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El año del conejo

Habría que parafrasear a Churchill para describir lo que muchos colombianos sienten con la JEP: nunca tantos le tuvieron tanto pánico a tan pocos.

Francisco Santos, Francisco Santos
7 de octubre de 2017

Aunque quisiera, pues los colombianos están aburridos de los columnistas monotemáticos, esta no es una columna esotérica sobre el horóscopo chino en el que por cierto 2017 es el año del buey. Sería muy fácil escribirla, pues a gran parte de nuestra fauna política le cae como anillo al dedo un análisis en ese sentido. Todos sabemos a quiénes se les puede asignar el año de la rata, que entre otras están en las distintas ramas de los poderes públicos. Y también quiénes se acomodan perfectamente al año del camaleón. ¿Los del año de la serpiente, con perdón de la serpiente? Sobran en nuestras corporaciones públicas.

No, esta semana se conmemora un año del conejo que el presidente Juan Manuel Santos, el Congreso de la República y la ‘Altas’ Cortes le pusieron a la decisión soberana del pueblo de Colombia de votar en contra del acuerdo de paz firmado por las Farc y el gobierno. Una decisión que ennobleció al pueblo colombiano que demostró estar por encima de unos gobernantes que desoyeron el mandato popular.

¿Qué ha pasado en este año de infamia democrática y qué tanto de lo que el gobierno negó que iba a suceder ha sucedido? ¿Qué tantas mentiras o verdades dijeron los opositores del plebiscito? Hagamos un balance.

El primer hijito del conejo es un cogobierno con las Farc, o para las Farc, que deja como saldo unas entidades o procesos paralelos para las tres ramas del poder público.

Empecemos por el CSIVI, comisión paritaria del gobierno y las Farc, que le entrega entre otras funciones la posibilidad de controlar y vigilar otras instituciones del Ejecutivo, verificar las normas de implementación (incluyendo leyes del Congreso) y la gestión de recursos públicos. Eso tiene un nombre: cogobierno.

Luego viene el fast track, una suplantación de las funciones del Congreso, lo que en Venezuela llaman ley habilitante. Con un disfraz o tamiz democrático, pero que en Colombia, un país que se caracterizaba por su seriedad institucional, nunca se había visto, salvo en los pocos momentos históricos de dictadura (Rojas Pinilla) o seudodictadura (Rafael Reyes).

Y viene la joya de la corona, la JEP. Que suplanta las funciones judiciales sin control institucional alguno. Que está por encima de las hoy desprestigiadas cortes. Que invierte la carga de la prueba especialmente para los civiles. Y que genera inmensa inseguridad jurídica para todos los ciudadanos. Habría que parafrasear a Churchill para describir lo que muchos colombianos sienten con la JEP: nunca tantos le tuvieron tanto pánico a tan pocos.

La lista de hijos de esta camada es inmensa. El narcotráfico crece y crece de tal manera que se volvió a hablar de descertificación en la lucha contra las drogas por parte de Estados Unidos. Cualquier narco que haya financiado a las Farc puede someterse a la JEP y ser amnistiado si confiesa sus crímenes. Y si ya metieron 25 en la lista de desmovilizados, quien sabe cuántos se están preparando para entrar por la puerta de una Justicia sin control y con un acuerdo que volvió político el delito del narcotráfico.

Acusaron a los promotores del No de mentir con lo de los sueldos de los guerrilleros. ¿Cuántos ya hay en la UNP con ingresos mensuales a los que aspiran millones de ciudadanos de bien que nunca asesinaron a un colombiano y seguramente jamás los tendrán? Nos acusaron de mentir con la suplantación de la Constitución, pero el Acto Legislativo 2 de 2017 nos dio la razón. ¿O qué tal el presupuesto que compromete el 7 por ciento de los recursos de regalías durante 20 años restándoselos al fondo de ciencia y tecnología según el Acto Legislativo 4 del 17?

Hablar de todas las amenazas al sector privado y la inseguridad jurídica en el campo es otra camada de conejos que ameritan un análisis más profundo, en la medida en que las leyes y los decretos se comiencen a implementar.

Quizás en lo único que tenían razón el gobierno y su negociador Humberto de la Calle era lo de la guerra, pero no por las razones que aludió, que las Farc regresarían al monte, sino por las disidencias que, sin saber con seguridad si son el plan B de las Farc, aunque muchos así lo dicen, hoy retoman territorios que dejó la desmovilización de las Farc.

Son muchísimos los hijos de este conejo que faltan por nombrar. Ojalá un nuevo Congreso y un nuevo gobierno declaren el 4 de octubre el día de la democracia para que nunca olvidemos lo que sucedió ese día: los colombianos se pronunciaron a través del voto popular y el gobierno se los pasó por la faja. Esa fecha, como dijo Roosevelt cuando los japoneses atacaron Pearl Harbor, sin duda es “una fecha que vivirá en la infamia”.