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Navidades en el Eje Cafetero

Las navidades de los últimos tiempos han perdido el encanto, la solemnidad de la fe y la dimensión espiritual de otras épocas.

Uriel Ortiz Soto
26 de diciembre de 2015

Quienes tuvimos el privilegio de pasar los primeros años de nuestra existencia en la región del Eje Cafetero, recordamos con nostalgia cómo se celebraban las navidades. Todo transcurría dentro de un espíritu esencialmente religioso pero, al mismo tiempo social y festivo.

Era la ocasión para el reencuentro con nuestros familiares y amigos que llegaban de otras partes a pasar las festividades de fin de año en compañía de los suyos. Los preparativos se iniciaban desde el mes de Noviembre, cuando los estudiantes salían para sus fincas a dar rienda suelta a sus sanos esparcimientos.

Los pesebres eran verdaderos escenarios de piedad artística que, finalmente resultaban imitando monumentos a la grandeza e imaginación. Para construirlos, por lo regular se acudía a la recolección moderada del musgo, el llamado colchón de pobre y otras plantas silvestres, como el platanillo, – hoy llamado heliconia-.

La novena de aguinaldos se rezaba en comunidad amenizada por pequeños instrumentos fabricados y ejecutados con destreza por pequeños y mayores, en ellas no faltaba la natilla y los buñuelos y una que otra copa de aguardiente.

Era la ocasión para limar pequeñas asperezas surgidas durante el año entre compadres y comadres, quienes se juraban en medio de lagrimas no volver a distanciase de su amistad.

El veinticuatro de diciembre, desde las primeras horas de la alborada empezaba a percibirse por todos los alrededores el olor a helecho sarro quemado, y no era para menos: el vecino tacaño le había amarrado el hocico al porcino con una cordel de fique,  para evitar sus chillidos al momento de ser sacrificado y no tener que compartir la deliciosa carne con nadie, pero esto no le servía de pretexto, puesto que merced a su delación, sus vecinos empezaban a llegar armados de instrumentos y al son de villancicos interpretados diestramente, ablandaban el corazón de su circundante.

Ese mismo día a partir de las doce del día empezaba la guerra de viandas entre las matronas de veredas, quienes mandaban a sus párvulos a distribuirlas entre sus contrincantes, que siempre las respondían con otro tanto.

Al filo de las ocho de la noche, se rezaba la novena en familia, chicos y grandes se acostaban a esperar la llegada del niño dios. A eso de las doce de la noche los padres de familia anunciaban a los chiquillos su llegada  y se procedía a destapar los regalos que habían sido depositados para cada quién en los alrededores del pesebre y finalmente se servía la cena y luego asistir a la misa de gallo.

Qué épocas tan bellas, ¿verdad amigo lector? Se fueron y no volvieron, las navidades de los últimos tiempos han perdido el encanto, la solemnidad de la fe y la dimensión espiritual de otras épocas. Los principios y valores inculcados por nuestros mayores, sobre el sentido litúrgico, católico y religioso de las navidades,  han sido relegados a cosas del pasado.

Hoy las navidades, tienen el estigma amargo de la violencia, ¿cuantas familias para esta temporada están llorando con amargura y desesperación, el asesinato, secuestro o desaparición de un ser querido? La paz tan anhelada por todos los Colombianos, debe ser el mejor regalo otorgado por los grupos que operan la margen de la ley, llámense guerrilla, paramilitares o delincuencia común. No solamente la, región del Eje Cafetero a la cual nos estamos refiriendo, este flagelo se apoderó de todo el país.

Esperamos que la anhelada paz que se negocia en la Habana- Cuba, entre comisionados de las FARC y del Gobierno entiendan este mensaje, pero sobre todo que liberen a todos los secuestrados especialmente a los menores de edad que se encuentran en sus filas, desde que se inicio el proceso se comprometieron a liberarlos, pero hasta la fecha no han cumplido.

¿Sería mucho pedirles que nos den una sorpresa navideña liberándolos a todos?

Deseo a través de esta columna pedir a los negociadores, con humildad y sin resentimiento, que el querer de la mayoría de los colombianos, es que para el 2016 se firme el acuerdo de paz, pero sin revanchismos y sin trapisondas, respetando el derecho de las víctimas a ser resarcidas en sus daños y perjuicios causados, y en lo posible que se opte para refrendarlo por la vía de una Asamblea Nacional Constituyente.

urielos@telmex.net.co   

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