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La incapacidad de ir más allá de la noción cómoda y simplista de paz

Somos un país al que le falta pedagogía; frente al proceso, al conflicto armado y al mismo concepto de paz.

Miguel Ángel Herrera, Miguel Ángel Herrera
11 de diciembre de 2013

Apuesto por una salida negociada al conflicto armado colombiano, como apuesto por una reconciliación nacional. Respeto que muchas personas no estén de acuerdo con el actual proceso de paz, pero no comprendo por qué no optar por una salida negociada y más vale seguir “tirando bala”. Me sorprende leer todos los días en las redes sociales posturas guerreristas, sobre todo, de gente joven. 

Frente a esto he pensado que se trata de la incapacidad de ir más allá de la noción simplista de paz, de la comodidad y facilidad de quedarse en lugares comunes que son abanderados por ciertas voces, el triste legado; uribista-guerrerista.   

También creo que existe un profundo desconocimiento frente al conflicto armado colombiano, porque si se realizaran análisis estructurales y culturales de este, no se caería en el maniqueísmo, el cual, también, es un lugar común y fácil de llegar. Pues categorizar y clasificar a unos de buenos y a otros de malos no tiene nada de revolucionario. 

En efecto vale la pena recordar que las restricciones en la participación política han sido uno de los motores claves del conflicto armado colombiano, donde la alternación en el poder estatal entre conservadores y liberales, la exclusión a nuevos movimientos políticos (como la UP), la violencia contra los opositores, y el mantener el control de territorios para fomentar intereses socioeconómicos privilegiados ha marcado notablemente la historia del país. Dinámicas que representan claramente problemáticas estructurales y sociales, las cuales no dan espacio al recurso maniqueo. 

En este sentido, esto me hace pensar que somos un país al que le falta pedagogía; frente al proceso, al conflicto armado y al mismo concepto de paz. Pues muchos parecen haberse quedado en la noción tradicional y simplista de la paz. Esa noción occidental que es transmitida de generación en generación donde la educación otorga un papel predominante e importante a la guerra y es, supuestamente, a través de ella como se llega a la paz. 

Y es esta noción la que ha fomentado algunas categorías o conceptos los cuales se vuelven comunes y aceptados socialmente como los son “la seguridad por encima de todo”, preparación militar, o la paz como competencia sólo del Estado o de los gobiernos. Y es este pensamiento el que sofoca y ahoga a una sociedad, pues reduce sus capacidades de gestión y sus capacidades de transformar los conflictos por vías diferentes a las armadas. 

Y así, bajo la lógica de la educación tradicional y formal se vuelve fácil y sobre todo cómodo quedarse en estas posiciones, que no aportan mucho pero generan bastante daño. Logrando que cualquier alternativa distinta sea estigmatizada o acabada. 

Es por esto, que vale la pena la coyuntura para exigir una educación para la paz. Una educación donde las personas puedan desacomodarse de su zona de confort, sean críticos frente a realidades acomodadas y sobre todo se promueva la educación para el desarme. Si se desea una cultura de paz y una sociedad diferente es necesario dejar de lado discursos guerreristas y comenzar a transformar paradigmas. En este orden de ideas, creo que la academia como la educación no formal tiene mucho que aportar.  

En Twitter: @monnyherrera

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