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Narcotráfico: preguntas para el debate

Ahora que en la mesa de negociaciones entre las Farc y el gobierno nacional se habla de narcotráfico, bien vale la pena preguntarse por las variables trasnacionales del negocio.

Juan Diego Restrepo E., Juan Diego Restrepo E.
29 de noviembre de 2013

Un eventual acuerdo en relación con el narcotráfico entre la guerrilla de las Farc y el gobierno nacional no significará el final de un negocio rentable que se ha enquistado en la economía colombiana desde hace varias décadas. 

Y no lo será por su carácter trasnacional, pues en todo el mundo hay unos consumidores ávidos de las drogas ilícitas que se producen en nuestro país y unas redes ambiciosas que, pese a las legislaciones nacionales e internacionales, están dispuestas a correr los riesgos para obtener las fabulosas ganancias que genera esa actividad ilícita.

Cuando se lee el punto que se viene discutiendo en La Habana, Cuba, sobre “la solución al problema de las drogas ilícitas”, la verdad es que no hay mayores esperanzas en cuanto al alcance de los acuerdos. La agenda toca tres asuntos: 1) Programas de sustitución de cultivos de uso ilícito. Planes integrales de desarrollo con participación de las comunidades en el diseño, ejecución y evaluación de los programas de sustitución y recuperación ambiental de las áreas afectadas por dichos cultivos; 2) Programas de prevención del consumo y salud pública; 3) Solución del fenómeno de producción y comercialización de narcóticos.

¿Quién podría decir que son novedosos esos temas? ¿En verdad están los nodos centrales del problema? ¿Un posible acuerdo sobre ellos le pone fin al problema? Raro, cuando menos, que no se haya incluido allí el espinoso tema de la extradición, un agudo asunto que algunos jefes de las Farc tendrán que afrontar luego de su desmovilización por cuanto son requeridos por la justicia de Estados Unidos. Recuérdese lo ocurrido con los jefes de las Autodefensas Unidas de Colombia (Auc).

Esos puntos asuntos concertados son una mirada muy local del problema, desde las montañas podría decirse, pero sin mayores perspectivas internacionales. Es más, yo dudo que solo dos partes -guerrilla y gobierno- sean los únicos interlocutores para abordar el asunto. En temas trasnacionales son diversos los actores que actúan de una u otra forma. La pregunta es: ¿Se escucharán esas voces en La Habana? ¿Serán influyentes sus observaciones?

En temas de narcotráfico, digamos, entre los delincuentes que se dedican al negocio, las Farc no son los únicos que como organización criminal se lucran del asunto. En ese sentido, vale la pena preguntarse por el papel que en ese escenario cumplen aquellos grupos que surgieron tras la desmovilización de las Auc y los que se constituyeron tras las alianzas de los llamados carteles, háblese de ‘Los Urabeños’ y de ‘Los Rastrojos’.

En el mejor de los escenarios, digamos que las Farc quedan por fuera del negocio. ¿Alguien sabe qué pasará con esos grupos armados organizados ilegales? El mundo de la ilegalidad, sobre todo cuando es poderosa económica y militarmente, siempre va un paso más delante de la legalidad, porque cuenta con el dinero suficiente para pagarles a expertos que les ayuden a sortear toda serie de trabas jurídicas y a pensar en estrategias de futuro. No dudo que ya estén trabajando en los posibles escenarios sin la guerrilla como un fuerte competidor.

Diego Gambetta, uno de los estudiosos del tema de la mafia, en un interesante prólogo del libro  “Los orígenes de la mafia”, precisó en tres conceptos las circunstancias que permiten que un asunto como el narcotráfico, uno de los tantos negocios de las mafias, se instale en una región determinada: “… la gente no coopera cuando sería mutuamente beneficioso hacerlo; compite de forma perjudicial; y, por último, se abstiene de competir en aquellos casos en los que todos podrían salir ganando considerablemente con la competencia”.

Colombia no es ajena a esas circunstancias y se han expresado de manera profunda tanto en campos como en ciudades. Claro, hay un asunto de falta de oportunidades económicas, de falta de desarrollo rural y de ausencia de estrategias de legalidad para superar esa inclinación a la ilegalidad que se ha instalado en la conciencia de miles de ciudadanos de todos los estratos desde la década del setenta para adquirir dinero a manos llenas sin importar sus consecuencias. Y a mi juicio eso ha persistido no sólo por la debilidad de la estructura estatal sino por asuntos de mercado: uno pone el capital allí donde es más rentable.

El guerrillero ‘Iván Márquez’, integrante del grupo de negociadores de la guerrilla, no dijo nada nuevo en La Habana hace unos días momentos antes de la reanudación de las conversaciones con el gobierno colombiano  cuando dijo “No es éste un problema exclusivo de Colombia, sino un problema internacional cuya solución debe comprometer al conjunto de las naciones”. Es una postura que han sostenido por décadas presientes de la República, ministros, líderes económicos y representantes de diversos partidos políticos. 

Las Farc no llegan con una postura novedosa a la mesa para hablar de narcotráfico, si se tienen en cuenta las declaraciones públicas de ‘Márquez’ dadas hace pocos días: “No es éste un problema exclusivo de Colombia, sino un problema internacional cuya solución debe comprometer al conjunto de las naciones”; “Si convenimos que no es lo mismo coca que cocaína, resulta ilógico que para acabar con el problema del narcotráfico se deba entonces erradicar una planta que puede brindar beneficios a la humanidad”; “el narcotráfico es la excusa para el intervencionismo de potencias extranjeras en el conflicto interno colombiano”.

Pero los negociadores por parte del gobierno nacional tampoco arriban a este punto de la agenda con temas novedosos para resolver este punto de la agenda. O por lo menos no se han hecho públicos. Lo único que se escuchan son diagnósticos básicos, lugares comunes discursivos, que no aportan nada al debate, como lo dicho por el presidente Juan Manuel Santos: “Si no tuviéramos narcotráfico posiblemente no tendríamos esas bandas criminales y posiblemente las Farc y el Eln no estarían donde están”.

Una “Colombia sin coca”, como la piensa Santos, requerirá algo más que un acuerdo con la guerrilla de las Farc. De ahí que se le deba exigir al gobierno nacional claridad en la agenda sobre este tema, recuerden que es un negocio transnacional, donde hay intereses foráneos, y su resolución tendrá impactos concretos en la superación del conflicto armado. 

(*) Periodista y docente universitario - @jdrestrepoe

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