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Y el Óscar es para... Piedad Zuccardi y su marido, por lo miserables

¿Se volvieron las FARC harlistas-leninistas?

Daniel Samper Ospina, Daniel Samper Ospina
23 de febrero de 2013

Me parecía una feliz coincidencia que entregaran los premios Óscar la misma semana en que Piedad Zuccardi pensaba entregarse: eran dos entregas que esperaba con ansias, dos entregas que moría por ver.

La de los Óscar, porque sueño asociarme con Dago García para filmar de nuevo las películas candidatas al galardón, pero esta vez en su versión colombiana: es mi aporte para que no se le ocurra hacer El paseo III. 

Pensaba grabar Juegos del destino para contar la historia de los uribistas que votaron por Santos; o Bestias del sur salvaje y que tratara sobre las Farc; o Lo imposible para resumir la historia de Colombia, aquel país en que los líderes guerrilleros posan trepados en motos marca Harley Davidson: ¿esas son las revoluciones que ama Iván Márquez, las que tienen una Harley? ¿Se volvieron harlistas-leninistas, como algunos ya se preguntaban en las redes? Márquez explicó que se había retratado sobre esa moto “como un niño que se toma una foto montado en un caballo” porque él es todo de algodón y aún tiene vivo el niño que todos llevamos dentro. Ojalá no lo reclute.

También quería proponer la versión criolla de Lincoln, que sería actuada por David Cañón, y que filmaríamos con la esperanza de que Santos la proyecte en Palacio para todo su gabinete, como lo hizo con la versión original.

Es normal que los gobernantes exhiban a sus colaboradores las películas que los inspiran. Pastrana proyectaba Tontos y más tontos en cada Conpes. Mi tío Ernesto reunía a su equipo en la sala de crisis para que vieran Dumbo. Virgilio Barco mostraba a sus ministros, todas las noches, el mismo capítulo de Caballo viejo, una y otra vez, pobre. Y pobres. El procurador e Ilva Myriam Hoyos observan juntos Jurassic Park con la esperanza de que ganen los dinosaurios. Nicolás Maduro transmite ante la plana chavista Este muerto está muy vivo. Y Angelino mira con juicio Babe, el cerdito valiente mientras sus asesores se la explican.

El caso de Santos, sin embargo, es dramático porque se la pasa viendo cine. A la selección Sub 20 la obligó a ver Invictus. Y, antes de sentarlos tres horas para que vieran Lincoln, ya había convocado a su gabinete para que mirara Argo. Esa vez confesó que, si llevan la Operación Jaque al cine, le gustaría ser interpretado por Harrison Ford, el actor de El fugitivo: aquella cinta en que un médico barbado y canoso huye de las autoridades, cuyo argumento está basado en un caso de la vida real: el de Luis Carlos Restrepo.

Cada vez que hay cine en Palacio, la historia se repite: solo con los altos consejeros, que son cerca de 200, la sala se llena; pero se ponen felices, porque al fin tienen algo para hacer. Mauricio Cárdenas tapa a los de atrás. Gina chatea y hace bombas de chicle. Alejandro Gaviria cita a Bobbio con aires de suficiencia. Pero piden pizza y la reparten como si fueran tajadas presupuestales, eso es lo bueno; y dan cuenta de todo tipo de palomas, salvo de Paloma Valencia, porque es impasable.

Es tentador hacer una película, ya no digamos sobre Operación Jaque, sino sobre el presidente Santos. Y con actores de Hollywood, como él se sueña. Valencia Cossio se ocuparía del reparto, como siempre. Michael J. Fox, interpretaría a Mockus; Angelina Jolie, al registrador. Ramiro Meneses a Álvaro Uribe.

Sin embargo, yo prefiero contar la historia de Piedad Zuccardi y toda su familia, y realizar la versión colombiana de Los miserables. No se trataría de una producción costosa porque, a la manera de Víctor Gaviria, uno podría trabajar con gamines. Los hermanos García Romero harían de ellos mismos, por ejemplo; y Piedad haría de Piedad, y por su papel podría merecer un Óscar, así se trate de Óscar Iván Zuluaga: algo es algo.

Cuando supe que habían ordenado su captura, escribí un telegrama sucinto exigiéndole que regresara: Piedad, no huya, venga paracá.

Pero después comprendí que es una mujer llena de templanza, en especial en el pómulo, a la cual ya le otorgaron el bótox por cárcel. Y que por eso merece no solo ser libre, sino protagonizar una película sobre su vida en familia: esa familia tan comprometida con la patria que se reemplazan unos a otros en la curul en la medida en que van cayendo presos; esa dinastía de humildes terratenientes que solo quieren unos cuantos acres de tierras adicionales: sino que mientras más tierras, más acres. Y por eso las ordenan. A las tierras.

La versión colombiana de Los miserables no será un musical, porque un García Romero nunca canta, pero tendrá un final feliz: en la última escena recrearé la suntuosa fiesta que organizó el procurador, a la que entrarán, imponentes, glamurosos, como la pareja ideal que son, los García Zuccardi. En la lluvia de sobres, sobresale su fajo. Y en el esmoquin del esposo, sobresale su faja. La gruesa bufanda le tapa hasta el peculado. Más elegante que nunca, Piedad agradece al oferente que, al contrario de lo que acaba de hacer la Corte, recientemente la Procuraduría haya solicitado un auto inhibitorio a su favor. Ambos se abrazan. Suenan los violines. Ruedan los créditos. Aunque es posible que reemplace el mencionado auto por una moto: si es una Harley Davidson, hasta los guerrilleros llenarían las salas.

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