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NO AL CONTINUISMO

Semana
8 de diciembre de 1997

Estaba buscando una expresión que ilustrara la pobreza desoladora de la campaña presidencial en la que estamos sumergidos, y la encontré en boca del empresario Jimmy Mayer en una entrevista: "Creo que todos los candidatos tienen en su agenda hacerse elegir, más que un programa de gobierno". Tal cual.Todos ellos podrán decir, en defensa de sus respectivas actitudes,que tienen su plan de gobierno en la cabeza y que la tarea inicial es llegar al poder para, ahí sí, conducir al país en forma brillante hacia un futuro mejor: carreta. El país que va a recibir cualquiera de los candidatos que gane la elección es un atado de vergüenzas, cada una de la cuales, por separado, sería tan grave como para declarar a la Nación en emergencia. La corrupción política y de parte de la clase dirigente del sector privado, el fenómeno guerrillero, la impunidad, los desplazados por la violencia, el desempleo, la pobreza (la pobreza!), las relaciones con Estados Unidos, el atraso en la infraestructura, la educación...Al menos uno de esos temas, repito, debería provocar por parte de cualquier candidato serio la necesidad de poner al país patas arriba y convocar a sus compatriotas para que lo apoyaran en la frenada en seco del rumbo malsano hacia el que vamos. O al que ya llegamos, mejor.Pero nada. La campaña electoral de ahora está tejida sobre la base de pequeñeces. Pequeños proyectos, pequeños discursos, pequeñas propuestas, pequeñas actitudes de candidatos que son excelentes personas, que parecen muy inteligentes, pero que hasta el momento sólo han demostrado que no tienen, ni de lejos, la talla que se requiere hoy para medirse el vestido de Presidente de Colombia. No se oye nada audaz. Todos hablan de que su opción es la del no continuismo, pero la realidad demuestra que esta puede ser la campaña más continuista en la historia reciente de Colombia. Porque todos se limitan a la mísera concepción del continuismo como la prolongación del gobierno del presidente Ernesto Samper. Como si eso tuviera alguna significación histórica. Pero son continuistas en lo básico, que es lo más grave: sólo ven la imagen de los problemas pero no los problemas mismos. Por eso no tienen soluciones sino recomendaciones, como si se tratara de un examen de universidad y no de la conducción de un Estado en crisis. Tienen, como dijo Mayer, una agenda diseñada para hacerse elegir y no para gobernar. Son una prolongación más de los errores que tienen al país en el estado actual, achacables tanto a la corrupción como a la miopía. Nadie propone un impuesto inusual para financiar algo urgentísimo, nadie propone sacrificar algo importante para conseguir algo definitivo, nadie convoca a nada que desgarre el alma o que alborote el espíritu. Todos caminan en puntillas sobre un país acabado para no ir a perturbar las encuestas de opinión, único norte que han demostrado seguir nuestros dirigentes políticos. Un síntoma grave del fracaso de los políticos en el poder es que poco a poco los personajes del sector privado se están convirtiendo en los grandes oráculos de la comunidad. Cada vez es más frecuente encontrar a los empresarios organizando parcelas de la actividad pública de claro fuero gubernamental, ya sea para luchar contra el desempleo o para encontrar fórmulas de paz con los violentos. Loable pero absurdo. Si las elecciones fueran hoy yo no votaría por nadie. Me costaría trabajo poder dormir con el cargo de conciencia de haber puesto mi grano de arena en la elección del continuismo, justo cuando existe consenso nacional sobre la obligación _no sólo la conveniencia_ de dar un auténtico timonazo, y no un simple cambio de carril, como parecen estarlo proponiendo todos. En un intento por escapar del pesimismo total, habría que darles a los candidatos el beneficio de la duda e imaginar que se trata de una campaña que apenas está prendiendo motores y que lo de verdad está por venir. Pueda ser. Pero mientras esto sucede, y ya no hay de dónde más escoger, habría que presionar más a los señores y señoras aspirantes a la Presidencia para que, por favor, sean serios.

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