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¿Pasos hacia la paz?

Luis Eduardo Celis analiza los últimos acontecimientos ocurridos en el país y se pregunta si vamos en el camino correcto hacia la reconciliación

Semana
28 de julio de 2007

En Colombia, nos correspondió construir la paz por parcelas, coincido con Vera Grabe, a quien escuché afirmar hace más de una década que en Colombia hay más paz que guerra y creo que tiene toda la razón, pero los estruendos de las balas se hacen sentir con mucha fuerza, en muchos territorios y sobre muchas comunidades a lo largo y ancho del país.

En estos días hemos escuchado muchos e importantes balances sobre la aplicación de la Ley de Justicia y Paz a dos años de su promulgación y sobre el sentido y desarrollo del proceso con los paramilitares, y como es normal, en una sociedad plural, las miradas van desde las miradas en blanco o negro y una buen numero de grises, de varias tonalidades. Ni el proceso con los paramilitares es un total fracaso ni una gran operación de impunidad, como afirman detractores del gobierno, ni vamos en el camino correcto y hay que darle tiempo al tiempo, como se afirma desde la administración del presidente Álvaro Uribe.

Hay muchas dificultades y es bueno mencionarlas y tratar de corregirlas, con la decisión de gobierno y la participación social, solo voy a mencionar dos temas, para aportar al debate y a la construcción de políticas. Las víctimas primero y la democracia como propósito nacional, son los dos temas que quiero proponer para una agenda de políticas públicas de mayor alcance, que nos permita afirmar que estamos caminando en la dirección apropiada, para superar tanto autoritarismo y barbarie y que podemos con certeza afirmar, que estamos en la senda de abrirle mayores territorios y espacio en el corazón de los colombianos y colombianas al propósito tan anhelado de vivir en paz.

Las víctimas son millones, por lo menos cuatro millones en los últimos 25 años, y lo que existe de política es altamente cuestionable; las siguen matando, amedrentando, victimizando nuevamente, hay que protegerlas y darles garantías para que puedan concurrir a la Fiscalía, a las instancias judiciales, a los medios de comunicación a contar sus verdades, no es un reto pequeño pero hay que asumirlo.

Las víctimas deben ser reparadas, de manera integral, por lo cual se requiere una política pública de reparación, que aún no se vislumbra, requerimos recursos, importantes y la implementación de programas masivos, que lleguen a los cientos de miles de personas que han sufrido la vulneración de sus derechos, de ahí que sea indispensables programas vía administrativa y no solamente vía judicial, que solo van a llegar a menos del 5 por ciento de las víctimas y el otro 95 por ciento que, desconocimiento de sus derechos, esto no es admisible, el gobierno está en mora de presentar una política pública de reparación, liderada por la Comisión Nacional de Reparación y Reconciliación CNRR, cuyo primer punto es presentar al Congreso de la República un proyecto de ley que le dé soporte a una acción estatal y pública de alta envergadura y que sea una señal inequívoca de que vamos a darles a las víctimas de este conflicto un lugar destacado y de verdad, no retórico, por lo cual habrá que discutir cómo se financia un programa nacional de reparaciones que según cifras de un estudio de Indepaz, puede costar alrededor de 22.000 millones de dólares para reparar al conjunto de las víctimas de este conflicto desde el año 1964, por supuesto una cifra enorme, pero que está colocada para el debate y que según el mismo estudio, puede ser gestionada en 15 años.

La democracia es otro enorme reto, nos acostumbramos a pensar unos que vivíamos en la democracia más estable de América Latina y otros a denigrar y comparar esto con regímenes autoritarios de la peor calaña y ni lo uno ni lo otro, nuevamente debemos repensar nuestros esquemas, esta es una democracia altamente deficitaria y en no pocas regiones lo que se ha vivido es autoritarismo y barbarie o preguntémonos ¿qué es lo que han vivido cientos de pequeños poblados en la Costa o en el sur del país?, de ahí que se requiere un amplio debate sobre cómo construir democracia y sociedades de derecho, donde por tanto tiempo ha imperado la legitimidad del fusil y la norma de se somete, o se va o se muere. No hay un debate y una acción de Estado para pensar la democracia local y todas las señales hacia las elecciones de octubre es que en 350 municipios de país, los armados de derecha o de izquierda, siguen intimidando, matando y constriñendo a los ciudadanos, no es pequeño reto, pero hay que asumirlo.

Si queremos dar pasos hacia la paz, es mejor no pensar que vamos bien, no,
muy por el contrario se requieren rectificaciones y un gran esfuerzo de diálogos y concertaciones, porque aún falta mucho trecho por recorrer, pero no es bueno abonar los odios para otros cuantas décadas de violencia, porque esta que hemos vivido en los 80 y en los 90 y continúa en el nuevo siglo se cultivó en los rencores y exclusiones de los años 50 y sesenta del siglo pasado, no repitamos la tragedia, esta sociedad se merece mejores y mejor tratados conflictos, eso sí, tratados en democracia, donde izquierda y derecha han dejado atrás el recurso de la violencia para ejercer la política.

*Investigador social de la Corporación Nuevo Arco Iris.