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Nos fuimos para Europa

El viaje a Europa es un espectacular gesto de confianza del gobierno colombiano y de la comunidad internacional para con las Farc.

Semana
6 de marzo de 2000

No faltarán los recalcitrantes, me refiero a ‘los Lemos’, que saltarán a decir que es absolutamente inadmisible que el primer premio a 40 años de vida guerrillera sea una gira por Europa, cuando existe tanto colombiano esforzado y trabajador que nunca ha podido salir del país. (“Esto es una farsa espantosa”, dirán.) Pero hay que admitirlo: la osadía de Andrés Pastrana de vestir de Everfit a los negociadores de las Farc para llevarlos a Europa a estudiar los diferentes sistemas económicos no tiene precedente en muchos años de historia patria.

Más aún: nunca, como ahora, había parecido tan irreversible el proceso de paz. El viaje a Europa es, como primera medida, un espectacular gesto de confianza del gobierno y de la comunidad internacional para con las Farc. Y por cuenta de él sería factible que el modelo de Estado que ha comenzado a discutirse con los insurgentes pegue un gran brinco, del que parecía ser el ideal, hace 40 años en Colombia, cuando los de las Farc se alzaron en armas, a los modelos estatales más avanzados del planeta.

En su gira, los negociadores de las Farc tienen presupuestado visitar varios Estados. Y aunque los colombianos nos contentaríamos con que se enamoraran de algún sistema moderado como el español —ya quisiera Colombia parecerse incluso a la España de hace 30 años—, desde ya es fácil vaticinar que el sistema de gobierno que los va a ‘matar’, como decimos las señoras, es el sueco.

Suecia —bocado de cardenales para las Farc— tiene la sociedad más igualitaria del mundo. Es la verdadera social-democracia, llevada al extremo. Allí nadie gana plata pero todo el mundo tiene todo. Y por cuenta de la redistribución del ingreso por vía de los impuestos más elevados del mundo, la diferencia del salario neto entre los suecos que reciben mucho y los que reciben poco, es la menor del mundo. El primer ministro vive en una casa igual a la del portero del Ministerio. (A Olof Palme, en pleno ejercicio de su cargo, lo mataron haciendo cola para nocturna). La educación y la salud son iguales para todos y unas de las más avanzadas del mundo. Y sin embargo, Suecia no es un Estado socialista. Es un Estado capitalista que fomenta la empresa privada sin importar su tamaño —incluso tolera los monopolios— pero todo orientado a garantizar una sociedad igualitaria en la cual hay una absoluta ausencia de privilegios.

La mayor sorpresa que deben haberse llevado las Farc al llegar a Suecia es la de descubrir que de ese país, cuyos habitantes, hace unos años ‘privaban’ por los guerrilleros latinoamericanos y que se había convertido en el refugio de los que buscaban asilarse en Europa —si no me equivoco, allí fueron a parar los asesinos de Gloria Lara— existe ahora una Suecia donde sus habitantes ya no son igualmente entusiastas de la lucha armada y especialmente de algunas de sus modalidades, como la del secuestro.

Si eventualmente va a ser el modelo sueco el que oriente las negociaciones sobre la redefinición del Estado colombiano, hay que ser humildes ante la pretensión de transformar uno de los sistemas políticos y sociales más ineficientes del planeta, como es el colombiano, en el más avanzado del mundo, como es el sueco.

Con todo respeto, a mí me fascinaría que Colombia se pareciera a Suecia, pero creo que estamos más lejos de Suecia que del comunismo. Aquí todavía la señora Kertzman está luchando, no para que los colombianos paguen más impuestos, sino para que los paguen. El Estado todavía está trabajando, no para que los colombianos ganemos lo mismo, para abolir la inequidad, sino para que por lo menos algunos colombianos ganen. Al gobierno no se le ha pasado por la mente dedicarse a tratar que todos los colombianos sean iguales, porque todavía hay colombianos que ni siquiera pertenecen a la categoría de desiguales.

Pero la diferencia más grande está en el Estado. Suecia tiene un Estado gigantesco, eficiente y decente. Colombia tiene un Estado mediano, ineficiente e inmoral. Lo que me preocupa es que sea la idiosincrasia de los suecos la que haya sido capaz de construir ese Estado, y que el nuestro sea producto de nuestra idiosincrasia.

¿Cómo diablos resolvemos ese problema con una gira por Europa?

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