Home

Opinión

Artículo

Jorge Enrique Vélez, columnista invitado

Opinión

Partidos políticos o garajes políticos

Hoy en día, con 26 partidos políticos y muchos más en proceso de habilitación, Colombia se convierte en el país que más agrupaciones políticas reconocidas tiene en América Latina.

9 de febrero de 2023

Pero esto no es todo. La legislación electoral colombiana permite, además de los partidos políticos, que grupos representativos de ciudadanos, cumpliendo un mínimo de firmas de acuerdo con el censo electoral nacional o territorial, puedan otorgar avales para los distintos cuerpos colegiados (Asamblea, Concejo, JAL) o unipersonales (Gobernación y Alcaldía), para dar unos ejemplos.

Hasta el momento, cuando apenas comienza el proceso electoral, ha sido avalada la no despreciable cifra de más de 300 solicitudes de candidatos y listas de grupos representativos de ciudadanos.

Estos grupos están divididos así: 277 son para alcaldías, 19 para gobernaciones, 18 para concejos municipales, cuatro para asambleas departamentales y cuatro para juntas administradoras locales.

Como pueden ver, desde el Acto Legislativo 001 del 2003, o la reforma política impulsada en el primer gobierno del expresidente Uribe, permitió, de una manera muy estructurada, las personas que decidieran participar en política como candidatos, así no fueran miembros de los partidos tradicionales, pudieran tener la oportunidad de hacerlo.

Con el pasar de los años, esta buena iniciativa se fue complementando —pensaría yo— de manera satisfactoria. Se aprobó la Ley Estatutaria 1475 del 2011, en la que se adoptaron las reglas de organización y funcionamiento de los partidos y movimientos políticos, y los procesos electorales. Posteriormente, se aprobó la Ley de Cuotas de Género, en el 2011. Años después, se reglamentó el procedimiento de inscripción de candidaturas por medio de la Resolución 2106 del 2021. Así, han sido muchas las reformas que ha tenido la legislación en materia electoral, esto para dar un poco de contexto a los profundos cambios que ha habido en el tema durante las últimas dos décadas.

Sin embargo, el Gobierno actual quiere impulsar una reforma política en la que, en vez de intentar limitar la normatividad y evitar una mayor proliferación de partidos o movimientos, lo que va a permitir es que muchos, con muy poco trabajo o uno no muy organizado, puedan lograr los mínimos en términos de porcentajes para poder registrar sus candidaturas.

Creo que muchos de ustedes comparten conmigo la apreciación de que lo que está pasando con los partidos políticos es completamente perjudicial para la democracia. Salvo unos cuantos, estas corporaciones o movimientos se convirtieron en fortines de politiquería y burocracia, lo que quiere decir que pocos, muy pocos, están basados en estándares ideológicos.

De los 26 partidos políticos y de los 300 más movimientos inscritos por ciudadanos, creo que no alcanzan los dedos de las manos para enmarcar los que cumplen los fundamentos mínimos de lo que debe ser un partido político con estándares internacionales.

Aunque no se puede generalizar, ya que hay unas colectividades políticas muy organizadas, con un ideal claro e intereses comunes muy bien definidos, estoy seguro de que si les hacemos las siguientes preguntas a los directivos de muchos partidos y a los ciudadanos que “hacen parte” de ellos, muy pocos podrán responderlas de una buena manera.

  • ¿Sabe usted cuáles son los principios ideológicos del partido que dirige o del que hace parte?
  • ¿Sabe cuáles son las funciones y actividades políticas e ideológicas del partido al que pertenece?
  • ¿Sabe qué diferencia su partido de los demás?
  • ¿Sabe qué modelo económico defiende del cual usted hace parte?
  • ¿Cómo promueve su partido la participación de sus miembros o afiliados para las decisiones de la colectividad?

Es muy claro y evidente que uno de los mayores males de la democracia es el exceso de la misma. Lo primero que debemos hacer es una reforma política estructural para establecer unos requisitos más contundentes, para evitar una situación como la que está ocurriendo en el país en la materia.

En las grandes democracias del mundo, no son más de diez los partidos que representan los distintos intereses ciudadanos; en ellos están englobadas todas las ideologías y diferentes formas de abordar las temáticas políticas, económicas y sociales.

Aquí en Colombia, el ciudadano, al no sentirse representado con ningún partido, decide crear uno, lo que significa per se poco fundamento y una casi nula base ideológica.

Esto, de tajo, demuestra la debilidad de nuestra democracia. Si entramos a analizar los motivos por los cuales se genera esta desconfianza ciudadana en los partidos políticos tradicionales, encontramos, en un muy primer lugar, que es por el tema de la corrupción.

La escogencia de líderes a dedo, que ponen en peligro el liderazgo de los partidos, y las negociaciones tras bambalinas únicamente por los puestos en el poder, sin tener en cuenta tintes ideológicos, han llevado a la crisis institucional que tenemos hoy en día.

Si en Colombia, el gobierno de turno no acuerda con el Legislativo una verdadera reforma política que fortalezca los partidos políticos y no permita que estos sean verdaderas organizaciones democráticas con ideologías políticas claras, que sean instituciones permanentes en el tiempo y no definidos por cada proceso electoral, que reflejen las prioridades de la ciudadanía y que ella sea el eje de su funcionamiento, vamos a ser testigos de cómo, cada año electoral, sea el causante de una profundización de la crisis política y electoral en el país, lo que tendría consecuencias nefastas para nuestra democracia.

Si no se planea y ejecuta una reforma contundente, más temprano que tarde, lamentaremos el fin de nuestra democracia. Esto, sin duda alguna, lo aprovecharían los grupos al margen de la ley, como ya lo hicieron las Farc, y como seguramente intentarán hacer los que están negociando con el actual gobierno, en el que propondrán una constituyente que nos haría dar un salto al vacío con unas consecuencias incalculables.   

Si no se logra un cambio estructural, lo que haríamos es mantener garajes políticos, una ciudadanía que no se puede enmarcar con ninguna ideología y unos líderes políticos tradicionales que se van a ajustar, como lo han venido haciendo siempre, al gobierno de turno, sin importarles ni su ideología ni el modelo de país que quisieran tener.