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Simbiosis y Competencia

Las soluciones facilistas, planteadas por oportunistas que hacen política con las angustias de la gente, no son el camino.

Esteban Piedrahita, Esteban Piedrahita
24 de junio de 2017

El miércoles pasado recibí una llamada del corresponsal de Bloomberg en Colombia, quien quería conversar sobre varios temas de coyuntura. Indagando sobre la situación en Buenaventura, hizo referencia al progreso de múltiples ciudades ubicadas sobre la cuenca del Pacífico en Asia y en América, rematando con la más cercana, Guayaquil, y me preguntó porqué no había una ciudad igualmente próspera sobre la costa colombiana. Mi respuesta fue que sí existía; que esa ciudad era Cali. Entender las ambivalencias inherentes a la relación económica entre Cali y Buenaventura—que es a la vez de simbiosis y de competencia—, es indispensable para concebir estrategias de desarrollo efectivas para ambas.

El despegue de Cali en el siglo pasado estuvo estrechamente ligado a la inauguración de infraestructuras que la ‘acercaron’ al mar a través de Buenaventura: la del ferrocarril, hace un poco más de cien años, y la de la carretera, hace un poco más de setenta. Antes de ello, en 1912, Cali tenía la mitad de los habitantes de Barranquilla y la tercera parte de los de Medellín. Gracias una dotación de capital natural, social y humano más apta para el desarrollo agrícola e industrial que la de Buenaventura, y con la reducción en el ‘hándicap’ de la distancia a los mercados de exportación y las fuentes de insumos que trajeron las mejoras en conectividad, los encadenamientos productivos, generadores de empleo y prosperidad, se concentraron en Cali y sus alrededores.

De esta manera, en Buenaventura se consolidó lo que se conoce como una “economía de enclave” alrededor del puerto, similar a las que surgen en torno a grandes minas o pozos petroleros que, si bien generan riqueza, no son intensivos en mano de obra y tienen débiles o nulos encadenamientos con otros sectores productivos, por lo que su capacidad de transmisión de prosperidad al entorno es limitada. El enclave portuario de Buenaventura ha sido suficientemente exitoso para sostener la ciudad más grande del litoral pacífico colombiano; pero es insuficiente para procurarle a su población un adecuado nivel de bienestar.

En una especie de contraprestación al valioso servicio de conexión física con el mundo que le presta Buenaventura, Cali provee a ésta y a otras poblaciones costeras otro servicio fundamental. Ha acogido a decenas de miles de migrantes que salen del litoral en busca de mejores oportunidades. Por cuestiones de escala y de densidad, resulta mucho más económico brindar servicios básicos a esas personas en Cali que en sus regiones de origen. Y al tener un aparato productivo más grande y sofisticado (que es a la final lo que genera los recursos para sostener esos servicios sociales), Cali ofrece muchas mayores posibilidades de consecución de un empleo digno o de montaje exitoso de un negocio.

Por supuesto que dotar a Buenaventura de mejores servicios básicos es imperativo y ahí tienen responsabilidad todos los niveles del Estado, comenzando por el local. La opción de que los puertos y otras empresas puedan adelantar obras locales a cambio de impuestos nacionales puede contribuir a este propósito. Pero un verdadero salto en bienestar solo será posible si se consolida un tejido empresarial mayor y más diverso. Disponer de incentivos tributarios ‘inteligentes’, quizás enfocados en sectores intensivos en mano de obra y para los que la proximidad al mar sea determinante, puede ser necesario para ‘competir’ con las mejores condiciones que ofrece Cali. Las soluciones facilistas, planteadas por oportunistas que hacen política con las angustias de la gente, no son el camino.