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Alberto Donadio  Columna

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Pintaba con palabras

David McCullough decía que no escribía libros, sino que vivía en una hipnosis cuando se adentraba en un tema. El pasado era su antídoto frente al presente.

Alberto Donadio
20 de agosto de 2022

Publicaba un libro cada cinco años. La vida le alcanzó para escribir 12. Lo llamaban historiador, pero no era un historiador académico. David McCullough se consideraba un escritor que se concentraba en personajes o episodios de la historia de los Estados Unidos y que escribía para el público en general. Fue un periodista insuperable que podía darse el lujo de sumergirse en archivos durante un lustro para producir un gran reportaje.

Se inició como redactor de la revista Sports Illustrated en 1955 y murió el 7 de agosto a los 89 años. Con su esposa, Rosalee, se casó en 1954. Ella murió en junio. Quizás él no resistió la viudez después de casi 70 años de matrimonio. Su libro sobre la construcción del canal de Panamá es una maravilla investigativa comparable a la maravilla ingenieril que fue el canal, inaugurado en 1914. Cuando empieza la historia, encontramos a Ferdinand de Lesseps subido en un andamio en su casa lejos de París. Llega el cartero con cartas y periódicos que le pasan de mano en mano. Sin bajarse del andamio se entera de la muerte del virrey de Egipto. De Lesseps conocía desde niño a su sucesor, cuando fue cónsul. A los 43 años De Lesseps tenía deudas y había perdido a su esposa y un hijo. Viaja a Egipto en 1854.

El nuevo virrey, Mohammed Said, quiere iniciar su gobierno con una gran obra. De Lesseps propone el canal de Suez. No es ingeniero, sino cónsul, no representa a un Gobierno ni a una compañía, pero Said en un día le da el visto bueno. En 1869 se inaugura el canal a nivel. El cónsul De Lesseps se convierte en el gran ingeniero. El canal funciona desde hace más de 150 años. De Lesseps se llena de gloria, pero luego lo sepulta el oprobio cuando por terquedad sostiene que en Panamá también se puede hacer un canal a nivel. Le advierten que no es posible, pero él es “le Grand Français”, uno de los hombres más célebres del mundo, y miles de pequeños inversionistas en Francia compran acciones en la compañía. Ya venían recibiendo dividendos de la compañía del canal de Suez, de modo que esta debía ser otra inversión muy rentable. En Suez no había espantables enfermedades tropicales, en Panamá sí.

Trabajadores e ingenieros murieron por miles. El antepenúltimo director enviado al istmo por De Lesseps arriba con su esposa, un hijo, una hija, un yerno y los caballos que montaban en Francia. Empiezan a morir uno a uno de fiebre amarilla y el director con estoicismo acude todos los días a su oficina. Cuando muere su esposa, fusila los caballos y regresa a Francia. McCullough tardó dos años investigando el estruendoso fracaso de la Compagnie Universelle du Canal Interocéanique de Panama y tres años más en la conclusión del canal a cargo de los Estados Unidos. El libro sobre el canal de Panamá apareció en 1977. El de los hermanos Wright, los mecánicos de bicicletas que inventaron el vuelo, en 2015. Parecía imposible escribir algo nuevo sobre los padres de la aviación, pero McCullough posee la fórmula única para contar una historia con base en libros, archivos, cartas, diarios y manuscritos. Él decía que no escribía libros, sino que vivía en una hipnosis cuando se adentraba en un tema.

El pasado era su antídoto frente al presente. Para su obra sobre John Adams, el segundo presidente de los Estados Unidos, se leyó metros de microfilm. Solo conociendo las más de mil cartas de Adams con su esposa, Abigail, podía seleccionar aquellas que literalmente permiten entrar al alma de ambos. McCullough fue tal vez el único escritor invitado a hablar en sesión conjunta del Congreso. Recordó las palabras de una senadora republicana que en 1950 se opuso a Joe McCarthy: “No quiero ver al Partido Republicano alcanzar la victoria política sobre los Cuatro Jinetes de la Calumnia: el Miedo, la Ignorancia, el Fanatismo y la Difamación”. Escribió la historia del puente de Brooklyn, pero no había que tener interés en el tema para comprar la última producción de McCullough. Es la fuerza de los datos y de las historias la que asombra capítulo tras capítulo. ¿A qué horas averiguó esto y aquello? ¿Cómo hizo para que no se le escapara ningún archivo? La avalancha de información hace de sus obras grandes crónicas.

Pintaba con palabras. Aunque fue un famoso escritor con tirajes de medio millón de ejemplares y cuyo último libro siempre estaba en las librerías de los aeropuertos, muchos lectores de otras lenguas no lo conocen. Se pierden una aventura inigualable. No fue muy traducido. En español creo que solamente existen las versiones de los libros sobre Panamá y los hermanos Wright, pero David McCullough es patrimonio universal. A él se aplica la enseñanza de don Quijote a su escudero: “Sábete, Sancho, que no es un hombre más que otro si no hace más que otro”.