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Paro nacional ¿Con quién hablamos?

Uno de los mayores desafíos para hacer frente a la actual crisis del país es la identificación de voceros válidos e interlocutores legítimos para las negociaciones que se avecinan.

Eduardo Behrentz, Eduardo Behrentz
26 de noviembre de 2019

De varios amigos y colegas he escuchado el argumento de que las marchas que iniciaron la semana pasada en diferentes lugares del país son confusas en sus causas y que dicha condición les resta significancia. Una “protesta variopinta” es una descripción que empieza a ser común, en un contexto en el que parecería restarse importancia a las manifestaciones sociales y culturales que hacen parte de la protesta.

Yo he llegado a pensar que lo correcto es todo lo contrario. La numerosa lista de reclamos no es muestra de debilidad de la protesta sino evidencia de la creciente acumulación de frustraciones por parte de una ciudadanía cada vez más informada y exigente. Este es uno de los primeros elementos y desafíos que debe considerar la mesa de conversación nacional que ha sido instalada para empezar a conjurar la crisis. La agenda de dicha mesa debe construirse colectivamente, será numerosa y variada en su temática, y muy seguramente dinámica en el tiempo.

En el mismo orden de ideas, no es trivial la conformación de los miembros de la mesa. Por el momento el gobierno ha optado por dar a las organizaciones sindicales la investidura de líderes del paro. Creo que se equivoca. Si bien es cierto que sus cabezas han jugado un rol protagónico en las marchas y es indudable su convocatoria para la acción de salir a las calles, yo pondría en seria duda su legitimidad como únicos o principales representantes del sentir ciudadano.

Muchas de tales cabezas tienen sus agendas personales y lo que realmente buscan es valorizar sus propias pretensiones de ser exitosos en futuros procesos electorales. Para usar un ejemplo que es indicativo de muchas organizaciones sindicales, yo no veo en las directivas de Fecode a personas con real interés en mejorar la calidad de la educación, ni los entiendo como los mejores representantes de miles de maestros colombianos que realizan su labor con valentía y dedicación.

Tampoco creo que los líderes de la CUT, CTC o CGT sean los voceros ideales de los miles y miles de estudiantes y ciudadanos que han salido a las calles de forma pacífica ni que siquiera tengan la capacidad de entender el sentido de las lunadas, cacerolazos y las diversas muestras artísticas que han sido parte de la protesta social de estos días.

Por el lado del gobierno la cosa no es mejor. Pretender que los principales gremios económicos del país sean los interlocutores de los gestores del paro no tiene sentido. Más allá de las buenas intenciones que dichos gremios puedan tener, su presencia no será entendida como legítima por la contraparte. Por ejemplo, ¿existirá algún ciudadano que sea parte de las marchas dada su preocupación por la crisis pensional que entienda a Asofondos como su interlocutor deseable?

Lo anterior no significa que no sea posible conformar la mesa de diálogo, sino que debemos ser astutos en este proceso. Sí es posible encontrar voceros válidos, que sean sensatos en sus posiciones, que nos representarán de buena forma, y que obrarán de manera altruista y desinteresada.

Por ejemplo, ¿qué tal si permitimos que como parte del diálogo nacional con las organizaciones sindicales se cuente con la participación de rectores de universidades y académicos de reconocida tradición? Esos que todos sabemos quiénes son. Esos que ayudan a hacer sentido de la realidad y que han apoyado al desarrollo del país desde sus aulas e investigaciones o desde su participación en comisiones de sabios y otras de similar naturaleza.

¿Y qué tal si dejamos que como parte de la representación ciudadana contemos con algunos activistas independientes, así como con líderes de opinión e influenciadores digitales que sean ilustrados y serios en sus posiciones? Esos que todos sabemos quiénes son. Esos que aprendieron a interpretar nuestro sentir y construyen comunidad con sus interacciones ponderadas y sofisticadas. 

Como buen prototipo de la globalización contemporánea, el movimiento social colombiano no tiene cabeza. No nos equivoquemos dándole una falsa identidad.

Corolario: En esta pieza, de forma deliberada, no incluyo referencias a los actores extremistas, a los politiqueros pescando en río revuelto, a quienes hacen uso excesivo de la fuerza, a los vándalos ni a quienes difunden pánico en la población. Esa parte de las protestas, así como la relacionada con quienes la utilizan para reivindicar por medio de vías de hecho lo que perdieron en las urnas, hace parte de otra discusión. Una que empieza por el total rechazo y desprecio a tales acciones.