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¿Cómo diablos van a explicar la paz sin los intelectuales?

No es habitual que las emisoras de noticias, incluso las de mayor audiencia, llamen a un profesor o a un investigador universitario para explicar algunas de las miles de aristas del proceso.

Revista Semana
20 de febrero de 2016

Nuestro masoquismo –una tendencia más común de lo que pensamos– nos lleva todas las mañanas a oír el tono notablemente furioso en que decenas de miles de colombianos se manifiestan en contra del asunto de la paz. Luego, en las juntas de administración, tres vecinos nos asaltan con las expresiones más variopintas sobre la desfachatez con que el presidente “regala el país a los bandidos y ellos lo reciben con mucho gusto”. De regreso a casa, el taxista tiene a bien compartir algunas de sus ideas sobre el destino que le daría a los guerrilleros; por supuesto, el color de estas propuestas haría palidecer al mismo Goebbels.

Por estos días, el clima político es más dañino que el clima atmosférico para quienes, aún con un muy moderado optimismo, siguen pensando que la paz es el mejor destino para el país. Y no hay mucho que hacer: el pasado de las Farc y la guerra es endemoniadamente comprometedor y doloroso; vuelve a la memoria una y otra vez. Un proceso de reconciliación tan complejo en un país tan magullado no es fácil explicar. Muchos ministerios e institutos públicos no han entendido cómo deben actuar en el negocio de la paz, y los funcionarios De la Calle y Jaramillo no pueden visitar con su espíritu pedagógico toda Colombia pues no terminarían nunca.

Pero hay algo que me tiene impresionado: la distancia entre los académicos e intelectuales de este país y la gente. Y aún más, la ausencia en los medios (en especial en los electrónicos) de politólogos, sociólogos o expertos en conflicto, paz y todo ese montón de cosas. Nadie los llama, y sus ideas y reflexiones –acertadas o equivocadas– se quedan muchas veces en foros académicos y salones de clase. No es habitual que las emisoras de noticias, incluso las de mayor audiencia, llamen a un profesor o a un investigador universitario para explicar algunas de las miles de aristas del proceso. ¿Por qué? Ofrezco algunas hipótesis de trabajo:

¿El proceso es aburrido? El gobierno y los medios han sido incapaces de explotar mediáticamente la multiplicidad de temas, historias y emociones que implica un proceso como el que se desarrolla con las Farc. Mientras se desarrollaron las conversaciones de paz en Irlanda, los ciudadanos configuraron un espíritu sociocultural que respondió con criterio a las políticas planteadas para llevar a cabo este proceso. ¿Por qué nosotros no podemos tener este criterio? ¿Por qué nuestra cultura intelectual es tan frágil?

Los medios opositores son expertos en explotar la emoción más fácil: el odio. En casos como el de Sudáfrica, donde uno de los actores podía generar tanto o más resentimiento que nuestra guerrilla, el proceso logró permear a toda la sociedad.

¿La academia no cala? La universidad está en sobreproducción de conocimiento. Diez mil foros sobre la paz y sobre la guerra y nada permea a los medios. Cierto, pareciera que la academia no se esfuerza en traducir mejor los contenidos, pero los periodistas tampoco lo hacen. Siguiendo el modelo FOX en el que todo debe ser entretenido y trivializado para el público general, se reciclan lugares comunes y se explotan las emociones más básicas que generan audiencia. ¿Cuál es el miedo a promover un debate mejor informado y con altura intelectual? ¿Es la gente la que no entiende, o los periodistas no están preparados?

Los políticos sabios reemplazaron a los académicos. Un grupo de políticos, con facilidades de expresión, se han tomado los micrófonos para interpretar malos y buenos momentos del proceso. Y nos quedamos con sus miradas que, aceptarán los lectores, son cada vez más simples y menos doctas. No hay contrastes.

Los columnistas políticos, cada vez más leídos, cada vez menos influyentes. Muchos columnistas están colgando sus columnas en redes de manera compulsiva porque sospechan que los impresos están lentos. Pero es una dispersión que afecta la audiencia, que se parte en muchos nichos. Esto ya está documentado por los estudios de mediología, y es la pérdida de influencia que llegan a tener medios fuertes por la dispersión de redes.

Los medios de izquierda, muy mal. Si nos atenemos a Voz, la verdad del pueblo, no hay nada que hacer: el mismo lenguaje trasnochado, que se intenta modernizar intercalándolo con notas pop como el recuerdo del nacimiento de Frank Sinatra o el Carnaval de Barranquilla. Cero seducción, escrito como si fuera un intranet para los bautizados en la propia Iglesia. Las Farc, con su Informativo Insurgente en YouTube, hacen el esfuerzo de parecer modernos y tecnológicos, poniendo a sus presentadores en un escenario virtual, saturado con animaciones en 3D, pero repitiendo el mismo discurso mamerto y sin un solo intelectual de peso.

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