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NUNCA ES TARDE

Si tan horripilante ha sido la lucha es por que desde los dos bandos se ha querido que así fuera, y no se han ahorrado los medios, teóricos y prácticos, para conseguirlo.

Antonio Caballero
28 de diciembre de 1992

Nunca es tarde
A CARTA DE LOS INTELECTUALES A LA Coordinadora Guerrillera ha tenido, de entrada, un efecto que me atrevo a calificar de trascendental. Se trata del editorial de El Tiempo del 23 de noviembre, titulado "Nunca es tarde". En ese editorial, en efecto, se dice lo siguiente:
"La carta está concebida en términos lógicos, que corresponden a la realidad presente, con los necesarios y comprensibles ataques y censuras a los desmanes de los paramilitares o los cometidos por las fuerzas del orden en la horripilante lucha que se libra desde hace más de 40 años".
Es ya muchisimo. Trascendental, insisto. Es la primera vez en estos 40 años que el periódico El Tiempo, impenitente instigador de la guerra total, considera "censurables" los desmanes cometidos por las fuerzas del orden. No sólo no los niega en redondo, y califica la mera posibilidad de su existencia como un infundio de los subversivos dirigido a desacreditar las instituciones. Sino que además considera "necesario y comprensible" que contra tales desmanes se hagan "ataques y censuras". Nunca, en la memoria de estos 40 años, habí ido El Tiempo tan lejos. Que la "carta de los intelectuales" lo haya hecho llegar allá es ya una victoria política.
Pues no hay que olvidar que la "horripilante lucha" tiene dos lados, y desde el lalo de la derecha El Tiempo ha sido siempre el más resuelto partidario de adelantarla por todos los medios, aun los más horripintes, hasta la victoria final. Tan fanático como el cura Perez del ELN, y desde luego mucho más que Tirofijo de las Farc, ha sido siempre El Tiempo desde su propia trinchera. Si tan horripilante ha sido la lucha es porque desde los dos bandos se ha querido que así fuera, y se han ahorrado los medios, teóricos y prácticos, para conseguirlo. El Tiempo se ha encargado, en sus informaciones y en sus editoriales, y en la orientación de la mayoria de sus columnistas, de proveer los medios teóricos que justifiquen o por lo menos disfracen los modos y los fines prácticos de esa lucha.
Se trata solamente de una frase, claro está. Seguimos esperando una carta en regla, "firmada por un distinguido grupo de personalidades integrantes de las diversas lineas derechistas" y concebida "en términos lógicos y que correspondan a la realidad presente" dirigida a quienes son los jefes políticos y militares de la guerra en el bando de la derecha: a la "Coordinadora" respectiva. Una carta en la que ese otro distinguido grupo se manifieste claramente a favor de la paz, y no de la victoria en la guerra, o de la guerra por sí misma, aun sin posibilidades de victoria: la guerra eterna. Una carta en la que se inste a "una reflexión patriótica profunda", a una "rectificación radical de años de equivocaciones" ya "la busqueda seria de nuevas y novedosas formas de creación política, acordes con las realidades del mundo actual": es decir, a algo distinto del paramilitarismo, de los impuestos especiales de guerra y de la "guerra sucia".
Mientras la carta llega, conformemonos con esa frase casi increible en un editorial de El Tiempo. Leamosla varias veces, paladeándola casi, con asombro y con alegría. Y en mayúsculas esta vez:
..."NECESARIOS Y COMPRENSIBLES ATAQUES Y CENSURAS A LOS DESMANES DE LOS PARAMILITARES O LOS COMETIDOS POR LAS FUERZAS DEL ORDEN EN LA HORRIPILANTE LUCHA. .. ".
"Comprensibles"... Mas aún: "necesarios". Es impresionante. Es verdad que El Tiempo no condena directamente los desmanes cometidos, pero no condena que se los condene, ni condena a quienes los condenan. Es impresionante.
Al margen del efecto que pueda tener la "carta abierta" a la Coordinadora sobre la Coordinadora misma y sobre quienes la apoyan, si es que tiene alguno (los caprichos del cierre de esta revista me obligan a escribir esto el 24 de noviembre), el efecto que ha tenido sobre el más beligerante representante del bando opuesto es ya fundamental. Tiene razón el editorialista de El Tiempo: "nunca es tarde". Ojalá no sea tarde todavía para parar el baño de sangre en que vivimos desde hace 40 años. -

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