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Ojo con lo que viene

El periodista Eduardo Arias aplaude los resultados obtenidos hasta ahora por la Selección Colombia pero advierte de los riesgos que se divisan en el horizonte

Semana
24 de noviembre de 2007

Ganarle a Argentina siempre será motivo de júbilo y, por consiguiente, una invitación al optimismo, al triunfalismo. Y más en este caso, ya que un abismo insondable separa a esta selección entusiasta del remedo de equipo que hace cinco meses jugó la Copa América, el de las estrellitas consagradas que juegan en Europa y México. Pero la clasificación al Mundial de Suráfrica todavía está muy lejana. Lo que le espera a Colombia en la eliminatoria, aun si el equipo mantiene su regularidad, es muy incierto.

Para comenzar, no está claro con cuántos puntos se clasifica al Mundial. Eso depende de la cantidad de empates que se presenten cuando se enfrenten los llamados rivales directos. No es lo mismo, por poner un ejemplo, que Paraguay le gane a Uruguay en Asunción y que Uruguay le gane a Paraguay en Montevideo, que dos empates entre las dos escuadras. Entre ellas quedan en tablas. Pero obtienen tres puntos con triunfo y derrota y apenas dos con los empates. Esos dos puntos que no gana ninguno de los dos equipos favorecen a sus rivales.

Hasta el momento la tendencia ha sido más de triunfos que de empates. Y eso no le conviene a Colombia. Una de las razones que explican por qué Colombia clasificó al Mundial de 1998 a pesar de contar con un equipo cansado y desmotivado fue la gran cantidad de empates que se presentaron en los juegos entre rivales directos, sobre todo en la primera fase.

Y a ese factor de incertidumbre, que es ante todo matemático, se suman varios más, que se pueden enumerar a manera de preguntas. ¿Cómo van a llegar los distintos rivales directos de Colombia dentro de siete meses, cuando se reanude la competencia? ¿Puede dar uno por descartados a los equipos que están en el fondo de la tabla?

No olvidemos que, hace cuatro años, a estas alturas de la competencia Ecuador iba bien atrás, con apenas cuatro puntos, y Chile había arrancado como una tromba. Y Ecuador fue al Mundial de Alemania y Chile no clasificó.

El caso concreto de Chile también plantea dudas. ¿Podrá Bielsa en estos meses transmitirle su idea futbolística a sus jugadores y convertir al equipo austral en un rival temible? ¿Cómo cambiaría el escenario si lo logra?

Se supone que Argentina y Brasil son las selecciones que van sobradas de lote. Pero... si han tenido tantos problemas ahora, cuando la temporada europea apenas comienza y se supone que sus estrellas están descansadas, ¿cómo será aquello en junio de 2008, cuando los Kaká, Ronaldinho, Messi, Tévez y compañía lleguen reventados de las ligas nacionales de Italia, España, Inglaterra y de la Champions League? Es importante contar con que selecciones como Paraguay o Uruguay, además de vencerlos de locales, de pronto también les quiten puntos a Brasil y Argentina jugando de visitantes.
 
Para fortuna de Colombia, Brasil derrotó a Uruguay sin merecerlo. Un empate o triunfo de Uruguay en Sao Paulo habría sido de veras preocupante para los intereses de Colombia.
Así que esos cuatro puntos de local que Colombia obtuvo en El Campín ante Brasil y Argentina, aunque muy meritorios, tienen un valor relativo.

Y Colombia... Hasta ahora, muy bien. Pero por ahí anda agazapado el fantasma del triunfalismo, que tantas malas pasadas le ha hecho al deporte colombiano. Además... ¿Dejarán los expertos y los genios que Pinto trabaje en paz? ¿Aparecerán por ahí las agendas ocultas de dirigentes y hasta periodistas que presionan para que convoquen a zutano o a mengano? Porque ese tipo de componendas también erosionan los equipos y, desafortunadamente, se han vuelto práctica corriente en este país.

En fin, son demasiadas las incertidumbres que genera una competencia tan larga en la que participan equipos que se unen y separan, que no tienen un trabajo continuado. Para los técnicos, el peor escenario. Y para los hinchas, uno que hace muy fácil pasar de la euforia a la depresión y de la angustia al éxtasis. Porque, en la práctica, cada serie de dos o tres partidos es como un borrón y cuenta nueva.


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