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Comenzando a terminar

Comenzando a terminar el paro, el Cric tendría que presentar disculpas y abrir puentes de sanación con la aporreada ciudadanía de Popayán y del Cauca por los daños cometidos. Y las autoridades, adelantar procesos de reconciliación entre caucanos. ¿Será mucho pedir?

Ana María Ruiz Perea
9 de abril de 2019

El paro de 27 días terminó, o se comenzó a terminar que es como suceden las cosas en el Cauca, el viernes 5 de abril. La minga y el gobierno, teniendo como garantes a la Defensoría del Pueblo, la ONU y la Procuraduría, sellaron puntos de acuerdo presupuestal. El Cric se mostró dispuesto a considerar el desbloqueo de la vía Panamericana en una especie de “desbloqueo humanitario” y se comenzó a hablar del martes 9 de abril como la fecha para la cita del presidente con los mingueros.

De repente, todo lo que no había sucedido en 27 días se desenvolvió como madeja. Los acuerdos se hicieron posibles y el desbloqueo también. Tal vez presionó a las partes la tutela que un grupo de ciudadanos de Popayán instauró y en respuesta de la cual el juez, como medida cautelar, ordenó que el Cric, la Onic y demás organizaciones sociales de la minga “se abstengan de ejecutar toda vía de hecho que afecte o constituya el bloqueo de la movilidad (…) por el único corredor humanitario con que cuenta en este momento esta parte del país ante el bloqueo de la vía panamericana”; y conmina al Ministerio del Interior; Ministerio de Defensa - Ejército y Policía Nacional; a los municipio de Santander De Quilichao, Caldono, Puracé, Cajibío, Piendamó, Suárez y Rosas y al Departamento del Cauca para “de manera coordinada y de acuerdo a sus competencias constitucionales y legales garantizar la libre circulación por esa vía, incluido el adecuado mantenimiento, hasta tanto se resuelva la situación de bloqueo de la vía panamericana”.

Fue una tutela, no los lacrimógenos ni los enfrentamientos, lo que apresuró el desbloqueo de la carretera Panamericana. La Constitución, no las armas. Esto no es de poca monta, en medio de una situación de extrema tensión y presión violenta.

El gobierno trajo a la mesa de negociación el presupuesto cuatrienal asignado para las comunidades indígenas y campesinas del Cauca. De alguna manera, una promesa. Llegó sin plata y con dificultades para conseguirla dada la pérdida de mayorias en el Congreso por cuenta de haber enredado la agenda legislativa con unas objeciones a la jep improcedentes y desafortunadas. Los indígenas desconfían, miden el rasero del gobierno que tienen al frente, su manera de negociar, sus mentiras y retractaciones. Desconfían, pero valoran la firma presidencial. Al fin y al cabo todos los presidentes desde hace 20 años han firmado bajo presión un acuerdo con ellos.  

Los sectores sociales colinchados en la minga, a los que les sobran razones para protestar, campesinos, afros, maestros, saben que con la organización indígena tienen el poder de ejercer presión económica al dejar al país sin la única carretera internacional que une a Colombia con suramérica. Miles de personas están en el bloqueo, y yo supongo que después de un mes de movilización las condiciones de alimentación y sanitarias no han de ser las mejores. Es mucho tiempo para mantener tanta gente concentrada en la minga, y mucho para los 300 mil habitantes de Popayán, obligados a soportar una situación inadmisible de incertidumbre y anormalidad.

Las tensiones por el bloqueo comenzaron a mostrar su peor cara en la ciudad, con expresiones de odio provenientes de todos los sectores. En videos que circulan se ve a la fuerza pública escoltando a un grupo de manifestantes en contra de los indígenas, acompañando expresiones de odio. Eso se llama paramilitarismo, y rompe aun más las atrofiadas relaciones entre los diferentes grupos que claman por sus derechos en el Cauca.

En Popayán parece que nadie manda. El alcalde salió literalmente de la cárcel al paro, de manera que defender los intereses de la ciudadanía que lo eligió no parece estar todavía en su agenda. El gobernador ha actuado en conjunto con el de Nariño y la del Valle, y ha estado al frente de la situación, pero en el perímetro de la ciudad, desplegar acciones que le ponga freno al odio que se respira es una responsabilidad de la alcaldía.

Es así como este largo bloqueo de la panamericana deja como saldo una sociedad aun más dividida, desgarrada y enfrentada, con los azuzadores de la violencia susurrando al oído de todos los sectores. Una sociedad aun más vulnerable y asustada. De cara al proceso electoral de este año, el paro deja en el Cauca los ánimos caldeados, la intolerancia exacerbada, la descalificación al otro sembrada. Y a todos los malandros que se pasean por sus tierras, prestos a pescar en río revuelto para sacar tajada y delinquir a sus anchas.

Comenzando a terminar el paro, el Cric tendría que presentar disculpas y abrir puentes de sanación con la aporreada ciudadanía de Popayán y del Cauca por los daños cometidos. Y las autoridades, adelantar procesos de reconciliación entre caucanos. ¿Será mucho pedir?.