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PESO PESADO

A la gente se le olvida que la Convención Conservadora no se hizo para proclamar la candidatura de Andrés, sino para impedirla.

Semana
3 de enero de 1994

EL MANEJO QUE ANDRES PASTRANA le dio a la pasada Convención Conservadora lo llevó a saltar el único gran obstáculo que se oponía a su candidatura presidencial, y lo lanzó a las grandes ligas de la política colombiana.
Los análisis posteriores a esa reunión se han centrado en si los cinco precandidatos conservadores rebeldes están o no de acuerdo con los mecanisnos trazados por la convención, y sobre si arman o no rancho aparte a través de un nuevo partido, movimiento grupo o subgrupo. Pero a la gente se le olvida que esa convención no tuvo lugar para proclamar la candidatura de Pastrana, sino para impedirla.
El nombre de Andrés Pastrana se convirtió en inevitable como candidato del conservatismo desde que lanzó una lista propia para el Senado con un grupo de jóvenes liberales, conservadores o sin partido que jamás habían puesto un solo voto, y los llevó a esa corporación por encima de las viejas maquinarias, específicamente por encima de las más acertadas de todas las maquinarias del conservatismo de entonces, que eran las de su padre. el ex presidente Misael Pastrana.
Esa ha sido no solo una de las movidas políticas más audaces de los últimos tiempos en Colombia, sino la que perfiló a Pastrana como un político independiente, autónomo, pluripartidista y arriesgado, que es justamente la imagen que él le quiere vender a su electorado. La otra -no tan publicitada pero tal vez igualmente efectiva- fue la de haber sido el único dirigente político que decidió apostarle al gobierno de Gaviria en medio del apagón y después de la fuga de Escobar, cuando nadie daba cinco centavos por la reputación del revolcón. Eso no quiere decir que Gaviria le haya apostado a Andrés, en lugar de a Ernesto, como dicen por ahí. Pero ese es otro tema.
El hecho es que desde la pasada elección de senadores. Andrés se convirtió en el candidato inevitable del conservatismo. Y a partir de entonces todas las fuerzas conservadoras ( ¡ todas ! ) se dedicaron a hacer una de dos cosas: impedir su candidatura o robarse su paternidad. La convención que se acaba de celebrar estaba integrada por los directorios que recogen esas dos tendencias, y es por eso que la afirmación de que se trataba de una convención pastranista para sacar a un candidato de bolsillo es una seria distorsión de la realidad.
Pero Andrés Pastrana les salió general. Tuvo la sabiduría de voltearles la arepa a los grandes electores y logró que Fabio Valencia Cossio (el cacique Pluma Blanca de los nuevos tiempos godos) adhiriera a su candidatura antes de la convención, lo cual pone a Valencia a deberle favores a Andrés, y no al revés, que es lo grave en estos casos. Y por otro lado consiguió que la con- vención le diera un mandato amplio y le dejara el campo abierto para nombrar un vicepresidente liberal, y todo eso sin haber asomado el bigotico por los salones de la convención.
En este punto me aparto de los comentarios que se han hecho desde distintos sectores, en el sentido de que Pastrana es un delfín bisoño al que la buena estrella y sus apariciones en televisión lo han llevado, como sentado sobre una nube, a las puertas de la Presidencia de la República. Lo que está demostrando es que a su delfinazgo, buen manejo de medios y buena suerte le ha sabido sumar una dosis alta de estrategia política, sagacidad y olfato que lo tienen ya en la recta final de la campaña.
Pastrana debe estar esperando a que empiece el año entrante para lanzar en forma su candidatura, y habrá tiempo suficiente para ver si tiene algo serio que mostrar como programa de gobierno. En ese campo, quienes no hacen otra cosa que referirse a él como el candidato del silencio lo que hacen es crear una gran expectativa alrededor de lo que vaya a decir. Y cuando empiece a hablar, que es lo que mejor hace y para lo cual tiene varios años de entrenamiento profesional, el país va a estar ante un fenómeno político muy difícil de atajar.
Por eso la rebelión de los otros precandidatos suena casi a chiste, y la afirmación de que se trata de una candidatura amañada raya en el ridículo. No existe ningun mecanismo (ni convención, ni consulta popular... ni siquiera cara y sello), mediante el cual Andrés Pastrana no aplaste a Rodrigo Marín, Rodrigo Llorente, Juan Diego Jaramillo, Roberto Gerlein o Gabriel Melo. Todos son auténticos estadistas, para que negarlo. Pero así es la vida y en política eso no basta. -

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