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Ni tan Clara

Si la elección fuera sólo de Clara López, yo hasta votaría por ella, pero el entorno tóxico que la rodea ciertamente lo pone a uno a pensar.

José Manuel Acevedo M., José Manuel Acevedo M.
21 de febrero de 2015

Clara López empató la carrera por la Presidencia de la República con su aspiración a la Alcaldía de Bogotá. Una afortunada coincidencia que le ha permitido conservar intactos sus niveles de favorabilidad.

Ciertamente, Clara es una mujer de méritos, de preparación académica excepcional y de convicciones políticas férreas. Demostró un tremendo pragmatismo en las pasadas elecciones presidenciales cuando en la segunda vuelta apoyó públicamente a Juan Manuel Santos a pesar de la molestia de los sectores más radicales de izquierda.

Con todo aquello, la ruta para quedarse con la alcaldía no parece tan clara como su nombre. Aun si lograra superar las pruebas internas que copartidarios suyos en el Polo Democrático como Jorge Enrique Robledo han querido plantearle, la izquierda puede llegar dividida a los comicios por cuenta de que una parte de ese electorado estará con el candidato que a dedo escoja el actual mandatario de los bogotanos y que, como van las cosas, puede terminar siendo Hollman Morris. Con el ego que se gasta Morris y la distancia que siempre ha habido entre Petro y Clara, es posible que no logren ponerse de acuerdo y presenten dos candidaturas por separado, lo que le haría daño sobre todo a la candidata López.

Pero no son las trabas en la mecánica electoral las que más me preocupan frente a una posible elección de Clara como alcaldesa de Bogotá. Me mortifica más la idea de que su círculo inmediato sea el que se siente en el Palacio Liévano a gobernar esta desbaratada ciudad.

Así como Ollanta Humala tiene de esposa a la cuestionada Nadine Heredia, Peña Nieto a la enredada actriz Angélica Rivera y Viviane Morales tenía de marido al polémico Carlos Alonso Lucio mientras era fiscal, Clara López tiene a su lado un personaje complicado como Carlos Romero.

Sobre él han pesado diferentes acusaciones desde cuando la revista Cambio denunció las movidas para pavimentar sus aspiraciones personales aprovechándose de la posición de su esposa en la Secretaría de gobierno. Luego, han surgido otras sindicaciones más graves que lo comprometen con el carrusel de contratos en Bogotá, sin duda el peor escándalo que ha habido en la capital. Actualmente, Romero figura como indiciado en un proceso en la Fiscalía delegada ante la Corte Suprema por un posible cohecho de varios millones de pesos y se dice que quedará muy mal parado cuando Julio Gómez, el bandido aquel, publique un libro en el que cuenta algunos otros datos que comprometen al señor Romero.

Aun si Clara lograra mandar a Taganga a su esposo para que no interfiera en su administración, como lo comentó en la campaña presidencial, otro personaje de ingrata recordación para muchos se ha convertido en eje central de su aspiración. Se trata del excongresista Jaime Dussán, que ha esquivado todos los líos judiciales en los que lo han metido pero que, sin duda, representa un estilo de vieja política que en nada contribuiría a ese timonazo que Bogotá reclama.

Dussán hace las llamadas claves, convoca a la gente, apoya sin chistar a la candidata López y dicen los que lo ven en acción que se le notan las ganas de volver al poder porque, al igual que Clara, también estuvo cerca, muy cerca de la administración corrupta de Samuel Moreno.

Lo cierto es que ni Clara se va a divorciar de Romero ni se va a alejar de Dussán y con esos elefantes y algunos otros encima, pinta como la favorita de los bogotanos para quedarse con la alcaldía de esta ciudad.

Si la elección fuera sólo de Clara López, yo hasta votaría por ella, pero el entorno tóxico que la rodea ciertamente lo pone a uno a pensar…