentemente; no tiene solución. No sirven las curas. Algunos dirán que estoy exagerando, que Guillermo Botero es buen tipo. Que la reciente crisis pasará. Que es solo una tormenta en un vaso de agua. Que lo peor que puede pasarle al presidente Iván Duque es aceptarle la renuncia. En fin, que es mejor sostenerse.

Están equivocados. Es una visión cortoplacista. Va en contra de los objetivos de Duque y podría poner en veremos la viabilidad del Gobierno. Es así de grave e ignorarlo solo aumenta su impacto. Decir que los “falsos positivos” fueron la más grave denuncia de la era de Álvaro Uribe es obvio. Es una huella que nunca se borrará y será una marca de infamia que siempre acompañará cualquier recuento de su gobierno.  No importa el número.

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Las ONG lo pondrán en miles de víctimas y los más conservadores en centenares. Lo cierto es que existieron. En su esencia fueron muertes fuera de combate que endosaron las cifras de cada batallón. El objetivo no era ganar la guerra: el “body count” nunca lo logra. El general Mario Montoya, que abogaba por “estadios de muertos”, era un ejemplo de lo que no se debe hacer.  Cuando se anunció la nueva cúpula militar en diciembre, hubo mucha expectativa sobre cuál sería su política. Durante años, el uribismo había denunciado la existencia de unas fuerzas armadas quietas y sin deseos de combate.

Calificar el informe de The New York Times de "tergiversado" no tiene sentido. Más aún después de que el Ejército retiró la directiva.

Era un desenlace esperado del diálogo con las Farc. Se esperaba que en el poder, el uribismo volvería a darles el ímpetu necesario.  Sin duda, se incrementó el número de operaciones. Desde la Casa de Nariño se escucharon partes de victoria tras la captura o dada de baja de X o Y cabecilla. Pero cometen un error: los colombianos estamos en otro momento. Mientras una minoría está a favor de pelear con las Farc, la mayoría espera un gobierno posconflicto que maneje la transición y no nos regrese a 2002.  El debate sobre los “falsos positivos” es un retorno al pasado.

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El domingo anterior, The New York Times denunció un nuevo procedimiento del Ejército colombiano que motivaría actuaciones non sanctas. Es una directiva que les exige a los militares poner en blanco y negro sus objetivos de 2019. Entre las múltiples características hay una meta de número de bajas. Según el Times, todos los generales pronostican un aumento de muertos. Todos.  ¿Cuál es el problema? En Colombia, afortunadamente, no existe la pena de muerte. Los generales, a lo Chavo del Ocho, están aplicando el querer sin querer queriendo.

Podrían incluso quedar vinculados penalmente. La iniciativa viene del uribismo, que la vio, no como parte de un conflicto, sino como la defensa a una amenaza terrorista. De ahí la explicación de reducir la lucha al número de fatalidades. Es un debate sin futuro. Ya la percepción superó la realidad. Y los “falsos positivos” son descritos por las ONG. No hay punto intermedio. Por eso, calificar el informe de The New York Times de “tergiversado” no tiene sentido. Más aún después de que el Ejército retiró la directiva.

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Tal vez pudo haber sido suficiente, pero el caso de Dimar Torres ocurrió. Torres era un desmovilizado de las Farc. Fue asesinado el pasado 22 de abril por el Ejército, pero antes intentaron desaparecerlo. Un típico “falso positivo”. Durante días, el ministro de Defensa dijo que fue producto de un forcejeo. Solo cambió de versión, ya era imposible no hacerlo. Entre tanto, el presidente Duque apenas alcanzó a denunciar el crimen el viernes, cuando el artículo del New York Times entraba a impresión. 

La respuesta del Gobierno fue desafortunada. La carta de los ministros Carlos Holmes Trujillo y Guillermo Botero al periódico fue demasiado larga y le faltó foco. El informe es parte de los briefing de los congresistas demócratas. Otro tema polémico para las ya tumultuosas relaciones con los gringos. Ni qué hablar del escueto tuit del senador Patrick Leahy, en el cual le pide a Duque regañar a la senadora uribista María Fernanda Cabal. Botero no tiene credibilidad. Su continuidad le resta puntos en la cooperación. Ni se diga, tristemente, del comandante del Ejército que está con matrícula condicional.  El ambiente está complejo para Duque. Botero y el mayor general Nicacio Martínez tienen un padrino fuerte. Sin embargo, muy a su pesar, su retiro es la única oportunidad para sacar al Ejército de la crisis. De lo contrario todo lo que puede ir mal, irá peor. 

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