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Administrar la impaciencia

¿Podrán los nuevos alcaldes hacerle entender a la ciudadanía que los problemas son tan graves que sus soluciones no llegarán antes de 3 o 4 años?

José Manuel Acevedo M., José Manuel Acevedo M.
9 de enero de 2016

Elegir un buen alcalde es apenas el primer paso para enderezar el rumbo de una ciudad; cumplir con lo prometido y lidiar con el afán de la gente que siempre quiere cambios ya, ¡eso sí que es saber gobernar!

En varias ciudades de Colombia el electorado votó en busca de ese cambio. Cansados de sus últimos exalcaldes, los bogotanos dieron un viraje total con la elección de Enrique Peñalosa. Algo similar ocurrió en Bucaramanga con el ingeniero Rodolfo Hernández, que con la bandera de la independencia y la lucha frontal contra la corrupción logró el favor de sus coterráneos y rompió la hegemonía del Partido Liberal.

No obstante, imponerse en las urnas no es suficiente para mantener a los colombianos convencidos de que no botaron su voto. El comprensible desespero ciudadano frente a sus agobiantes realidades provoca con frecuencia que en menos de 100 días ya haya una calificación para los mandatarios por parte de sus gobernados y que, conforme a esos primeros días de arranque, se les raje o se les aplauda por lo que les resta de periodo. Iniciar con pie derecho es fundamental pero tampoco es suficiente frente a las pretensiones desbordadas de quienes quieren transformaciones reales y no puramente enunciativas.

Por eso se impone una pregunta en estos días: ¿podrán los nuevos alcaldes -sobre todo aquellos que se vendieron con la ilusión del cambio- hacerle entender a la ciudadanía que los problemas a los que se enfrentan son tan graves que sus soluciones no llegarán antes de 3 o incluso 4 años? ¡Difícil! La paciencia es un don escaso entre los colombianos. De allí que el reto fundamental que tendrán estos alcaldes no radica tanto en sus relaciones con el concejo o en el funcionamiento de su gabinete sino sobre todo en saber administrar la 'sobre-expectativa' con la que inauguraron sus respectivos mandatos.

Ciertamente la gente espera más de un alcalde como Peñalosa que lo que de verdad podrá hacer en estos escasos cuatro años. En ese contexto, un buen plan de comunicación será indispensable. Es preferible oír a un mandatario decir que "no puede" o que "no será fácil" a verlo engañar a la gente con estadísticas chimbas o promesas remotas. Otra forma de administrar la impaciencia ciudadana es poniéndose metas concretas de corto, mediano y largo plazo y comunicarlas de manera asertiva y simple. Con altas dosis de sinceridad. Ni Clara López ni Rafael Pardo en sus fugaces encargos en la alcaldía cambiaron nada estructural pero tomaron pequeñas decisiones que generaron confianza ciudadana, reflejaron seriedad y los proyectaron luego como candidatos importantes para el primer cargo de la capital.

Peñalosa, igual que Hernández en Bucaramanga y que muchos otros alcaldes que revivieron la esperanza de sus electores, cargan con la responsabilidad de haber ofrecido mucho y, me da la impresión, de que tienen tantos planes que no saben por dónde comenzar. ¡Ojo, que la campaña se acabó!... es tiempo de concretar acciones y de identificar lo urgente de lo importante y lo inmediato de lo necesario pero demorado. Sólo así podrán administrar la impaciencia de la gente sin crear un catálogo de nuevas ilusiones que después terminen rotas.

Twitter: @JoseMAcevedo

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