Home

Opinión

Artículo

OPINIÓN

"Te conozco bacalao"

La escena es como sigue: sin importar el escándalo, tampoco el desprestigio y la corrupción que los agobia, la élite política ha sacado a relucir una asombrosa hipocresía y desmesurada ambición por el poder valiéndose del miedo al otro y propuestas que ponen en vilo los acuerdos de paz.

Javier Gómez, Javier Gómez
6 de junio de 2018

Cuando “la política es dinámica”, como alguna vez lo dijo el presidente Santos, tampoco  sorprende la manera como se justifican las movidas políticas. “Solo los imbéciles no cambian de manera de pensar”, alegaba el premio nobel de paz para explicar su “Tercera Vía”. Así funciona la política en Colombia, lejos de convicciones sociales, económicas y de cambios que modernicen la sociedad colombiana, está más cercana a las fluctuaciones de sus propios intereses, al arsenal de leyes para clavarle a los pobres las leyes del mercado y a los ricos favorecerles sus privilegios.  

Seguramente las siguientes frases que les voy a referir ustedes ya las habrán visto a través de la redes sociales, tan prolíficas por estos días previos a elecciones. Pero es pertinente, también, dejarlas por escrito para irlas acumulando en el escaparate de la infamia, en el muro de la incoherencia y la desfachatez secular que merodea a nuestros políticos nacionales. Aclaro, para ser justos, los acostumbrados a la mermelada, la corrupción y los dueños del aparato clientelar que han hecho de estos enjambres oscuros, su proyecto de vida.

Veamos:

Hace cuatro años por esta época, Cesar Gaviria se ponía la camiseta a favor de Santos e insultaba a Álvaro Uribe (igual como hoy, con un candidato títere: Zuluaga) desde las tribunas: ¡Uribe, mentiroso…Uribe, mentiroso! Le gritaba micrófono en mano. Pero además lo señalaba de haber utilizado el tristemente célebre DAS para montar desde ahí “un aparato político de delincuentes”, controlar “la Corte Suprema de Justicia y el fiscal para proteger sus fechorías”.

El expresidente liberal, cuya magistratura catapultó frente al cadáver de Luis Carlos Galán en agosto de 1989, arropando la lucha contra la corrupción y el narcotráfico, hoy simula pragmatismo político para justificar su cambio de postura arguyendo que “no se la iba a pasar peleando toda la vida con el expresidente Uribe”. Decía Hannah Arendt que “uno de los motivos de la eficacia y peligrosidad de los prejuicios es que siempre ocultan un pedazo del pasado”.        

Vamos con otro personaje de la vida nacional que a juicio de muchos de sus amigos conoce más campos de golf que bibliotecas. El expresidente Pastrana. El exmandatario de la Nueva Fuerza Democrática, un partido de garaje que se inventó para llegar a la presidencia en 1998, en una entrevista con el periodista mexicano Jorge Ramos, este le pregunta: “¿Uribe está vinculado con el paramilitarismo?” A lo cual, Andrés Pastrana, responde sin titubeo alguno: “Yo lo he denunciado”. Se quedó ahí, en la denuncia y nunca siquiera instauró una querella. No nos ha querido contar Pastrana a los colombianos cuál fue la alquimia que lo hizo cambiar de parecer y hoy se sienta a manteles con quien, alguna vez, denunció de tener nexos con los paracos.    

La incoherencia sigue tan campante. La evangélica Viviane Morales, otrora oponente y crítica virulenta del uribismo, por arte de birlibirloque pasó de responsabilizar al Centro Democrático de promover el atraso en el campo e inventarse “una reforma agraria para favorecer el fenómeno paramilitar”, a sumarse a la campaña de Uribe (Duque) por considerarla moderna y porque consulta los verdaderos problemas del país; se le olvida que argumentó que esa desastrosa Reforma Agraria, los del uribismo, la hicieron para favorecer al gran capital con Carimagua (a la cabeza), o lo que hicieron con Agro Ingreso Seguro. “Eso –agregó- si deja al descubierto la ideología oculta que hay detrás de tanta mentira”; Vaya, Vaya.

Y para finalizar con las infinitas incoherencias de nuestros dinosaurios políticos, otra perla. Decía Vargas Lleras que una “investigación de la justicia dejó en claro que el verdadero amigo de Álvaro Uribe, el que le dio todo su apoyo, era Mancuso”. Todo su partido, Cambio Radical, ya está en las huestes “del amigo de Mancuso”, como decía el excandidato.

Esta es la historia, la triste historia que por razones de espacio no alcanzaríamos a referir pues los ejemplos cunden por millares y que por estas épocas electorales van tras la secular mermelada. Pero como dice el gran Héctor Lavoe: “Te conozco bacalao, aunque vengas disfrazado”.   

@jairotevi

Noticias Destacadas