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Una ruleta rusa

Toda negociación tiene un límite. Es demasiado riesgoso seguir jugando con las Farc.

Alfonso Cuéllar
19 de noviembre de 2016

La noche del 8 de noviembre, antes de conocerse los primeros resultados de las elecciones, se divulgó un breve discurso del presidente Barack Obama al pueblo estadounidense. En él, Obama dijo: “recuerden, independiente de lo que ocurra (en los comicios), el sol saldrá en la mañana”. Era un mensaje extraño; las encuestas a boca de urna daban como ganadora a Hillary Clinton y había tranquilidad en los mercados. El día siguiente y tras confirmarse la sorpresiva victoria de Donald Trump, según relató The New Yorker, Obama reunió a su equipo de la Casa Blanca y les dijo: “no es el apocalipsis”. Desde entonces, el mandatario se ha esforzado a convencer a propios y extraños que un gobierno de Trump quizás no sea tan destructivo y extremista como advirtiera el mismo mandatario y tantos analistas.

Es pensar con el deseo. Sucedió igual con el voto del Brexit. Después de la turbulencia inicial, hubo relativa tranquilidad. No se acabó el mundo, refregaban diariamente los promotores de la salida del Reino Unido de la Unión Europea a los defensores del statu quo. Con el paso del tiempo, han ido ganando espacio nuevamente los fatalistas. Es evidente que el gobierno conservador de la primera ministra Theresa May no podrá cumplir con la promesa principal del Brexit: que los británicos podrían beneficiarse de los positivo -el libre comercio- sin los costos -la inmigración-.

Con sus primeros nombramientos, Trump ha dejado claro que su discurso electoral no era puro cuento. Que aspira cumplirle a sus votantes. No hay político más anti-inmigrante que el senador Jeff Sessions, candidato a fiscal general. Difícil encontrar un consejero de seguridad nacional más radical y extremista que el ex general Michael Flynn, quien, según el New York Times, tiene una tendencia a exagerar la verdad. Su futuro asesor en la Casa Blanca, Stephen Bannon dirige un portal de noticias, conocida por diseminar conspiraciones y hacer apología al racismo. Y su futuro director de la CIA, el congresista Mike Pompeo ha defendido la tortura.

Con el Brexit y el triunfo de Trump se ha confirmada la máxima democrática: las elecciones tienen consecuencias. Es un error frivolizarlas y minimizar las advertencias preelectorales y los riesgos inherentes.

Temo que algo similar nos ha pasado en Colombia con el resultado del plebiscito del domingo 2 de octubre. También salió el sol el lunes en la mañana. La tal guerra urbana, de la que el presidente Juan Manuel Santos habló en un foro en Medellín, no se materializó. El cese al fuego bilateral se prorrogó y las FARC concentraron su tropa en los sitios acordados. La comunidad internacional mantuvo su apoyo; las Naciones Unidas, su compromiso a la verificación. Las FARC aceptaron renegociar el mejor acuerdo posible, contradiciendo lo afirmado una y otra vez por Humberto de la Calle.

Nada de lo anterior, sin embargo, estaba garantizado. Era igualmente probable que la guerrilla se replegara a sus zonas de retaguardia. Que acudiera a acciones terroristas para presionar a la opinión pública como lo hizo en mayo y junio de 2015.

Que se negara a cambiarle una coma al acuerdo e insistiera en la tesis de que era un tratado internacional. Se nos olvida que en cualquier negociación la contraparte siempre tiene otra opción, por irracional que nos parezca.

Un cese al fuego es por su propia esencia frágil y temporal. Más cuando uno de los dos bandos ya estaba jugado por el desarme y tuvo que frenar en seco. Más de cinco mil hombres y mujeres armados quedaron en el peor de los mundos, en tierra de nadie. Y con un futuro incierto. Eso explica el afán del gobierno de querer implementar cuanto antes el nuevo acuerdo.

Se ha vuelto el pan de cada día poner en el mismo canasto el Brexit, la “Trumpada” y el plebiscito colombiano. Un error de apreciación. Los primeros dos no tienen un arreglo inmediato. Al Reino Unido le esperan años de incertidumbre mientras se concreten las condiciones de su nueva relación con la Unión Europea. A los gringos y al mundo, Trump promete un cuatrienio de volatilidad.

Colombia, en cambio, puede pasar la página si los del “No” comprenden que ahora sí es el mejor acuerdo posible. Que si bien tenían razones para oponerse al anterior, es demasiado riesgoso volver a lanzar los dados. Que eventualmente en la ruleta rusa muere el jugador.

En Twitter Fonzi65

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