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Parábola de Belfast

¿Qué tiene que ver la muerte de Lyra McKee con Colombia? Nada y mucho.

Poly Martínez, Poly Martínez
25 de abril de 2019

El Jueves Santo en la noche mataron a Lyra McKee en el condado de Londonberry, Irlanda del Norte. Era una periodista (29 años) reconocida en su país por sus investigaciones, por su pluma crítica, por defender la causa LGBTI y porque alguna vez describió a Irlanda del Norte –tomen nota- como una “bella tragedia”, una tierra “estrangulada por las cadenas del pasado y del presente”, la misma que la aterraba y fascinaba a la vez.

De todo eso me entero por la noticia de que fue asesinada por un francotirador mientras cubría los disturbios en el ultracatólico Londonderry, desatados tras una serie de allanamientos de la policía norirlandesa en busca de armas y explosivos en una zona donde se supone viven varios miembros de la Nueva IRA (New IRA), disidencia del desarmado y finiquitado Ejército Republicano Irlandés, la cual aún no acepta el Acuerdo de Viernes Santo firmado en abril de 1998 por los gobiernos británico e irlandés, respaldado mayoritariamente por los partidos políticos y los credos religiosos de ambas partes, y apoyado no solo internacionalmente, sino en un referéndum votado por los ciudadanos de la República de Irlanda y de Irlanda del Norte.

McKee hacía parte de la generación denominada “los Bebés del Cese el Fuego” (así como se les dice a los que nacieron aquí después del 2016), niños que aprendieron a caminar durante el final de la guerra entre católicos y protestantes, que no recuerdan prácticamente nada de ese conflicto, pero cuya sombra los persigue. Ella prefirió no darle la espalda.

Le gustaba mirar para atrás y contar historias que hablaban no solamente de cómo fue crecer en la Belfast del posconflicto, sino también de verdades a medias o encubiertas que hasta ahora cobran vida, como la de  falsos positivos realizados por paracaidistas del ejército británico, que en tiempos de “los problemas”  (The Troubles, como se le dice a ese conflicto) llegaban y cercaban una localidad en busca de miembros de la guerrilla del IRA, alegaban que habían sido atacados con armas y abrían fuego contra los civiles que corrían despavoridos. Luego los presentaban como miembros del IRA, igual si eran sacerdotes o madres de familia.

20 años después de los Acuerdos y el silencio de las armas, las historias retumban entre los familiares de aquellos civiles acusados de terroristas que aún luchan por limpiar sus nombres para que las nuevas generaciones recuperen su dignidad al saberse libres de pecados terroristas y falsas acusaciones, para que se sepa lo que sucedió y se haga justicia con las víctimas que quedaron atrapadas en ese violento cruce de caminos.

McKee contaba las historias de personas comunes y corrientes, las de los marginales sin voz; hilaba relatos personales de dolor y tragedia de aquellos que vivieron en el centro o desde la periferia los años de “los problemas” y aún luchan contra el olvido. Iba ya camino a la ficción, considerada como uno de los valores de la nueva generación de escritores irlandeses. Pero se le atravesó una bala de esas que están volviendo a tomar vuelo en el Norte de Irlanda a manos de grupos paramilitares que no aceptan la paz acordada.

Hija de su tiempo, desde temprano entendió que también debía defender su historia, la de una mujer homosexual que vivía en un entorno tremendamente religioso, a la que le costó entenderse y cuya “Carta a mí misma de 14 años” sigue siendo hoy un hito. Se trata de un artículo periodístico corto, directo y a la vez muy íntimo, que publicó en el 2014 pensando en cuánto le hubiese servido un texto similar en su adolescencia, en especial al escuchar afirmaciones discriminatorias y de condena a las parejas lesbianas, como le sucedió ya de adulta: “Las personas como el pastor McConnell le hicieron sentir a la niña de 14 años que fui que era mejor morir que lidiar con la vergüenza de ser homosexual”.

La revista Forbes la incluyó en su lista de los mejores 30 periodistas menores de 30 años en Europa. Medios como The New York Times, The Atlantic (revista con la cual colaboraba), The Guardian, la BBC y The Times la destacaron en estos días por su aguerrida sensibilidad y escritura, pero ante todo por “narrar historias que valen la pena, las que se deben contar”.

¿Qué tiene que ver la muerte de Lyra McKee con Colombia? Nada y mucho.

Tras su muerte, sin dudarlo, sin que mediaran horas de espera y cálculo político, sin redes sociales que exigieran un pronunciamiento o lanzaran supuestos y suspicacias, y sin sacarle el cuerpo al delicado asunto de las presiones que todavía, ¡21 años después!, recibe el Acuerdo de Viernes Santo, todas las fuerzas políticas de las dos irlandas y del Reino Unido, incluida la primera ministra May y el presidente Michael D Higgins, y las máximas autoridades religiosas católicas y protestantes, voces a las que se unieron miles de ciudadanos, condenaron la muerte de la periodista y respaldaron nuevamente, el pasado Viernes Santo, el Acuerdo que puso fin a una guerra entre hermanos y que unos pocos insisten en torpedear.

A veces llegan mensajes desde otros lados del mundo. Esta Semana Santa la parábola llegó de Irlanda del Norte. 
@Polymarti

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