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El síndrome de Incitato

Mentir o alterar la hoja de vida para ganar puntos es, por sí mismo, un acto inhibitorio. Intentar saltar por encima de la normatividad estipulada, también. El caso de la señora Claudia Sofía Ortiz es apenas una gota de agua en el océano, donde la meritocracia hace parte del engranaje que aceita el sistema de “roscas”.

Joaquín Robles Zabala, Joaquín Robles Zabala
4 de octubre de 2018

Incitato, el gran semental de Calígula, parecía ser más inteligencia y más político que cualquier ciudadano de la República para ejercer cargos. No era cierto. Pero así lo creía el mítico personaje que desafió el orden imperial para designarlo cónsul. La leyenda cuenta que su dueño le construyó un palacio con casi dos docenas de sirvientes para que lo atendieran con la misma devoción que un plebeyo le profesaba a un patricio. Desde cuando el tenebroso hijo de Agripina se hizo llamar Dios y concibió esa oscura idea, empezó lo que los historiadores definieron como la decadencia del gran imperio. Es probable que la debacle haya empezado antes, pero Calígula le dio el impulso necesario para hacerlo realidad y llevar a Roma a la ruina. No es, pues, que el nepotismo ni la “rosca” los haya iniciado este sanguinario personaje, pero los hizo más visible a los ojos de Occidente por lo que representaba Roma para el mundo.

Un gobierno tiene derecho a nombrar en los puestos claves de la administración a quien le dé la gana, han expresado por las redes y tribunas de opinión los señores que defienden la designación de la señora Claudia Sofía Ortiz como directora de la Agencia de Desarrollo Rural. Esto ni siquiera debería ser motivo de discusión, pues hace parte de la democracia y del poder que el pueblo les otorga a sus gobernantes en las urnas. Lo que sí puede ser motivo de polémica es si la persona que busca ocupar una función en la administración de un gobierno cumple o no con los requisitos que el Estado ha creado para llevar a dichos cargos a las profesionales más idóneos y mejor preparados.

Mentir o alterar la hoja de vida para ganar puntos es, por sí mismo, un acto inhibitorio. Intentar saltar por encima de la normatividad estipulada, también. De la señora Ortiz han dicho sus defensores de que es una buena abogada, que está bien preparada para ejercer el cargo, que trabajó 13 años para el sector que busca dirigir, pero nada de lo que se ha dicho de su vida profesional parece tan real como lo pintan, por lo menos en lo relacionado con sus funciones en el sector agropecuario. Si nos detenemos en la célebre sentencia bíblica “de la abundancia del corazón habla la boca”, entonces podríamos concluir que la señora Ortiz es como un zorro que se le ha entregado el cuidado del gallinero. Sus trinos, desempolvados por estos días a raíz de su futuro nombramiento en la ADR, así parecen indicarlo.

Primero fue la polvareda que levantó su posible designación como directora de la Unidad Nacional de Protección, pues su posición sobre los líderes amenazados de muerte por “las fuerzas oscuras” era de un profundo desprecio, tanto así que un grupo de dirigentes políticos y periodistas alzó su voz para dejar sentada su indignación por la posibilidad de que la señora Ortiz fuera la encargada de crear planes de seguridad para una población que siempre ha mirado por encima del hombro, pero, sobre todo, con el desprecio que siempre ha sido visible desde las toldas uribistas. Decir lo contrario es mentir. Como también lo es asegurar que la señora tiene algún tipo de experiencia en los temas agropecuarios o rurales. La relación más cercana con el campo, han expresado algunos usuarios de Twitter y Facebook, fue con la zona esmeraldera de Boyacá, al lado del senador Ciro Ramírez (hijo del exsenador Ramírez Pinzón) y el diputado Guillermo Sánchez, excandidato a la gobernación de ese departamento por el partido del presidente Duque. Su relación con el excongresista Ramírez Pinzón, condenado en 2011 por la Sala Penal de la CSJ a 7.5 años de prisión y pagar 6.500 millones de pesos por su relación con el Bloque Central Bolívar de la AUC, es de vieja data, pues se remonta a 2006, cuando el entonces presidente de la República aceitaba el engranaje para cambiar el “articulito” que hiciera posible su reelección.

Que la señora Ortiz no cumple con los requisitos necesarios para ocupar el cargo al cual el expresidente Uribe la postuló, no tiene discusión alguna. Que sus méritos estén solo en haberle cargado el maletín al “presidente eterno” y haberle hecho campaña con la ayuda de un señor cuestionado, pero, además, investigado y condenado por la justicia, tampoco debería extrañar.

El síndrome de Incitato, el célebre caballo de carreras que inmortalizó un emperador loquito con mucho poder, es solo una muestra de que en el país no se necesita de preparación académica ni política alguna cuando haces parte de la “rosca” o perteneces al partido del “más grande estadista” que ha dado la historia republicana de Colombia. La muestra de lo anterior no es solo la señora Claudia Sofía Ortiz, sino también el señor que preside el organismo más importante en la concreción de la democracia: el que crea las leyes.

En Twitter: @joaquinroblesza

E-mail: robleszabala@gmail.com

(*) Docente universitario.

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