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FÚTBOL EUROPEO

Opinión: El tango que se ‘bailó’ en San Siro

Cayó el imbatible Barcelona F.C. ante un astuto y efectivo A.C. Milán, duro golpe para un equipo habituado a ganar.

Carlos Castelblanco
21 de febrero de 2013

Tristeza a orillas del Mediterráneo

Tendidas sobre la cancha del legendario estadio de San Siro, y bajo el aliento de 80.000 hinchas del club rossonero, quedaron las ilusiones catalanas de demostrar, una vez más, que es el mejor equipo de fútbol del mundo.  ¿O habrá pasado acaso, que en este miércoles de febrero, comenzó el principio del fin del reinado indiscutible del Barcelona F.C.?

El fútbol no sucede ante los micrófonos o frente a las cámaras de televisión; el fútbol sólo se cumple en la puesta en escena, en la obra de teatro, en la experiencia límite de trabajar para conseguir un gol.   En el minuto 56  el portero del Barcelona, Víctor Valdés, saca desde su arco y el balón va equivocadamente a la cabeza de Muntari, el mediocampista del Milán, y entonces el primer gol del partido empieza a tomar vida, comienza su circulación sanguínea y su respiración.  

El Shaarawy toma el balón y hace una diagonal hacia adentro, acercándose al área del Barcelona y entonces Alves lo derriba y sucede un tiro libre.  El balón se queda por el camino, al borde del área del Barcelona porque pegó en el brazo del defensa rossoniero Cristian Eduardo Zapata, nacido en Padilla, Cauca.

¿Es real que un muchacho que hace tan sólo unos años, soñaba con ganarse la vida jugando balón, sea hoy protagonista fundamental de la caída de uno de los grandes y legendarios imperios del fútbol como lo es este Barcelona de Messi, Iniesta y Xavi? No hay tiempo para hacernos guiños con los ojos, es real. Del brazo de Zapata la pelota viajó mansamente al pie izquierdo de Boateng. Lo que siguió fue un navajazo limpio, imparable para Valdés. Y el San Siro estalló de alegría.  

Uno a cero es el resultado parcial de un partido, que hasta ese minuto, había sido una repetición de los juegos en los que el equipo catalán  amasa el balón y lo pasea por todas las esquinas del campo en una espera paciente, aguardando la ocasión para acelerar y sorprender al rival con alguna jugada maestra.. 

Esta vez no;  en la cancha no todo siguió como en los últimos siete juegos en los que estos dos gigantes europeos se han enfrentado;  el F.C. Barcelona, el imbatible, el que podría ser calificado el mejor equipo de la historia del fútbol, esta vez cayó impotente. Desde el estadio San Ciro de  la ciudad de Milán, una veintena de jugadores  enviaron hacia nosotros, los televidentes del mundo, una razón más para amar este juego en el que nada es eterno, todo es incierto, como la vida.

La alegría azzurra

¿Podría contarse la historia en dos o tres minutos? ¿podríamos decir algún día que en el minuto 80 de este partido  sucedió el fin de una era en el fútbol? El A.C. Milán plantea el fútbol con una sencillez provocadora, simple y efectiva; podría ser esta manera de jugar, de plantear un partido el derrumbe del castillo sereno y reflexivo que es hoy el Barcelona. 

Minuto 80.  Ambrosini, un jugador histórico del club italiano, le pasa el balón a Montolivo quien desde la mitad de la cancha se lo tira a  M'Baye Niang, al borde del área del Barcelona. El delantero francés domina la pelota y la toca hacia el centro del área, al fogón. Ahí El Shaarawy, con el pie derecho le desliza el balón a Muntari. El delantero se inclina, apunta, engatilla y dispara. 

Para un momento así es que el fútbol ha vivido y esto es lo que significa, el gol. En la tribuna, Mario 'el loco' Balotelli baila con Robinho, y los padres con sus hijos y los ricos con los pobres. El carnaval del fútbol gira y da vueltas en San Siro y en las calles de la sofisticada y bellísima ciudad de Milán.

Al otro lado de los Pirineos, a orillas del mediterráneo, una tribu llora la derrota. Esta historia parece la letra de un tango en el que unos ríen, mientras otros lloran, porque así es el juego, el juego de la vida.  Hace exactamente 27  años Silvio Berlusconi, el patrón, compró este equipo. Es posible que durante siete días con sus noches,  Il Cavelieri, celebre a lo grande este triunfo  ¿o acaso alguien lo duda?

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