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La medalla que no se otorgará

Parece cuento de película: en pleno siglo XXI un hombre es liberado de un ruín secuestro a cambio de una gruesa suma de dinero adicionada con la garantía de un ser humano, por el saldo de la deuda.

Nancy Patricia Gutiérrez, Nancy Patricia Gutiérrez
18 de agosto de 2016

Hay una medalla que no se ha puesto. Que la debe otorgar el país y que estamos en mora de anunciarla: la de la hermandad, la solidaridad y la generosidad; la que se merece Odin Sánchez Montes de Occa, quien desafiando toda lógica se ofreció en secuestro, en un acto de compasión sin límite a cambio de la liberación de su hermano que llevaba tres años secuestrado por el ELN. Es la manifestación de lo dicho por el Papa Francisco sobre la relación que se genera en las familias “el vínculo de fraternidad que se forma entre hermanos… es una gran escuela de libertad y de paz”.

El día a día, el exagerado protagonismo de temas que se ponen de moda por agendas distintas a las del interés real de la gente y la tolerancia con el crimen que nos deja al borde del abismo, impiden que nos manifestemos masivamente, de manera constante y enérgica para exigir que devuelvan a Odin. Parece cuento de película: en pleno siglo XXI un hombre es liberado de un ruin secuestro, a cambio de una gruesa suma de dinero, adicionada con la garantía de un ser humano, por el saldo de la deuda; a los ojos de las autoridades y del país se dio este horroroso crimen y en el mismo escenario, lo único que podemos hacer además de pedirle a Dios se dé un milagro, es comprar una boleta de quinientos mil pesos para la rifa que adelanta su familia, con el fin de recaudar los tres mil millones adicionales que deben entregar a los secuestradores, para que lo devuelvan.

Esta triste historia, genera sentimientos encontrados; los mismos que ponen en conflicto la decisión de creer o no creer en quienes de forma inhumana juegan con la vida y con la libertad de las personas y con la tranquilidad y la armonía de las familias víctimas de agresiones escudadas en la mezcla de violencia, ilegalidad, dinero y “conceptos” políticos; los hermanos de Odín no saben qué puertas golpear, cómo conseguir el dinero que exige el ELN, cómo atajar el dolor, cómo llegar a las instancias del alto gobierno para que se defina una estrategia que lleve a su liberación; la única voz conocida que se ha manifestado de forma contundente es la de la periodista Salud Hernández, quien ha hecho de la liberación de secuestrados una causa personal, conoce la crueldad del ELN y luego de haber experimentado en su propio pellejo el secuestro, ha pedido solidaridad para con un ser humano infamemente secuestrado.

En los últimos días el orgullo por nuestros medallistas olímpicos, nos hace pensar en el valor de la disciplina, del esfuerzo personal, de la igualdad; sus historias de vida dan fe de que no se dejaron atrapar por las dificultades, ni por la discusión sobre las minorías, sino que por el contrario, este ha sido uno de los obstáculos salvados con dignidad. Falta gritar por Odin, se merece el reconocimiento al testimonio de “libertad y paz”, ojalá su vida no quede sepultada en la selva chocoana y su sacrificio se conozca en el país y en instancias internacionales defensoras de los derechos humanos.

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