opinion
Olas
Que Londoño y De la Calle sostengan posiciones tan disímiles sobre los abstencionistas complica el escenario del referendo
La entrevista del ministro Fernando Londoño el domingo hace ocho días en El Tiempo produjo desconcierto. Se pifió con su exageración de que nadie podría encontrar hoy en el Putumayo una mata de coca. Pero hay quienes aseguran que en ello hay que ser comprensivos: es que el Ministro una vez más se dejó llevar por su conocida grandilocuencia greco-caldense. También se pifió con el regaño a los colombianos de que teníamos "síndrome de cabecilla" guerrillero, sencillamente porque todos estamos a la espera, con todo el derecho que nos asiste de acuerdo con lo que el propio Uribe prometió en su campaña, de que este semestre el gobierno produzca por lo menos la captura de uno de esos cabecillas "gordos", como los llama el ministro Londoño. ¿O es que no van a poder? ¿Será que nuestra máxima capacidad llega hasta la captura de desconocidos jefes de finanzas?
Pero lo más delicado de la entrevista de Londoño es su vocación de provocador. Me asalta el temor de que por cuenta de ella uno de estos días termine metiendo al presidente Uribe en un problema.
En una sola semana, Londoño ha provocado innecesariamente la ira en dos frentes. A los abstencionistas del referendo los acusó de que tenían una posición inmoral, provocando con toda la razón la ira santa de quienes la promueven. Y peor aún: al ex presidente y ex embajador Humberto de la Calle lo trató en la mencionada entrevista como un lagarto "de quinta", despreciando, con un despistado "yo no lo sé, pregúntenle a él", el papel que el propio Uribe le ha solicitado a De la Calle que desempeñe en la promoción del referendo.
¿Qué necesidad tenía Londoño de despreciar públicamente a De la Calle? Este último viene de aguantar el baldado de agua fría de haber sido sucedido en la embajada de la OEA precisamente por Horacio Serpa. Y dicen por ahí que por sugerencia del propio Ernesto Samper, con lo que el ex presidente terminó sacándose el clavo contra su ex vicepresidente, quien le renunció cuando lo del 8.000. Según dicen, de que salía de la embajada, De la Calle se enteró por la vía del ex presidente Gaviria. Y probablemente para matizar esta descortesía, el presidente Uribe quiso nombrarlo 'gerente' del referendo, para aprovechar toda la valiosa cancha política que tiene De la Calle como ex vicepresidente, constituyente y dos veces ministro.
La reacción de De la Calle ante el desprecio de Londoño no se hizo esperar: ha confirmado que se meterá de lleno en la misión del referendo y ha dejado en claro que no está moviéndole la butaca a nadie (por si de pronto Londoño así lo cree). Asegura que no ocupará un cargo remunerado sino que representará a la "sociedad civil". Pero para marcar una diferencia con Londoño, ha declarado que él sí cree que, a los abstencionistas, el Estado debe garantizarles un espacio en la televisión para que expresen sus puntos de vista, algo que a ojos del gobierno es imposible.
Habrá incentivos estatales para quienes voten sí o no por el referendo, pero no para quienes se nieguen a colaborar con la democracia representativa, porque sería sencillamente un contrasentido.
Ahora, picado por Londoño, De la Calle complica el concepto del abstencionismo, aconsejando darles a quienes lo promueven televisión pero no financiación estatal, lo que me parece tremendamente contradictorio, porque ambos estímulos estatales tienen el mismo propósito final: divulgación y propaganda de una posición política. ¿Por qué uno sí, y el otro, que permite comprar espacios de opinión en los medios?
Lo que queda claro es que De la Calle ha tomado actitud de gallo de pelea ante el Ministro del Interior y de Justicia, quien en lo que pareció ser un ataque de celos, provocó innecesariamente esta situación. Que ambos sostengan posiciones tan disímiles sobre los estímulos a los abstencionistas complica el escenario del referendo en momentos en que nada se sabe sobre lo que ocurrirá finalmente en la Corte Constitucional.
¿Habrá manera de que el Ministro del Interior y de Justicia controle un poco sus vanidades (nadie pone en duda sus capacidades y su inquebrantable determinación), para que en bien del presidente Uribe, asuma sus funciones este año con un poco más de discreción, de manera que en el ambiente político no se hagan olas innecesarias?
ENTRETANTO? ¿Aguantará la paciencia del secretario de la OEA, César Gaviria, una impertinencia más de Chávez?