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Óscar Ramírez Vahos.
Óscar Ramírez Vahos - Foto: Suministrada

Petro, no más chantajes contra Bogotá. ¡Metro ya!

Aunque Bogotá genera el 25 % del PIB del país, y asimismo es la ciudad que aporta más en materia de impuestos, Petro cree que el dinero de los bogotanos le pertenece, y que el Presupuesto General de la Nación es un cheque en blanco del que él puede disponer.

Por: Óscar Ramírez Vahos

Se sabía desde siempre del carácter terco y egocéntrico de Petro. Su paso por la Alcaldía de Bogotá nos dio una amarga experiencia sobre lo que el hoy presidente es capaz de hacer con tal de hacer cumplir su sagrada voluntad. Pero nadie hubiera imaginado que sería capaz de imponer su ego en un tema tan sensible como el de la primera línea del Metro de Bogotá.

Petro, a diferencia de los pasados presidentes del país ―desde Andrés Pastrana―, conoce las necesidades de la ciudad de primera mano al haber sido su alcalde. Él tiene claro lo que significa para Bogotá el posponer aún más la anhelada primera línea del Metro y, además, lanzar una amenaza ruin sobre los ciudadanos de paralizar distintas obras, como la ampliación de la calle 13, el cable aéreo de San Cristóbal, las troncal de la Avenida 68 o el Regiotram.

Lo primero que impresiona de este chantaje es que a Petro no le tiemble la mano para afectar a las localidades de Bosa, Suba, Kennedy, San Cristóbal, Ciudad Bolívar, Engativá y Fontibón, donde ganó ampliamente. Si cumple su amenaza de paralizar las obras de movilidad que piden a gritos estas localidades, no hace otra cosa que degradar el nivel de vida de millones de ciudadanos que el año pasado se identificaron con su visión de país y votaron por él. No hay razón técnica, jurídica o urbanística que valga: es el ego de Petro, desesperado por no dejarse ganar un pulso político que nadie está sosteniendo con él, ya que la obra de la primera línea del metro de Bogotá ya se contrató, ya arrancó, ya lleva un 18 % de ejecución.

Parece también mentira el ultimátum del ministro de Transporte:

“Es muy claro: si no se acepta, como se ha venido diciendo, que se hagan las modificaciones propuestas dentro del marco jurídico, pues el Gobierno también, en la medida en que financia el 70 % de los otros proyectos, pues esos otros proyectos se van a tener que parar”.

La pregunta es: ¿por qué esos otros proyectos “se van a tener que parar”? ¿A dónde irá el dinero con que se van a financiar el Regiotram o el Transmicable por parte de la nación, si precisamente la nación ya no necesitaría del dinero que se requiere para pagar los billonarios sobrecostos del capricho de Petro? De nuevo, aquí no hay una sola justificación posible.

Tanto como el infame chantaje de Petro impresiona la capacidad de sus apologistas para justificar esta bravata, que no puede leerse de otra forma que esta: “O me aprueban lo que quiero y como lo digo, o no hay plata de la nación para otros proyectos que necesitan millones de personas; es mejor que esas millones de personas sufran en el eterno trancón, a que no se cumpla mi voluntad”.

Y aunque Bogotá genera el 25 % del PIB del país, y asimismo es la ciudad que aporta más en materia de impuestos, Petro cree que el dinero de los bogotanos le pertenece, y que el Presupuesto General de la Nación es un cheque en blanco del que él puede disponer.

La discusión trasciende a lo técnico. Luego de décadas de debates, los bogotanos entendimos que el mejor metro no es el que se haga por arriba o por abajo, sino el que se haga ya, de manera pronta, y que alivie la tortura de la movilidad de esta ciudad. El trancón es hoy, no da espera, y no podemos aceptar que Petro nos deje sin dos líneas de metro, que estarían en 2028 y 2032 respectivamente, sino con solo una, que tendrá billonarios sobrecostos y operará desde 2035. No, mil veces no.

En este punto, el sentimiento de hastío es total: ¿ahora nos van a chantajear a ocho millones de personas con paralizar más de cinco obras estratégicas para el desarrollo y futuro de la capital? ¿De nuevo van a jugar con la movilidad de Bogotá, que no da espera? No hay que ser petrista o antipetrista: solo es necesario padecer 120 horas al año en trancones para entender que el chantaje de Petro a Bogotá es de una bajeza inédita en la historia política del país y uno de los episodios más tristes en la historia de la ciudad. Petro, no más chantajes, Bogotá necesita metro ya.