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Peñalosa y su atolladero de incumplimientos

Quienes compraron el boleto de lotería Peñalosa se quedaron en las ilusiones perdidas. Qué fiasco.

Javier Gómez, Javier Gómez
5 de septiembre de 2017

Cada que compramos un boleto de la lotería lo hacemos con la esperanza de sacar fruto de la suerte y cuando lo ponemos en el bolsillo comenzamos a idealizar nuestras vidas, si la chiripa nos favorece; lo mismo nos ocurre cuando vamos a las urnas a votar: creemos que ese poder autónomo nos da para cambiarlo todo y nos ilusionamos y fantaseamos con la democracia y, al final, viene la frustración.

Y así transcurren nuestras vidas en democracia: promesas van y vienen, y, como el boleto de la lotería, nos toca seguir remando en el sueño que muy rara vez se cumple. Pero, ¿por qué toda esta carreta?, se peguntarán ustedes. Por una razón: Bogotá, la mole de más de 8 millones de habitantes, la ciudad sin brújula. No hay quién asuma el timón de este barco a la deriva. Su alcalde, Enrique Peñalosa, no le pega a una; a dos años de gobierno lo que hay, precisamente, es todo lo contrario: desgobierno. Quienes compraron el boleto de lotería Peñalosa se quedaron en las ilusiones perdidas. Qué fiasco.

Caprichoso hasta la coronilla, insiste en darle rienda suelta a proyectos de movilidad de los cuales los bogotanos no tenemos la menor idea. Más allá del metro, que lo veo empantanado por su sospechosa adicción a los buses, insiste en construir la troncal de TransMilenio por la carrera Séptima, y sin haber elaborado los diseños de la obra nos anuncia que contará con varios deprimidos, a lo calle 94. “TransMilenio por la Séptima será como un metro”, nos dice sin mayor explicación. ¿Tan ineptos nos cree el alcalde para no saber diferenciar entre una llanta y un riel? Pero hay más, cuando anunció la megaobra nos dijo que su costo ascendería a los 1,2 billones de pesos, hoy la inversión se treparía a un tercio de lo que cuesta la primera línea del metro para Bogotá.

Mientras se toman decisiones, el caos asciende por la escalera como lo patentó en un debate de control político el concejal de la ASI, Juan Carlos Flórez. Según Flórez pesan más los caprichos del alcalde que los buenos juicios de sus colaboradores que no se atreven a llevarle la contraria; un ejemplo de ello es que no dejó prosperar un estudio serio de la misma empresa de transporte que evidencia que en orden de prioridades son más útiles las troncales de la avenida Boyacá y 68, antes que la carrera Séptima. El argumento de sus funcionarios es contundente: estas dos fases de TransMilenio, proyectadas a 2030, transportarían diariamente cerca de 70.000 usuarios. La Séptima solo movilizaría 27.000. Aquí cabe pedirle a Peñalosa una explicación: ¿Por qué decidió suspender la construcción de la troncal por la Avenida Boyacá no obstante existir los diseños de la obra tal cual como sucedió con los estudios del metro, elaborados por la administración Petro?

Los desatinos del alcalde no paran. Anunció 197 Asociaciones Público Privadas (APP) para cofinanciar vías en la ciudad y ninguna le cogió la flota, ahora, haciendo gala de la mejor improvisación, propone al Concejo de la ciudad crear peajes, no sobre vías nuevas, sino sobre las viejas y maltrechas calles de la capital. De los colegios ni hablar, prometió 30 y ni uno solo se ha comenzado a construir en lotes nuevos y de los 13 jardines infantiles que se propuso hacer realidad entregó uno que viene de la anterior Alcaldía.

Y así podríamos seguir elaborando este atolladero de incumplimientos del alcalde Peñalosa, que sin duda lo hacen merecedor de la revocatoria del mandato. Al alcalde se le olvida que la acción política obedece a intereses colectivos y no a caprichos individuales. A todas estas ¿qué dicen de esta realidad los partidos de la coalición de Gobierno (Cambio Radical, Centro Democrático, Partido Liberal, Partido Conservador, el Partido Verde) que hoy se la juegan por el alcalde?

@jairotevi

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