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Pizano, el personaje del año

En un año en el que elegimos presidente, las Farc llegaron al Congreso y la Consulta Anticorrupción logró más de 11 millones de votos, el “controller” de la Ruta del Sol II puso a temblar al establecimiento.

Lucas Pombo, Lucas Pombo
6 de diciembre de 2018

Este ha sido un año convulsionado como pocos. Elegimos nuevamente a un presidente de la entraña del uribismo, las Farc llegaron al Congreso después de 60 años de guerra, el voto de opinión empezó a ganarle el pulso a la maquinaria, la Consulta Anticorrupción logró más de 11 millones de votos y la migración de venezolanos hacia el país alcanzó niveles comparables a los de Siria. Sin embargo, este será recordado como el año en el que las instituciones temblaron desde sus cimientos por cuenta de una persona: Jorge Enrique Pizano.

Antes de fallecer, el auditor de la Ruta del Sol II dejó como testamento una declaración, publicada por Noticias Uno, que se convertiría en el baldado de agua fría que despertó al país del letargo en el que estaba frente al escándalo de Odebrecht, generando de paso una crisis institucional que no se veía desde tiempos del Proceso 8000.

Más allá de las consideraciones sobre eventuales responsabilidades penales, que deberán resolver los jueces de la república, el ‘controller’ Pizano llevó al Fiscal General, Néstor Humberto Martínez, al centro de un debate político que lo dejó pendiendo de un hilo y que puso al país a dudar sobre la labor del ente acusador frente a uno de los mayores escándalos de corrupción de la historia del continente. La situación llegó a tal punto que la Corte Suprema de Justicia tuvo que sacar un conejo de su sombrero y nombrar a un fiscal ad hoc para evitar un golpe mortal a la institucionalidad de la Fiscalía General de la Nación.

Mientras se intentaba defender de los embates que llegaban de todos los frentes, el Fiscal acusaba de conspirador al presidente del Banco Interamericano de Desarrollo, Luis Alberto Moreno y al exdirector de la Agencia Nacional de Infraestructura, Luis Fernando Andrade. Desde la otra orilla, periodistas y políticos señalaban a Martínez Neira de perseguirlos e intimidarlos desde su posición de poder. Los ciudadanos, espectadores de la escena, agotaban a paso acelerado su fe en las instituciones diseñadas para protegerlos.

El efecto Pizano también impactó al mayor conglomerado financiero del país. El precio de las acciones del Grupo Aval y sus filiales se desplomó por cuenta de las dudas que surgieron sobre la posibilidad de que ese grupo económico supiera de las coimas pagadas por Odebrecht para que se le adjudicara el contrato de obra de la Ruta del Sol II al consorcio del que hacía parte la empresa brasilera, Episol (propiedad de Corficolombiana) y CSS Constructores. Aunque las cabezas de Aval han dicho que solo se enteraron de esos hechos de corrupción a finales de 2016, cuando se hizo público el acuerdo de Odebrecht con la justicia americana, el coletazo de las declaraciones de Pizano se hizo sentir en los mercados de valores en Colombia y los Estados Unidos.

La tragedia también fue protagonista en este escándalo. La muerte del auditor por un infarto fulminante y el posterior fallecimiento de su hijo, Alejandro Pizano, envenenado con cianuro en circunstancias muy extrañas, sumaron un ingrediente sórdido al coctel molotov que se destapó el 12 de noviembre y que puso patas arriba al establecimiento colombiano.

En un año, cuando estemos haciendo el balance del 2019, veremos si el capítulo Pizano se convirtió en el catalizador necesario para llegar a las raíces profundas de la corrupción de Odebrecht o si el letargo volverá. Sin embargo, el ‘controller’ logró patear el tablero de las instituciones y cambiar el statu quo al que estábamos acostumbrados. En un año veremos si todo eso valió la pena.

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