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Política de miedo

La campaña de George W. Bush para la reelección sabe explotar el miedo de los votantes, escribe el sicólogo estadounidense Jamie Arndt.

Semana
29 de agosto de 2004

Uno de los primeros anuncios de televisión lanzados por la campaña de reelección del presidente Bush incluyó imágenes muy intensas del 11 de septiembre y de las reacciones norteamericanas ante esa fecha trágica. A la vez que generó mucha controversia, algunas investigaciones psicológicas que he llevado a cabo con mis colegas sugieren que dicha estrategia podría operar eficazmente para obtener apoyo a favor de Bush.

Nuestras investigaciones hallaron específicamente que el recordarles a las personas su condición de seres mortales aumenta la tendencia de favorecer a Bush, tal como lo hace el recordar el 11 de septiembre, a la vez que produce una respuesta menos favorable para el candidato demócrata, senador John Kerry.

Un total de 374 personas residentes en Missouri, Nueva Jersey y Nueva York participaron en los estudios que sometieron a prueba con más detalle las hipótesis derivadas de la Teoría del Manejo del Terror (Terror Management Theory, TMT). Dicha teoría fue desarrollada a mediados de los años 80 por los psicólogos sociales Jeff Greenberg (Universidad de Arizona), Sheldon Solomon (Skidmore College) y Tom Pyszczynski (Universidad de Colorado, Colorado Springs), basados en los escritos ganadores del premio Pulitzer del fallecido antropólogo cultural Ernest Becker.

De acuerdo con la teoría mencionada, la especie humana ha desarrollado la capacidad de pensar en formas tremendamente flexibles y poderosas. Como resultado de ello, los seres humanos somos capaces de saber que existimos. Sin embargo, también sabemos que inevitablemente llegará el día en que dejemos de existir. En otros términos, nos damos cuenta de la inevitabilidad de nuestra muerte. Esta conciencia de la muerte entra en conflicto con nuestra propensión natural a querer vivir y crea el potencial para el desarrollo de una gran cantidad de ansiedad, o de terror. Una de las formas más básicas en las cuales la gente maneja estas ansiedades consiste en desarrollar fe en un sistema de creencias que le permite aceptar la idea de la muerte porque le brinda a la vida un sentido de profundo significado y permanencia.

Hasta la fecha las ideas de la TMT han sido puestas a prueba en más de 200 estudios. En el contexto de las reacciones ante líderes políticos, hemos pensado que parte del atractivo del líder radica en que el público lo percibe como capaz de liberarlo o eximirlo de la enfermedad, las calamidades, el caos y la muerte, y a la vez de demostrar la supremacía del sistema de creencias que él o ella representa. Los líderes seculares no solamente son proponentes de políticas, ideas y objetivos, sino que también, al igual que sus homólogos del área religiosa se convierten en las encarnaciones de la invulnerabilidad y de la ideología simbólica.

El llamado del presidente Bush, debidamente empacado en armamento de alta tecnología, retórica patriótica y en la invocación deliberada del nombre de Dios combinada con la certeza de que él está realizando el mandato de la voluntad divina, genera una imagen de identidad nacionalista que les brinda a las vidas de los norteamericanos un sentido de significado y seguridad.

La pregunta que se plantea entonces es: si esta percepción del líder brinda protección ante los pensamientos de muerte, ¿será que los recordatorios de muerte pueden fomentar el apoyo de la gente a su líder?

Eso es precisamente lo que hallamos en nuestra investigación. Cuando a la gente se le recordó la muerte o los sucesos del 11 de septiembre (que representan un gigantesco recordatorio de mortalidad y vulnerabilidad) de inmediato se mostraron más favorables a Bush y menos favorables a Kerry, comparados con aquellos participantes a quienes no se les recordó ni la muerte ni el 11 de septiembre. Estos efectos psicológicos fueron hallados tanto en participantes de orientación política conservadora como liberal.

Nuestra investigación resultó particularmente relevante frente a las estrategias vigentes de las campañas políticas a medida que se acercan las elecciones presidenciales norteamericanas de 2004, así como frente a las estrategias de futuras campañas. El hecho de que los recordatorios de muerte y de los acontecimientos del 11 de septiembre refuercen las posibilidades del presidente Bush tal como lo mostró nuestra investigación puede no ser un buen presagio para el ideal democrático de que las preferencias políticas son el resultado de elecciones racionales basadas en una comprensión bien informada de los asuntos que están en juego.

Si los temores atávicos a la muerte nos atraen hacia líderes en función de la protección simbólica y ampliamente irracional que nos brindan, el mejor antídoto para este problema puede ser estimular a la gente a que 'vote con su cabeza' en lugar de 'votar con su corazón'. Por supuesto, en estos tiempos aterradores en que los medios de comunicación rebosan de imágenes de muerte y de amenazas de actos terroristas, las decisiones basadas en la razón se hacen menos probables. Sin embargo es de esperar que el conocimiento de cómo las preocupaciones generadas por la muerte afectan el comportamiento humano pueda promover estrategias de campañas políticas y decisiones electorales basadas concretamente en los temas políticos y en las cualidades de los candidatos más que en la retórica que apela de manera elemental y primitiva a necesidades psicológicas arraigadas en nuestro sentimiento de vulnerabilidad y nuestros temores frente a la muerte.

Nuestra investigación, que ha sido dirigida por Mark Landau, de la Universidad de Arizona, será publicada con el título 'Líbranos del mal: los efectos de la conciencia de la mortalidad y los recordatorios del 11 de septiembre en el apoyo al presidente George W. Bush', en el Personality and Social Psychology Bulletin de este otoño.

* PhD. Investigador y profesor del Departamento de Ciencias Psicológicas. Universidad de Missouri, Columbia. Estados Unidos.