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NUESTRO LOCO

Semana
10 de marzo de 1997

El Congreso ecuatoriano destituyó por loco al presidente Abdalá Bucaram. Eso fue lo que alegaron para echar mano del artículo 100 de la Constitución, que contiene la causal de "incapacidad mental" para declarar vacante el cargo presidencial.La lista de sus locuras es infinita: ha ofrecido conciertos de rock en los que canta y baila en medio de la coreogra-fía de hermosas mujeres (lo que más molesta a los ecuatorianos es que lo hace muy mal). Ha servido de presentador de la reina del banano y es presidente de un equipo de fútbol. Se hizo afeitar ante las cámaras de la televisión y donó su bigote a una subasta de caridad. Con Lorena Bobbit (la del cuchillazo), fue padrino de bautizo del niño de una cantante. Y ha inaugurado una rica variedad idiomática para fustigar a sus opositores: "beduinos", "mafiosos", "majaderos" y "desgraciados".En Colombia solo hay un loco equiparable a Bucaram: el alcalde de Bogotá, Antanas Mockus, pero, a diferencia del presidente ecuatoriano, que es loco y parece loco, Mockus parece loco pero es cuerdo. Y no solamente eso: es uno de los funcionarios más responsables que ha producido este país.Para mencionar el más reciente de los ejemplos, la forma como ha manejado el problema del agua en Bogotá lo demuestra. Sin abandonar su lenguaje extravagante, por el que se le juzga con frecuencia equivocadamente, el alcalde logró transmitirle a la ciudadanía la dimensión de la emergencia de Chingaza y la necesidad de autorracionamiento, con frases y actuaciones corporales que pudieron hacer sonrojar a más de uno. Lo vi en un noticiero subiendo y bajando la tapa de un inodoro, al tiempo que explicaba que los hombres deben preferir los orinales para 'eso', pues así se gasta menos agua. En otro lo escuché dando una recomendación bastante atrevida: "Una de las fórmulas para ahorrar es que usted suelte el water después de dos veces, a no ser que usted haga en grande".Tan inusitado consejo logró lo que jamás habría obtenido un costoso aviso de prensa sugiriéndole a la gente el ahorro del agua. Por desgracia el racionamiento fue inevitable, pero a nadie lo tomó por sorpresa y el anuncio encontró a una ciudadanía concientizada totalmente del problema.Si Clinton anunció en su programa de gobierno que los próximos cuatro años serán el cuatrienio de la educación, entonces hay que admitir que Mockus le lleva dos años de ventaja. Esa ha sido su principal batalla: reeducar al ciudadano con un lenguaje nuevo y directo. Por lo extravagante, sin embargo, a veces Mockus termina siendo apenas un titular escandaloso en los medios de comunicación, a pesar de que el contenido de la noticia es mucho más que eso. Cuando se bajó los pantalones intentaba llegar al corazón de una audiencia estudiantil inmanejable. Cuando se inventó la pirinola quería convencer a los bogotanos de su deber de colaborarle a la ciudad, y no sólo exigir favores de ella. Cuando se inventó los cartones con los dedos que subían o bajaban intentaba lograr que los bogotanos protestaran de una manera pacífica. Cuando se lanzó en gabardina a la represa de Chingaza quería transmitirle al ciudadano la confianza de que su alcalde estaba encima del problema. Cuando propuso la 'cátedra del trago' para los estudiantes de colegio, quizás en lo que ha sido más mal interpretado, quería denunciar la magnitud del problema del consumo de licor entre adolescentes e insistir en la necesidad de educarlos en este delicado campo.En fin. En el centro de este cúmulo de payasadas hay un señor alcalde, un servidor público poco convencional, un trabajador de 18 horas diarias que prácticamente se ha pasado a vivir a la alcaldía para marcar la diferencia.Pero además Mockus posee unas condiciones personales bien interesantes. Tiene una dignidad notable ante la crítica y el garrote que todos los días recibe por parte de quienes se quedan, como decíamos atrás, con el titular de sus excentricidades. Y a pesar de toda esa crítica y ese garrote, es totalmente consistente en sus decisiones, que no modifica al ritmo de los vaivenes de la opinión. Para la muestra, el bajonazo que ha registrado su popularidad en las encuestas: todavía figura en ellas como un posible presidenciable, pero ya no pone nerviosos a ciertos sectores del país que lo veían como un peligro público.Merece especial atención la forma como viene librando una lucha frontal contra la corrupción. No sólo con buena voluntad, sino revisando a fondo los procesos que la producen, como el de la contratación. En este campo, a Mockus ha llegado a criticársele que tenga demasiada plata en los bancos, y que no la gaste en beneficio de la ciudad. Parece un chiste: en un país en el que la corrupción es el segundo problema más grave después de la inseguridad, se critica a un funcionario que guarda la plata porque tiene la teoría de que no siempre en gastarla está la garantía de la eficiencia. Pero este empeño le ha costado enfrentamientos con el Concejo de Bogotá, en el que normalmente los contratos de la administración bogotana han funcionado como vara de premios y, por consiguiente, como instrumento de gobernabilidad.Comparado con el presidente Bucaram, que no pasa de ser un loco a secas, la locura de Mockus tiene propósitos y tiene contenido. nn Mockus parece loco, pero es cuerdo. Y no solamente eso: es uno de los funcionarios más responsables que ha producido este país

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