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MARTA RUIZ

Para mañana es tarde

¿Por qué no empezar ya a construir la paz territorial de la que habla Sergio Jaramillo?

Marta Ruiz, Marta Ruiz
3 de mayo de 2014

Sentí un aire fresco cuando leí hace unas semanas la conferencia que el alto comisionado de Paz, Sergio Jaramillo, pronunció en marzo en Harvard y que publicó El Tiempo.

Dice Jaramillo que hay que transformar las condiciones de pobreza y desigualdad del campo. No llega a tanto como aceptar que haya condiciones objetivas del conflicto, pero sí que este abandono histórico alienta la violencia. La paz no se trata solo de una entrega de armas, según el comisionado, para incomodidad de muchos.

Dice Jaramillo que roto el vínculo entre política y armas, que es el principal objetivo del diálogo con las FARC, el debate democrático será mas rico. Y advierte que incluso habrá tendencias más contestatarias y radicales, pero no por ello menos legítimas.

Dice Jaramillo que la gente del campo debe convertirse en protagonista de su desarrollo, en ciudadanos de primera y no en simple beneficiaria de programas del Gobierno de turno. Este punto es crucial dado que el esquema de asistencialismo moderno impulsado por el Estado tiene entrampada la libertad y la voluntad de las comunidades más necesitadas.

Dice Jaramillo que esto ya se ha probado con éxito en otras latitudes. Se refiere a Kerala, el estado de India donde si bien la población tiene un ingreso medio, su calidad de vida es de la más altas del mundo porque hay un gran cercanía entre sus aspiraciones y su modo de vida. No son ricos, pero son educados, y viven en una región igualitaria y regida por principios de sostenibilidad ambiental y humana. En Brasil la agroindustria del “cerrado” no logró afectar la desigualdad como lo están haciendo los programas de economía campesina impulsados por los gobiernos de Lula y Dilma Rousseff. Modelos que ponen en el centro a la gente y no el dinero.

Dice Jaramillo (por fin alguien del Gobierno lo dice) que el Estado no es algo que se “lleva” a las regiones, que cae del cielo, sino que hay que construir una institucionalidad más acorde con las exigencias de la paz. Que esta no se agota en las “entidades” (léase burocracia) sino que requiere repensar las normas y los  valores que rigen los territorios. Y reconoce que el clientelismo y la corrupción serán el gran obstáculo. Y yo agrego que también lo serán las élites locales, tan dadas a conspirar contra cualquier cambio en el estatus quo en sus feudos.

Dice Jaramillo que hay que romper la “distancia” que produce la guerra y que impide que la gente que ha vivido sus nefastas consecuencias confíe en las posibilidades de la paz. Que la gente está cansada de promesas fallidas. Y que justamente por eso se requiere un ejercicio de imaginación para entender que el cambio es posible.

Dirán algunos que es sólo un discurso. Pero la manera como se nombra la realidad tiene su relevancia. Que uno de los negociadores principales del Gobierno esté hablando de que la transición implica cambiar la manera como el Estado ha actuado en las regiones es, por decir lo menos, novedoso. En días pasados Antonio Caballero se preguntaba si lo que dice Jaramillo es lo que piensa el Gobierno. O si este discurso se quedará en un puñado de buenas frases. Buena pregunta. Pero creo que la respuesta la tienen que dar los propios territorios. Cogerle la caña a Jaramillo.

No hay que esperar a que se firme un acuerdo de paz en La Habana, o que el candidato-presidente nos embadurne con una nueva retórica sobre los acuerdos futuros. La paz territorial, con sus nuevas instituciones, con la movilización de la sociedad, con las renovadas libertades políticas, debería ser el horizonte inmediato de los gobiernos locales y de los movimientos sociales de las regiones donde de manera tímida, y con muchas fragilidades, se asoman dinámicas de posconflicto.

No hay que esperar la rúbrica de las guerrillas para que el Estado actúe con sensatez. Hay que convencer con hechos a quienes apuestan por el fracaso de la reconciliación y comenzar desde ahora. Montes de María, el oriente antioqueño o el Magdalena Medio podrían ser los primeros laboratorios para hacerlo. Regiones donde los retornos, las demandas de reparación y los agudos debates sobre el modelo de desarrollo no dan espera.

Apueste, señor comisionado, por volver realidad la paz territorial, pues las conversaciones de La Habana van para largo.

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