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Noemí y Horacio: ¡no se rajen!

Presentes hasta el último día de la contienda, Noemí y Serpa dignificarán las elecciones y les darán legitimidad, 49718

Semana
1 de marzo de 2002

Lo mas probable es que NoemI SanIn no vuelva a registrar dos dígitos en ninguna encuesta. ¿A qué horas sucedió que la candidata que durante tantos meses fue la favorita de Colombia sufriera un proceso como de autoabsorción, hasta que prácticamente anuló sus posibilidades presidenciales, que aún hasta diciembre parecían totalmente prometedoras?

No todo es su culpa. Hasta sus peores enemigos reconocen que su campaña tuvo aciertos como el de reunir el mejor equipo económico, a tal punto que si Alvaro Uribe gana las elecciones debería tomar entero el programa económico de Noemí sin cambiarle una sola coma.

Pero desde luego que cometió graves errores en su campaña, y eso no se puede negar. Mientras la apuesta de Serpa era pro-proceso de paz y la de Uribe antiproceso, Noemí se embarcó en una política frente al Caguán que resultó siendo “ni fu ni fa”, “ni chicha ni limoná”. Sería interesante hacer una encuesta preguntando cuál es la propuesta de paz de Noemí. El resultado sería una profunda confusión, que surge de ser ella pro-proceso pero antiproceso. Mejor dicho, anti-este proceso y pro-otro proceso. Obviamente los hechos del país no la ayudaron, ni tampoco a Serpa, así como dispararon a Uribe. Resultado, a Noemí, en el tema de la paz, siempre le fue mejor con lo que decía y cómo lo decía en privado que en público.

A lo que indudablemente se sumó otro elemento: el machismo nacional. Muy pocos creen realmente que Noemí pueda ser la contraparte del monstruo histórico —y no solamente lo digo por malo sino por longevo— que es ‘Manuel Marulanda’. Así como hace cuatro años, cuando el tema del país era la corrupción, tres millones de colombianos pensaron que Noemí tenía los pantalones para enfrentarla, ya es evidente que apenas un número reducido de colombianos cree que la falda de Noemí es el escudo contra el terrorismo.

Y es injusto. Noemí es fenomenalmente inteligente, una administradora de miedo, tiene fama por su carácter y es una excelente persona. Pero considero que en esta campaña no fue una buena candidata. Dio permanentemente la impresión de estar excedida de asesores y de oír todo lo que le proponían. Lo que decía en público parecía medido, y fue perdiendo su personalidad.

Pero hay que hacerles un reconocimiento, a ella y a su jefe de debate, el ex ministro Fabio Villegas: ante la adversidad de las encuestas están poniendo la cara con una gallardía y una dignidad que revelan claramente un talante, que bien habría podido ser el que se necesita para gobernar este tremendo momento del país.

Por lo pronto, yo declaro que he sido noemicista y que lo seguiré siendo hasta el día en que ella tome la decisión de no seguir en la contienda electoral. Preferiría que continuara hasta el final, así las encuestas insistan en castigarla con un 12 por ciento en menguante. Ella representa un proyecto político que no puede entregar las banderas. Su colaboración con un futuro gobierno que no sea el suyo puede darse —como se debe dar, patrióticamente— sin necesidad de rendirse antes de la primera vuelta. Algunos, en tono burlesco, auguran que su situación puede empeorar y que no hay que descartar que al final no le quede sino un 5 por ciento de intención de voto.

Pues a mí que me cuenten en ese 5 por ciento.

Otro al que algunos ya le están augurando una retirada es a Serpa, con la teoría de que si Alvaro Uribe también es liberal, el partido no tiene porqué exponerse a ser derrotado con Serpa, si puede ganar con Uribe. Los rumores indican que en la reunión de parlamentarios liberales que está planeada para el 11 de marzo, un buen número de ellos (senador Carlos García: me niego a creer que con usted a la cabeza...) tomará la decisión de adherir a Uribe, dejando a Serpa asfixiado y obligado por lo tanto a capitular. La consigna es que si un parlamentario se le voltea a Serpa es traición, pero que si muchos se le voltean es un acto de disciplina con el partido.

Al doctor Serpa, lo mismo que a Noemí: ¡no se rajen! Una regla de la democracia es tener a quién derrotar. Si Noemí termina retirándose por cuenta de las encuestas, y usted por cuenta de que unos o varios parlamentarios se le volteen, no hay duda de que la política se habrá empobrecido más del nivel en el que la difícil situación de orden público que coacciona a los candidatos la tiene sometida.

Con un agravante. Cambiar a última hora a Serpa, como si se tratara de un caballo de carreras, sí que implicaría someter al liberalismo a una derrota sin banderas.

Serpa, con todo y su eventual derrota, será de todas maneras el interlocutor del gobierno de Uribe.

Así que, presentes, Noemí y Serpa hasta el último día de la contienda, dignificarán las elecciones y les darán la legitimidad que los violentos les quieren quitar.

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