Home

Opinión

Artículo

OPINIÓN

Miseria y calma

Estamos en medio de la crisis, abocados a una repetición del miedo y del odio como banderas de lucha política electoral.

Álvaro Jiménez M, Álvaro Jiménez M
7 de julio de 2020

El monstruo avanza y viene creciendo. Los cierres de pequeños y medianos negocios en municipios como Sutamarchán, Villa de Leyva, Tuluá, Buga, San Gil, Itaguí entre muchos otros de la geografía nacional está sumiendo en la pobreza y en la miseria a un inmenso número de compatriotas.

Estoy escribiendo sobre la situación de María Emilia, una sonriente campesina boyacense que se levantaba el diario a punta de turistas en Villa de Leyva; hablo de don Carlos y su negocio de arepas en el barrio Fátima de Tuluá; o de los vendedores de longaniza que en Sutamarchán daban empleo informal a jóvenes campesinos con ínfulas de urbanos durante los fines de semana.

Igualmente, la falta de ingreso y el hambre se hace cada vez más  agresiva en Bogotá, Cali, Cartagena, para mencionar algunas ciudades. Situaciones como la de Tasajera en la vía Barranquilla-Santa Marta -ahora noticia por la tragedia- ni siquiera clasifican para la extraña caja de hacer ruidos que es el Dane. El desempleo allí no se mide porque no ha existido empleo, como parece que no existieran las personas que allí habitan para quienes han gobernado a Colombia por más de 200 años.

Como ironía, Tasajera es el nombre también de uno de los peajes de la concesión vial Ruta del Sol II. Sí exacto, la del escándalo de Odebrecht. Ver: https://bit.ly/38zzbM0

Ironía que allí donde la población le tema más al hambre que al riesgo de un incendio con gasolina, los flamantes concesionarios recojan diariamente dinero a montones.

Las llagas de hambre y miseria que saldrán a relucir este segundo semestre producto de la caída de la economía, crearán situaciones desesperadas y no se ve al estado nacional preparándose para ello, tampoco el liderazgo capaz de conducirnos como país en ese desierto.

El partido de gobierno y Duque van de un escándalo a otro todos los días, la coalición que lo acompañó y que ahora se reivindica como “centro derecha” afiló los cuchillos para aniquilar a Petro como opositor mientras le llegaba el turno para aniquilarse entre sí. Los denominados “centro izquierda” agrupados en el Partido Verde y algunas expresiones no partidistas como Defendamos la Paz, tienen el reto de desconocer a Petro como realidad política y los voceros de ambos grupos parecen más federación que partido con lo que en la apuesta presidencial real solo está Fajardo, quien tiene altas posibilidades de ser ungido por miedo a un potencial ascenso de Petro, tal como ocurrió en 2018 con Duque.

La discusión gravitará como en 2018, sobre quién es más confiable para los poderes y para la opinión interesada en que no se afecten los fundamentales de la economía, de las Fuerzas Armadas y de las lógicas de poder: ¿Camilo Romero?, ¿Juan Fernando Cristo?, ¿Jorge Robledo? ¿Humberto de la Calle?  ¿Germán Vargas Lleras?, Todo está por verse, pero evidentemente el que más kilometraje de recorrido mediático y cercanía con los poderes tiene es Sergio Fajardo.

Estamos en medio de la crisis, abocados a una repetición del miedo y del odio como banderas de lucha política electoral.

En ese escenario, los pobres y su pobreza, los miserables y su condición solo parecen tener la vocería de Petro, quien a pesar de que los medios digan que está enloquecido, sabe bien que los votos de los sectores más empobrecidos solo alcanzan para agitar las aguas, pero no para llegar al gobierno.

Así que calmaditos. Petro no llegará a la presidencia mientras privilegie solo el apoyo de los más pobres, su discurso asusta a las clases medias en proceso de pauperización para no hablar de las altas y si por acaso el riesgo de una presidencia bajo su conducción crece, habrá otro Ñeñe que le compre los votos a quienes gobernarán el período 2022-2026.

Noticias Destacadas