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Moscas por el rabo

La experiencia lo demuestra: nunca han creado empleo las gabelas a los empresarios: se las guardan. El empleo solo crece cuando se necesita.

Antonio Caballero
27 de octubre de 2012

"¡Que se jodan!"-exclamó hace unos días, enloquecida de fervor, una diputada de la derecha española en el poder cuando su presidente de gobierno anunció ante el Congreso los recortes a las ayudas a los desempleados en la desvertebrada España. Que se jodan los pobres. Recordé la exclamación la otra noche, al ver en la televisión al presidente Juan Manuel Santos exponer las bondades de su reforma tributaria: que "busca más equidad" y que "generará 1 millón de empleos". No es así, y él lo sabe. Lo mismo dicen sus ministros de Hacienda, ayer Juan Carlos Echeverry y hoy Mauricio Cárdenas: que si equidad, que si empleo. No es así, y ellos lo saben. Tal vez la reforma tenga otras virtudes, pero no esas dos.

Al contrario. En eso han coincidido todos los comentaristas económicos de la prensa, y así lo corrobora el entusiasmo con que han saludado el proyecto los grandes empresarios de la Andi. El parlamentario del Polo Jorge Enrique Robledo le ha apostado al jugador Santos su puesto de senador contra el suyo de presidente -sus restos- a que lo que dice es mentira: que no favorece la equidad ni propicia la creación de empleo una reforma tributaria que rebaja los impuestos de los ricos, en sus personas y en sus empresas, y los descarga sobre las clases medias. "Les disminuye en 8 billones de pesos los impuestos a las empresas más poderosas de Colombia -dice Robledo; y en cambio- los ingresos por trabajo pagarán más tributos por aproximadamente 7 billones". Las cifras que da el Ministerio de Haciendo son distintas: se reduce el recaudo a empresas en 3,6 billones, y a personas aumenta en 4,7. ¿Quién dice la verdad? Habrá que esperar a ver si Santos ve, o pasa.

Dice Eduardo Sarmiento en El Espectador: "queda la descubierto que el propósito de la reforma es reducir los ingresos del trabajo con respecto al capital". Dice Juan Manuel López en Dinero: "¿Será que se intenta radicalizar el modelo (neoliberal) aprovechando la distracción de los diálogos de paz?". Dice Salomón Kalmanovitz en El Espectador: "Al reducir el impuesto a las ganancias ocasionales y a las herencias del 33 al 10 por ciento (se está) perpetuando la inequidad generación tras generación".

Por lo demás, la experiencia lo demuestra: nunca han creado empleo las gabelas concedidas a los empresarios: se las guardan. El empleo solo crece cuando se necesita.

Pero no es la regresiva y retardataria reforma tributaria lo único retardatario y regresivo en el gobierno de Santos. Hay una contradicción frontal -una contradicción antagónica, dirían los marxistas- entre toda la política económica que promueve y todas las demás que dice promover: la política social y la -llamémoslo así- política-política. La política económica es decididamente neoliberal, como lo han sido las de todos los gobiernos desde la "apertura" de César Gaviria en los años noventa: una política que ha convertido a Colombia -detrás del desventurado Haití- en el país más inequitativo del continente. Y eso choca de frente con las iniciativas por las cuales Santos pretende "pasar a la historia", como dicen: la de restitución de tierras y la de reparación a las víctimas (la de las 100.000 viviendas gratis es para que el ministro Germán Vargas pase a la Casa de Nariño). Y, sobre todo, claro, la política de paz en que se ha embarcado a través de las tratativas con las guerrillas.

Cierto: no se va a discutir en la mesa de diálogo de La Habana todo el trasfondo estructural que dio origen al conflicto, sino solo cinco temas específicos. Pero la más ambiciosa construcción de la paz que tiene que venir después sí tiene mucho que ver con el modelo económico, que está en contradicción antagónica con la "paz con justicia social" de que hablan las guerrillas y con la "búsqueda de la equidad" de que habla Juan Manuel Santos.

A ver ahora cómo ata esa mosca por el rabo. Cómo se baila ese trompo en l´uña.

Nota: Cecilia Orozco, premio Simón Bolívar al periodista del año. Por lo visto todavía quedan sitios en el país en donde no manda el señor procurador Alejandro Ordóñez.