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Sorprendente plegaria de Putin

Esperaría más de Obama. Invocar la superioridad de su pueblo para justificar la intención de ataque me parece, por decir lo menos, peligroso e irresponsable.

Iliana Restrepo
18 de septiembre de 2013

El pasado 11 de septiembre, día en que se conmemoraron doce años del peor acto terrorista de la historia contra los Estados Unidos, The New York Times publicó, a manera de columna,una carta que le dirige el presidente ruso Vladimir Putin al pueblo de los Estados Unidos y a sus líderes, a propósito de los recientes incidentes del conflicto interno en Siria y a las consecuentes amenazas de ataque, por parte del Gobierno de Obama. 
 
La misiva, publicada en un día tan emblemático, es una bofetada a la arrogancia norteamericana, pero al mismo tiempo una bocanada de aire fresco, llena de cordura y aliento, que permite pensar que aún queda sensatez y esperanza en este mundo. 

Con una profunda reflexión, Putin le recuerda al pueblo norteamericano que no puede actuar aisladamente; que está ubicado en un mundo interdependiente y que el resto del mundo tiene tanto derecho como ellos a tener y a resolver sus propios conflictos, por más descabellados y atroces que éstos parezcan. La mayoría de los estadounidenses así lo han manifestado cuando se oponen a los ataques. Parecen haber entendido que no es con guerras que se cambia el mundo para bien.

Hubiera esperado de Putin una carta dura y áspera, pero me sorprendió, viniendo de un personaje tan controvertido como él, una tan veraz, humana y mesurada como esta. Al final hasta nombra a Dios para recordarles, que cuando se solicita su bendición, como lo hacen a menudo cuando piden: “God bless America”, no pueden olvidar que ese dios, de quien invocan una consagración, nos creó a todos iguales. 

Únicamente por lo que lleva implícito la carta y por los buenos oficios diplomáticos que ha ejercido en el conflicto interno de Siria, existirían más argumentos para otorgarle a él y no a Obama, el Premio Nobel de la Paz. ¡Quién lo diría!

La plegaria de Putin no solo tiene la virtud de poner en contexto el conflicto sirio, sino que explica de manera pedagógica porqué sería tan grave y tan inoportuno un ataque bélico por parte de los EE. UU. en este momento. 

Otra lección contundente y que es tal vez la que más impresiona de la carta, es cuando se muestra en respetuoso pero profundo desacuerdo con una frase desafortunada del último discurso del presidente Obama, cuando se refiere a lo excepcional del pueblo americano y afirmó que la política estadounidense es: “lo que hace a Estados Unidos un país diferente. Es lo que nos hace excepcionales”. Yo hubiera esperado mucho más de Obama. Invocar la superioridad de su pueblo para justificar su intención de ataque es, por decir lo menos, peligroso e irresponsable.  

Esa visión de sí mismos, como seres superiores, aupado por sus gobernantes de manera permanente, contribuye a que los estadounidenses sean percibidos como un pueblo arrogante e ignorante que inclusive los llevó a preguntarse con tanta ingenuidad, cuando recibieron el ataque a las torres gemelas, ¿por qué nos hacen esto, por qué nos odian, si nosotros somos buenos y somos los mejores del mundo? 

Con esa misma arrogancia y con el mito inducido de la superioridad de la raza aria, se cometió el Holocausto nazi, sin duda la peor masacre en la historia de la humanidad, que ha sido invocada por muchos al ver la atrocidad cometida en Siria, en estos días tan aciagos.

Hizo bien el presidente Obama en ser más humilde, bajar un poco la cabeza y posar los pies sobre la tierra para recordar –él más que nadie- que está en un mundo diverso donde no debe hacer lo que se le antoje de manera aislada. Cuando se ha hecho, como en los casos de Irak y Afganistán, lo único que han dejado a su paso es más sangre, dolor, muerte y destrucción, tal como se los recuerda Putin.

Al régimen de Basharal-Assad hay que presionarlo para evitar que cometa atrocidades contra su pueblo, pero la situación del país y de la región no puede ser coloreada en blanco y negro. Para tomar decisiones que van a afectar tantos seres humanos a quienes se pretende proteger, hay que actuar con mucha prudencia. Ya veremos si Obama no tendrá que devolver el inmerecido Nobel que ostenta. ¡Qué gran desilusión!

*Profesional en estudios literarios
Asesora de Proyectos internacionales
Institución Universitaria Bellas Artes y Ciencias de Bolívar UNIBAC
iliana.restrepo@gmail.com

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