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Maduro atornillado ¿Quién lo desatornillará?

Maduro ha demostrado ser más duro de lo que muchos pensaban. A instancias de Cuba y de Rusia, ha adoptado la consigna castrista de atornillarse en el poder y no ceder nada, nunca. Simples golpes de opinión y la ilusa esperanza de que Maduro decida 'motu proprio' abandonar el poder para irse a un tribunal de justicia nacional o internacional no van a cambiar las cosas.

Camilo Granada, Camilo Granada
1 de mayo de 2019

El nuevo intento de forzar la transición democrática en Venezuela tomó por sorpresa a muchos, incluso en el campo de la oposición y deja muchas incertidumbres frente al futuro. La clave para desbloquear la situación, como ocurrió en Argelia y Sudán está en la masificación de la movilización ciudadana que presione un acuerdo con miembros claves del régimen para lograr desbloquear la situación.

Al momento de escribir estas líneas aún no se han desarrollado las manifestaciones convocadas por el presidente Guaidó en Venezuela para el primero de mayo. El resultado de esta jornada puede ser determinante para el futuro de Venezuela. Si la oposición logra que la movilización sea masiva y se convierta en el inicio de una protesta ciudadana sostenida, la balanza se inclinará a favor de quienes exigen y defienden el retorno a la democracia.

Desde la autoproclamación del presidente de la Asamblea como presidente interino de la república no se ha logrado que el amplio movimiento social y político que lo respalda se movilice y transforme el desafío al régimen en jaque mate.

La muy anunciada operación humanitaria del 23 de febrero pasado no concitó el apoyo masivo en las calles que se esperaba. Tenía aparentemente todos los ingredientes necesarios para ser exitosa: respondía a la dolorosa crisis que padecen los venezolanos todos los días por la falta de comida y medicamentos; contaba con el apoyo de los más de 60 gobiernos que habían reconocido a Guaidó como autoridad legítima del país; había concitado la atención mundial de los medios y había generado una gran expectativa. Sin embargo, la montaña dio a luz a un ratón. Ni la gente se movilizó, ni los militares ni la guardia nacional obedecieron a los llamados nacionales e internacionales para que dejaran entrar las ayudas.

El intento de ayer siguió una estrategia totalmente opuesta. Si se creen las declaraciones del secretario de Estado Mike Pompeo, estuvo precedida de negociaciones y conversaciones secretas con altos funcionarios del régimen. Estaba diseñada para convertir un golpe interno en movimiento de masa. Exactamente al revés de la anterior. Parecía que podía ser el camino, pues para todos es claro que mientras Maduro tenga el apoyo de los militares –y en particular del poderoso ministro de defensa Padrino– su salida no será posible. Pero también fue sofocada y no dio los resultados esperados.

Lo que no ha hecho Guaidó aún es convocar a una verdadera unidad nacional alrededor de la transición. Si bien los demás líderes de la oposición le han manifestado su apoyo, no se les ve jugar un papel activo y protagónico y la Mesa de Unidad Democrática desapareció del panorama. Guaidó debería, como presidente interino, nombrar un gobierno interino con la participación de figuras representativas de todas las fuerzas políticas y sociales del país. Un gobierno que muestre que la salida de Maduro no sería un salto al vacío, que la transición hacia nuevas elecciones está organizada, que las medidas de urgencia para empezar a resolver la crisis están pensadas y planeadas.

Es notoria también la ausencia de los principales actores del sector privado, gremial y sindical. Si Guaidó no cambia la dinámica de ser el llanero solitario a ser un verdadero aglutinador que da juego a todas las vertientes políticas y sociales que claman por el cambio, su apuesta se hará más difícil.

Maduro ha demostrado ser más duro de lo que muchos pensaban. A instancias de Cuba y de Rusia, ha adoptado la consigna castrista de atornillarse en el poder y no ceder nada, nunca. Simples golpes de opinión y la ilusa esperanza de que Maduro decida motu proprio abandonar el poder para irse a un tribunal de justicia nacional o internacional no van a cambiar las cosas. Solo una combinación de movilizaciones masivas, la unidad de todas las fuerzas políticas y deserciones acordadas lo puede sacar. Las recientes transiciones iniciadas en Argelia y Sudán demuestran que esa es la salida efectiva y pacífica.

Es entendible que después de las grandes movilizaciones y huelgas generales de años anteriores, los venezolanos sean reticentes frente esa opción. Pero la situación ha cambiado. Y si se trata de reivindicar la voz del pueblo para la transición, la ciudadanía debe ser convocada y movilizada. La opción bélica sigue siendo la peor de todas.

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