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Palabras de consuelo a la hija de Michael Jackson

Si tu papá hubiera fallecido en Colombia, el asunto habría podido ser peor.

Daniel Samper Ospina
12 de julio de 2009

Querida Paris:

Este año he sido testigo de las dos cosas que más me han impactado desde que nací: el opulento y desmesurado entierro de tu padre, y una foto que publicó la revista Caras hace un par de meses en la que aparecía el ex presidente Gaviria vestido con una camisa de alta costura, brillante y tenebrosa, durante una parranda en Valledupar. La pongo en la versión de Internet de esta columna por si quieres verla. Me temo que estamos ante algo mucho más grave que lo de La Catedral.

Esos dos hechos produjeron en mí un hondo sentimiento de desazón por la especie humana, aunque debo decir en beneficio de tu papá que el ataúd de oro de su funeral era bastante menos brillante que la camisa del ex presidente.

¿Por qué digo todo esto? Porque se me ocurrió pensar que si el entierro de tu padre hubiera sucedido en Colombia, el presidente Gaviria se habría dado la licencia de asistir a la velación con esa camisa, en un gesto que comprometería la estabilidad de la nación.

Justo mientras lo pensaba, tú te atacaste a llorar. Cómo me habría gustado consolarte; decirte que, al menos, tu papá no se murió en Colombia.

Porque ya me imaginaba yo lo que habría sido su entierro en nuestra platanera tropical: el féretro expuesto en la Media Torta; las palabras del presidente Uribe en las cuales vocifera contra Lafar y regaña a un subalterno públicamente; el concierto de despedida cantado por Galy Galiano, a quien hay que bajar del escenario con Policía para que lo termine; y un poco de lagartos matándose a codazos para lograr un puesto sobre la tarima, al lado del ataúd.

Así sucedió en el funeral de Escalona. Los noticieros hacían transmisiones prácticamente sobre las narices del cadáver, y un poco de músicos, políticos y espontáneos forcejeaban al pie del cajón para abrirse espacio, salir en la toma y hacer recocha. Casi lo tumban.

Aquella vez los candidatos se volvieron costeños de repente. Marta Lucía Ramírez daba declaraciones como si fuera la Maye. Todos sabían de vallenato. Era verdaderamente desesperante. Ojalá nunca se muera García Márquez.

Si tu papá hubiera fallecido en Colombia, el asunto habría podido ser aun peor. Me imagino a Armandito Benedetti disputándose con David Luna el honor de ponerle al cadáver la Cruz de Boyacá; a Bruno Díaz ofreciéndose para protagonizar una serie sobre su vida; a Ángela Benedetti anunciando boda con alguno de los hermanos Jackson y simultáneamente, en el mismo comunicado, informando que se divorcia por insalvables motivos de distancia geográfica; a Christian Toro diciéndole a todo el mundo que tiene la colección completa de discos de tu papá, y de paso otra de mancornas, afiches y carros antiguos, por si alguien la quiere ver; a doña Olga Duque consternada porque tu padre se fue sin pasarle el dato de sus cirujanos; a Rafael Mora organizando un coctel en su memoria en el club El Nogal, y a José Gabriel Ortiz comentando que fue él quien le enseñó a usar un solo guante, cuando jugaban golf en Anapoima.

El único indiferente sería Julio Nava porque la diminuta y operada nariz tu papá nunca estuvo a la altura de sus gustos gastronómicos.

Acá somos así: oportunistas. Te pongo el ejemplo de Piedad Córdoba, que emitió un comunicado que supongo que tú y todos los estamentos americanos leyeron. En él decía que lamentaba la muerte de tu papá porque era un ícono de las negritudes. ¿Por qué dice eso, si tu papá trató de blanquearse durante toda su vida? Se despigmentaba la piel con lo que pudiera, se untaba griffin en la cara. Era lo que más me disgustaba de él. Sentía más orgullo Germán Vargas por Juan Lozano, que tu papá por su raza.

Pero así es la gente. Y cuando no es oportunista, es morbosa. Le encanta comentar detalles escabrosos, como que a tu papá lo enterraron sin cerebro. Date por bien servida: de haber sabido que no tenía cerebro, en Colombia, en lugar de enterrarlo, lo habrían lanzado a la presidencia por el Partido Conservador, o estaría presentando un programa concurso, como Jota Mario Valencia.

No niego que tu padre habría sido feliz en esta tierra. Corretearía a Andrés Felipe Arias y otros niños. Se los llevaría a vivir con él al parque Jaime Duque, que es lo más parecido que tenemos a Neverland. Pero el entierro habría sido un desastre. Bogotá está llena de raponeros. Se habrían robado el ataúd dorado en un segundo, y después lo habrían encontrado dentro de un carro, en el parqueadero de un motel.

De modo que anímate, y más bien sácame de una duda: ¿ya saben qué van a hacer con la ropa que dejó Michael? Parece que el ex presidente Gaviria quiere heredar algunas prendas para ir al próximo festival vallenato. Te las recomiendo. Necesita reemplazo para su camisa. Tengo entendido que piensa regalarle la suya al presidente Uribe, con la esperanza de que se la ponga y ahí sí se le dañe la reelección.