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Óscar Ramírez Vahos.

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No más con la farsa de la ‘paz total’

Un país que anhela la paz debería alejarse de cualquier parodia, cualquier mistificación, cualquier intento de engaño en el camino de conseguir ese anhelo. Seamos claros: la única opción real de conseguir una verdadera paz en Colombia es abandonar esa farsa de la ‘paz total’ de Petro.

26 de mayo de 2023

Fue precisamente en una entrevista a SEMANA que el entonces candidato Petro dijo lo siguiente: “a los tres meses de ser [yo] presidente se acaba el ELN en Colombia”. Con este ilimitado optimismo convenció a millones de votantes con la promesa de una pacificación del país, aunque en realidad a lo que apunta el presidente es a ganarse el Nobel de Paz.

En dicha ambición internacional están puestas sus esperanzas de trascender a la historia como algo más que el primer presidente de izquierda en Colombia. Con esto nadie tendría problemas, de no ser porque está costando vidas colombianas. Me explico: por sostener la ficción internacional de un país en camino a lograr una ‘paz total’, Petro ha inmovilizado a la fuerza pública y la ha dejado indefensa ante la embestida de los distintos grupos delincuenciales que operan en Colombia.

Prueba de lo anterior es la ausencia total de acciones ofensivas por parte de la Fuerza Aérea o la Armada, sin mencionar los incontables atentados y asesinatos de soldados y policías que el país ha tenido que llorar en los últimos meses. Ya lo dijo el gobernador del Tolima esta semana: es un secreto a voces que la fuerza pública tiene órdenes de no tocar a la guerrilla.

Pero no son solo los soldados y policías quienes están indefensos ante la ofensiva guerrillera: el país se horrorizó con la noticia de que las Farc masacraron a cuatro niños indígenas en el Putumayo que habían huido del reclutamiento forzado. Pocos días después, la Defensoría del Pueblo denunció que los niños del Amazonas se están suicidando para evitar ese mismo reclutamiento de la guerrilla. Y la respuesta de Petro ante la oleada de indignación nacional fue sacar un comunicado a regañadientes donde anunciaba la suspensión del cese al fuego bilateral, pero solo “en algunas zonas del país”.

Lo anterior solo suma más farsa a lo que nació torcido: ¿cómo es que puede operar un cese al fuego solo en algunas regiones del país con una guerrilla que tiene un mando central? Lo peor es que es imposible suspender un cese al fuego bilateral que jamás ha existido. La guerrilla jamás dejó de operar, todo lo contrario.

El fortalecimiento de las Farc ha llegado al punto que empezaron a ocupar territorios que habían perdido a inicios de este siglo, como el páramo de Sumapaz. También volvieron las pescas milagrosas, el secuestro con fines extorsivos y todo indica que esta es la primera vez en 20 años que nuestra fuerza pública pierde la iniciativa.

El sentido común dictaría que lo que debe hacer un presidente y su ministro de Defensa ante tal perspectiva es levantar el cese al fuego y golpear con contundencia a la guerrilla, de forma que su posición en las supuestas “mesas de diálogo” se oriente más hacia la paz que hacia el fortalecimiento militar. Pero esperar que Petro haga eso es soñar con inocencia.

El presidente, fiel a su historia personal, no ha hecho más que rogarle a las Farc y el ELN que se avance en unos diálogos sin importar el costo de vidas de soldados y policías. La prioridad es firmar un acuerdo de paz, y para lograrlo, Petro ha llegado a ofrecer al departamento de Nariño, por ejemplo, para que el ELN tenga su propia zona de distensión.

Pero volviendo al inicio de esta columna, lo cierto es que Petro no se esperaba la tozudez del ELN en estos nueve meses. Por cercanía ideológica, por afinidad personal, o quizá por fe en su propio destino, el presidente esperaba que esta guerrilla no fuera un hueso tan duro de roer. Su sueño era firmar una paz rápida y verificable, pero lo único que se obtuvo en los primeros tres meses de su mandato, e incluso en sus primeros nueve meses, fue un fortalecimiento ilimitado de la capacidad terrorista del ELN.

Al país debería inquietarle el hecho de que Petro no haya logrado concretar un cese al fuego con el ELN o las Farc. La generosidad ilimitada del presidente no ha sido recompensada, y esto solo puede tener un oscuro motivo. Estas guerrillas, como es evidente, no buscan la paz, pues persiguen unas rentas criminales devenidas del narcotráfico y la minería ilegal, la extorsión y el secuestro. Pero sigue existiendo algo extraño que hace que las guerrillas combatan al primer gobierno de izquierda de la historia, pese a que este ruega de manera desesperada y hasta ridícula que no lo hagan.

Un país que anhela la paz debería alejarse de cualquier parodia, cualquier mistificación, cualquier intento de engaño en el camino de conseguir ese anhelo. Seamos claros: la única opción real de conseguir una verdadera paz en Colombia es abandonar esa farsa de la ‘paz total’ de Petro.

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