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Muros de la Infamia ¿Por qué? y ¿Para qué?

La concejal de Bogotá Gilma Jiménez explica por qué defiende los llamados muros de la infamia en donde están las fotos de los abusadores sexuales. En memoria de un Ángel

Semana
12 de mayo de 2007

Saray Andrea era una niña de 4 años. Era, porque murió. La asesinaron después de que su padrastro la maltrató y la violó junto a otros “hombres”. Dios sabe durante cuánto tiempo y con la complicidad de su “mamá”. Como Andrea, son cientos de miles los niñ@s que cada año son violados y maltratados, algunos hasta asesinarlos, producto de esas atrocidades. De la mayoría ni nos enteramos –como de Andrea– porque son crímenes silenciosos que duran meses y hasta años y no son denunciados, algunos con la complicidad de las familias. Unos los registran las estadísticas y otros los denuncian, pero están en la impunidad y unos pocos agresores con unas condenas tan bajas, que son otra especie de “violación social” contra los niñ@s.

Les pregunto a los lectores si la sola descripción del drama de Andrea no es suficiente ilustración para soportar legal y socialmente los Muros de la Infamia y la Prisión Perpetua como castigo para los criminales. ¿No les parece que la sola discusión y las dudas sobre lo que el sentido común indica hacer, son el reflejo de una sociedad incoherente y con graves problemas morales y éticos?

¿Por qué los Muros? Por Andrea. Una sociedad y un país que se precien de ser moralmente correctos y que quieran tener viabilidad deben convertir a sus niñ@s en su más importante capital social. Por esto, es que garantizar a todos los niñ@s que sus derechos, especialmente los que protegen su integridad física y moral, se cumplan efectivamente y que sean prevalentes, es nuestro más importante desafío de país.

Siempre es más fácil hablar que hacer. El Concejo de Bogotá tomó una decisión difícil y como siempre cuando se toman decisiones, se corren riesgos. Dura como todo lo que rodea este drama tan doloroso como el del abuso sexual. Y eso es lo que precisamente este país debe hacer. Correr con los riegos que sea necesario y tomar las decisiones políticas para garantizar a todos los niñ@s una infancia segura y feliz.

Las cifras que cada año presentan las autoridades de denuncias y los dictámenes sexológicos indican que más del 70 por ciento son practicados a menores de edad y que los niñ@s más afectados son los menores de 10 años. Estos datos nos indican que hasta el momento no hemos hecho lo correcto. Los logros y los avances se reducen a registrar la información de las capturas y las condenas. Y en tener unos datos incompletos de las víctimas, contradictorios entre las mismas entidades responsables e inoportunos porque siempre aparecen con un año de retraso.

Y ¿para qué los Muros? Para que en memoria de las “Andreas” fallecidas y vivas, y como un homenaje en general a los niñ@s víctimas, la sociedad envíe un mensaje contundente, en el sentido de que los delitos contra los niñ@s son de lesa humanidad y que no vamos a seguir tolerándolos con nuestro silencio y nuestra indolencia. Para reparar en algo el daño causado. Para disuadir. Para prevenir a todos los niñ@s y sus familias del peligro. Para que nos sacudamos como sociedad y romper el silencio.

Por supuesto, eso solo no resuelve el problema. Debemos trabajar para erradicar ese flagelo. Superar los discursos y los análisis y tomar decisiones. Lograr que las familias cómplices entiendan que los niñ@s son más importantes que sus agresores, y que tienen la obligación de denunciarlos. Debemos lograr que todos los padres y las madres amen y protejan a sus hijos desde antes de nacer. Todos los niñ@s deben ser deseados.

El Estado debe hacer los esfuerzos presupuestales necesarios para garantizar a todos los niñ@s de este país los mínimos vitales y un cuidado adecuado, por lo menos en sus primeros años. Y tenemos la obligación de reparar en algo el daño garantizando a las víctimas y sus familias, cuando no han sido cómplices, de una atención oportuna, digna y profesional para atenuar en algo un daño, que es irreparable. En memoria y homenaje de todas las víctimas.

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